El Museo del Traje, protagonista en AR&PA

EDS
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La Escuela de Palencia ha dedicado dos años de trabajo a restaurar dos piezas del Museo de Morón. Son «únicas» en el patrimonio textil provincial, y regional. El resultado se puede ver en AR&PA

Dos cursos completos de formación y aprendizaje compartido (de 2016 a 2018). Horas y horas de minucioso trabajo. Hasta treinta manos empeñadas al mismo tiempo en el mismo objetivo. Mimo. Detalle. Estética. Arte. ‘Deconstrucción’, y restauración. Un reto. 

Todos estos aspectos, y muchísimos más, caben en el proyecto que desde 2016 comparten el departamento de Cultura de la Diputación de Soria (Museo Provincial del Traje Popular de Morón de Almazán), y la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales Mariano Timón de Palencia. Un proyecto de colaboración institucional pero, también, de arte textil, de custodia del patrimonio cultural, de defensa de la historia soriana, cuyo resultado se puede ver en la feria AR&PA (Arte y Patrimonio) que se celebra estos días en Valladolid. Porque allí se han expuesto las dos piezas del Museo del Traje de Morón que la Diputación entregó a la escuela palentina para su restauración. 

llegó casi descompuesto. Se trata de dos piezas «especiales», destaca el técnico de Cultura de la Diputación, Enrique Borobio. La primera, un mantillo de Zayas de Torre, una prenda femenina de abrigo que las mujeres pastoras de los años 60-70 utilizaban para resguardarse del frío. Es una «pieza única» porque es el «único mantillo con capucha localizado en la provincia, y a nivel nacional», destaca Borobio, quien recuerda que este tipo de prendas de trabajo «eran habituales en algunas zonas, pero no con capucha», recalca.  

La pieza llegó a la escuela palentina en un «estado de conservación lamentable», apunta el profesor responsable de la restauración, Iván Mateo. «Tenía un nivel de humedad elevado y eso había provocado una plaga activa de insectos, cuyas larvas se estaban comiendo las fibras de lana». Además, los roedores habían anidado en el propio tejido «produciendo grandes pérdidas materiales y una gran acidificación del tejido debido a los orines y excrementos». «Llegó prácticamente descompuesta y, cuando la tocábamos, nos quedábamos con las fibras en las manos», rememora. 

La encontraron en una majada y los propietarios la cedieron «para fotografiarla, y tirarla, dado el pésimo estado que presentaba», rememora Borobio. «Pero en más de 15 años de trabajo de campo es el único ejemplar que hemos localizado Es única». Así que, cuando surgió la opción de restaurarlo en Palencia, «no lo pensamos», agradece Borobio. 

Para Mateo y sus alumnos fue «un reto». Un satisfactorio reto que comenzó con la documentación de la pieza. Se tomaron fotografías del estado inicial, medidas... y se advirtió que «estaba formada por once trozos de tela», una cantidad nada habitual. A partir de ahí, se tomaron muestras del tejido y analizaron las fibras textiles en el laboratorio, determinado que era lana de oveja merina. El primer tratamiento que hubo que aplicar fue para combatir la plaga «mediante desinfección por anoxia [se elimina el oxígeno y las larvas mueren]». A partir de ahí, se hizo el microaspirado de restos (animales, vegetales, ceras...) adheridos a la superficie del tejido y se lavó «mediante inmersión», un proceso que exigió «hasta 15 alumnos ayudando» y «entre siete y ocho horas» de trabajo porque «el estado del tejido era muy débil». Se secó y se pasó al alineado, es decir, colocar los hilos de trama y urdimbre en su correcto orden para devolver la estabilidad al tejido.  Los últimos pasos, explica Mateo, se centraron en la «consolidación mediante encapsulado», una técnica que se utiliza habitualmente para los tejidos arqueológicos. Para terminar, «elaboramos un soporte de almacenamiento y exposición a medida, con la finalidad de que el tejido descanse sobre una superficie adecuada, sin sufrir estrés o cualquier daño físico químico».

«Cogeré la primera flor...». La segunda pieza que los alumnos de Iván Mateo han restaurado para el museo soriano es un traje de danzante de Casarejos, un «traje ritual» utilizado durante generaciones por la familia de Trinidad Contreras, que lo depositó en el museo para su exposición. Se trata de un conjunto de indumentaria formado por varias piezas: chaqueta, camisa, corbatín, fajín bordado, pantalón o calzón corto, pañuelo para la cabeza y ligas, donde, como era habitual en la época, había una leyenda bordada: «Cogeré la primera flor del tiesto de mi amor», recuerda el profesor. 

Desde los talleres de la escuela se dio prioridad a los tres textiles que peor estado de conservación presentaban: la chaqueta, con «muchas roturas, descosidos, parches y zurcidos...»;el pañuelo de la cabeza, «tremendamente fragmentado de tanto atarlo y desatarlo» y «sucio por el sudor»;y las ligas que, debido al continuo uso que habían tenido, estaban también «muy rotas». 

Un paso clave en este trabajo fue la retirada de todos los zurcidos y remiendos que acumulaba la chaqueta, especialmente en la parte de las mangas. No hay que ignorar que era una prenda para danzar y, con el movimiento del baile, era habitual que se rasgara el tejido, y se sobrepusieran piezas de refuerzo. Tras su retirada, se ha podido «recuperar los valores originales del tejido», ofreciendo ahora una «lectura del tejido es mucho más homogénea». 

Los tratamientos generales en el traje del danzante comenzaron con la limpieza (en el caso de la chaqueta se hizo con lavado), microaspirado, toma de muestras y análisis químicos (donde se determinó que la chaqueta, el pañuelo y las ligas eran de sedas y el pantalón de lanas), alineado y consolidación. Finalmente, se procedió a elaborar también un maniquí a medida «para permitir una correcta conservación y visualización del conjunto». 

«El resultado ha sido espectacular», reconoce Mateo, quien no ignora que se ha «conseguido recuperar dos piezas únicas del patrimonio textil de Soria, y de Castilla y León». Ha sido gracias a su empeño y, también, al de los alumnos de cuarto de Grado en la asignatura Conservación y Restauración de Indumentaria de la que es profesor titular. Ha sido un reto, insiste. También, un regalo. El 17 de noviembre volverán a Morón.