Reciclaje con causa

Nuria Zaragoza
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Martín Zamora inició el proyecto en los 90. Hoy solo dos voluntarios mantienen vivo este proyecto que ha dado ya un millón a las misiones

Reciclaje con causa. Una cadena de favores que arranca con manos voluntarias en Soria y que impulsa proyectos a kilómetros de distancia para los más necesitados. Teniendo como única herramienta el papel. Viajando desde Soria a las misiones, a decenas de países de todo el mundo. Reciclaje solidario. Es, en parte, el proyecto que desde hace ya más de 25 años desarrolla la Diócesis de Osma-Soria para colaborar con la Delegación diocesana de Misiones a través del reciclado de papel. 

El párroco Martín Zamora fue el  promotor de la idea a principios de los años 90. Dos décadas después, continúa gracias al tesón de los dos únicos voluntarios que mantienen activo el proyecto, Juan José y Jesús, quienes a sus 71 y 65 años entregan su tiempo, y también sus fuerzas, para que «la ayuda llegue a quien más lo necesita». 

el origen. Todo comenzó en Almazán «por el año 1991-1992». Zamora había sido asignado sacerdote de la villa y, aprovechando que allí estaba instalada la papelera Sarrió y les dio «todas las facilidades» para reconocerlos como proveedores de materia prima y comprarles el papel que lograran reunir, plantaron una iniciativa de reciclado con fines solidarios. Entonces, eran «campañas en Navidad» y, con lo que sacaban de la venta del papel usado, compraban «juguetes para los niños pobres», rememora Zamora. Yentonces, la recogida se hacía con «un pequeño remolque y con los coches particulares» del propio sacerdote y de los voluntarios que colaboraban con él. «Íbamos a bancos, oficinas, colegios... y también a las parroquias, que eran como puntos de recogida donde nos almacenaban papel», recuerda sobre aquellos orígenes. 

ayuda a los misioneros. Pronto decidieron sumar a la Delegación de Misiones a la causa, con la idea de que el dinero recaudado con el reciclado pudiera ayudar a desarrollar proyectos que los misioneros sorianos necesitaban en sus lugares de destino. «Cuando venían los misioneros sorianos por vacaciones, recorríamos toda la provincia y ellos iban explicando lo que hacían con el dinero que se lograba reunir. Avisábamos para que nos dejaran el papel en los portales y lo íbamos recogiendo», recapitula el sacerdote. Él mismo fue delegado de misiones y sabe bien el beneficio que esta ayuda económica puede aportar. «Hay unos 170 misioneros y misioneras sorianas repartidos por el mundo. Les pedíamos que nos mandaran un proyecto y luego las facturas con lo que se había hecho con el dinero. Manteníamos una relación estrecha con ellos», evoca. Esa relación se mantiene intacta hoy en día con el actual responsable de la delegación, Alberto Cisneros, quien también conoce en primera persona el beneficio de esta iniciativa ya que ha sido misionero durante años. 

jubilados, «la fuerza». Pronto crecieron «en cantidad» y lograron comprar un camión basculante. Llegó también la furgoneta y el alquiler de un garaje donde almacenar el papel, y separarlo en las tres categorías de venta. «En la selección está la ganancia», repara Zamora. En la selección, y en el trabajo duro, ya que movilizan cada año «cerca de 300 toneladas de papel», lo que reporta «unos ingresos mensuales que rondan los 4.000 euros». «Al año quedan unos 40.000 euros limpios, quitando los gastos de gasolina, mantenimiento de vehículos... porque de sueldos no se paga a nadie», advierte el promotor de la iniciativa, que subraya que sin el esfuerzo de los voluntarios nada de esto sería posible. 

«La mayor fuerza aquí han sido los jubilados siempre. Si hemos conseguido esto es por ellos», recalca Zamora, quien recuerda que desde los orígenes han sido personas jubiladas las que se han hecho cargo de este proyecto. Lamenta que los jóvenes no se involucren en la iniciativa ni haya relevo generacional. De hecho, apunta, en su momento «llegaron a ser 15-20 voluntarios y ahora están solo dos fijos todos los días y, cuando hay más volumen, llaman a amigos suyos», agradece. En ocasiones, apunta Zamora, «viene gente a hacer trabajos comunitarios (para evitar penas de prisión), bajo permiso del juez de vigilancia. A nosotros nos ayuda, y ellos también se ayudan», considera.

La última suma al proyecto ha sido este año la compra de una nave en el polígono industrial que ha permitido «reducir los gastos de alquiler» notablemente. Con cerca de 300 metros cuadrados disponibles, permite ahora «almacenar, seleccionar, disponer de una pequeña oficina y guardar los vehículos». 

El proyecto ha crecido en estructura física y en equipamiento y ha conseguido transformar el papel usado en una cantidad importante de dinero que se ha convertido en escuelas, comida, pozos de suministro de agua, proyectos educativos... «Hablando en cifras globales, podríamos decir que hemos conseguido para nuestros misioneros durante estos años cerca de un millón de euros», destaca el impulsor, que insiste en que «con muy poca ayuda se logran muchas cosas importantes». 

«Es una forma muy bonita de colaborar. No cuesta mucha, es ecológica, solidaria...», sintetiza Zamora sobre los grandes logros de este proyecto que ha cumplido ya sus bodas de plata.  Fueron pioneros en reciclar papel y ayudar a la preservación del medio ambiente, cuando todavía era una idea poco instaurada. Además, dan una segunda vida al papel, y son un ejemplo de solidaridad, también con los pueblos del tercer mundo. Y ayudan a crear una cultura  de uso responsable de las energías y  de los bienes de la tierra. 

«va a gente necesitada». A sus 71 años, Juan José Rodrigo Soria es uno de los dos únicos voluntarios que hoy mantienen vivo este proyecto solidario. Se unió a él «el 16 de julio de 2014 exactamente», recuerda con memoria prodigiosa. «En la empresa donde yo trabajaba iban a recoger el papel y ya les conocía. Cuando me jubilé, me enganché», apunta. «Cuando yo empecé éramos más, pero ahora solo somos dos y, a veces, tengo que echar mano de amigos personales para que nos ayuden», añade Rodrigo Soria, quien reconoce que el «duro» trabajo físico que realiza a diario se compensa al pensar a quién llega el dinero recaudado con su esfuerzo: «Sé que va a parar a gente que realmente lo necesita». 

En teoría, Juanjo y su compañero Jesús van «todos los lunes, miércoles y viernes» desde primera hora de la mañana a recoger el papel «a todos los organismos oficiales de Soria, bancos, colegios, el hospital... de la ciudad» y, también, a «ayuntamientos y parroquias de los pueblos, donde hacen de punto de recogida». En la práctica, acuden a diario porque «hay mucha carga de trabajo y pocas manos». «Si hubiera más voluntarios, se podría recoger más», admite Rodrigo, que apunta que «a día de hoy hemos recogido ya 233.720 kilos». 

A falta de relevo, «aguantaremos hasta que podamos», asegura este voluntario al que ni el peso «como rayos» del papel ni la falta de brazos jóvenes achican. Mientras haya tiempo y entusiasmo, seguirán al frente. 

La Diócesis de Osma-Soria es la única en España que tiene este servicio dependiente de la Delegación episcopal de Misiones y que se mantiene, insiste Zamora, gracias a la colaboración de los voluntarios.