May se juega su futuro

M.R.Y. (SPC)
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El Parlamento británico debe decidir si aprueba el acuerdo del Brexit firmado por la primera ministra y la UE o tumba su proyecto y lleva al país a unas inminentes elecciones para febrero

May se juega su futuro - Foto: DYLAN MARTINEZ

Cuando Theresa May se convirtió en primera ministra británica, el 13 de julio de 2016, sabía que tenía un camino lleno de espinas por delante. Su predecesor, David Cameron, había dimitido de su cargo después de que el referéndum sobre la permanencia del país en la UE que él mismo había convocado determinase que los ciudadanos -por un escaso margen de votos- querían salir del bloque comunitario. Entonces, recibió el apoyo mayoritario de los conservadores para liderar su partido y suceder a un Cameron que se vio incapaz de liderar el proceso de divorcio y que la nueva dirigente -que antes de la votación había mostrado su posición favorable a seguir en la Unión- prometía que llevaría hasta el final.

«La campaña se libró... y el pueblo dio su veredicto. No debe haber ningún intento de permanecer dentro de la UE, ni intentos para volverse a integrar por la puerta de atrás ni una segunda consulta. Brexit significa Brexit», aseguró antes de acceder al cargo, una postura que mantiene ahora, casi dos años y medio después y a punto de someterse a la prueba de fuego ante el Parlamento.

May ha luchado en el Reino Unido y en Europa para conseguir un acuerdo que permita esa ruptura a la que se comprometió. Y en ese camino ha ido perdiendo numerosas batallas: más de una veintena de ministros ha dimitido por sus diferencias sobre las negociaciones, las elecciones que adelantó a 2017 para reforzar su posición fueron un fracaso y perdió la mayoría absoluta, y, sobre todo, se ha abierto un cisma en el Partido Conservador que pone en entredicho su liderazgo.

Esas grietas entre los tories son, precisamente, las que pueden poner en jaque, no solo a la premier, sino al propio Brexit. El Parlamento británico debe decidir el próximo martes si avala el acuerdo alcanzado en Bruselas por la jefa del Ejecutivo con sus socios comunitarios y todo apunta a que no será así. Y eso conllevará a la «incertidumbre» prevista por la mandataria, pero podría acarrear unas consecuencias mucho más serias.

Tras esos fallidos comicios de 2017, la mayoría en la Cámara de los Comunes la conforman los conservadores y los 10 diputados del Partido Unionista Democrático (DUP) de Irlanda del Norte. El apoyo de los legisladores del Ulster es vital para May, que está centrando sus esfuerzo en demostrar que la región será una de las grandes beneficiadas del tratado de salida. Pero también tendrá que lidiar con los euroescépticos de su propia formación, que consideran un «fracaso» el pacto alcanzado en Bruselas, y con otro sector eurófilo, que no descarta que el divorcio aún se puede evitar.

Ante esta situación, y con la oposición laborista también posicionada en contra del acuerdo, todo apunta a la debacle de la primera ministra y no es descartable que se vea abocada a convocar otra vez unas elecciones -que se celebrarían a más tardar en febrero-y que puedan fijar el rumbo definitivo del Brexit, que debe hacerse efectivo el próximo 29 de marzo.

la gran disyuntiva. Aquí ya entrarían en juego nuevos factores. Con May desahuciada, los tories tendrían que elegir a un nuevo líder que se presente a unos eventuales comicios en los que los laboristas, según los sondeos, podrían hacerse con el Gobierno. 

Todo dependería de quién dirigiese el timón conservador. Si, como apuntan las encuestas, fuese un eurófobo como Boris Johnson, el divorcio se llevaría a cabo sin miramientos, es decir, sin acuerdo alguno con la UE, el denominado Brexit duro.

Pero, si los progresistas arrebatasen el poder a los conservadores, el trabajo de May podría irse al traste.

La primera ministra ha descartado en todo momento que no hay opción para una segunda consulta, pero los laboristas no la descartan en el caso de llegar al Ejecutivo. Incluso, el ala más moderada del Partido Conservador ha planteado recientemente otro plebiscito.

Según los sondeos, un 55 por ciento de los británicos quiere esa posibilidad de volver a votar la permanencia en la UE y, en el caso de que se volviese a las urnas, todo apunta a que el sí a Europa ganaría. Así que un fracaso en el Parlamento el próximo martes podría acabar con May, pero también con un culebrón de más de dos años en el Reino Unido para volver al punto de partida.