Ocho años al rescate de la memoria

Ana I. Pérez Marina
-

Paye Vargas, Javier Arribas y Paco Martínez son el motor de Latidos del Olvido, proyecto que promueve la creación de arte efímero en lugares abandonados

Ocho años al rescate de la memoria - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

El inicio de la breve descripción en su página web perfila la idea de lo que es Latidos del Olvido. Dice así: «Es un proyecto abierto sin otro fin más allá que el de crear arte en el olvido reflexionando en el presente». Arte efímero, pasajero, que, sin embargo, sí deja un legado que permite recuperar la memoria (también histórica, por supuesto) de lo que fuimos, lo que somos y de lo que nos espera. Javier Arribas (Sr. Arribas), Paco Martínez (Pako Bardos) y Paye Vargas son el «núcleo duro» de este movimiento artístico que surgió hace ocho años y que ha contado con la participación de «entre 60 y 70» autores de distintas disciplinas (fotografía, textos, escultura, pintura, música, vídeo, historia, filosofía...) en su prolífica trayectoria.

No es tarea fácil detallar la obra de Latidos del Olvido, ya que al mismo tiempo que en los distintos proyectos se descubren elementos que delatan una evidente seña de identidad del grupo soriano, unidos muchos de ellos por un mismo hilo conductor, cada uno de ellos es diferente. Y no hay mejor cosa que la interpretación individual, más allá de enredarnos en generalidades, cuando de arte se trata. 

Así las cosas, en la web www.latidosdelolvido.es están expuestos los resultados de las principales acciones creativas, que no se concentran únicamente en lo local, traspasando las fronteras provinciales y nacionales, y conectando al mismo tiempo buena parte de estas iniciativas. La Engaña #388 km (desarrollado en 2013 junto al grupo Mind Revolution), sobre el túnel construido por presos del franquismo, es solo una parte de las distintas actuaciones en torno a la línea Santander-Mediterráneo, lo mismo que Villarijo fue una de las primeras intervenciones en pueblos abandonados o Carne: materia prima forma parte, asimismo, de lo que es una propuesta más ambiciosa en torno al patrimonio industrial. «Nuestro eje fundamental son los espacios abandonados, pero no solo como espacio, sino la idea de por qué se ha abandonado», explica Javier Arribas. 

de principio a fin. Paye Vargas cuenta que son los tres los que proponen cada proyecto, los que se involucran de principio a fin, aunque por el camino requieran la colaboración de otros artistas, si bien admite que son bastante autónomos teniendo en cuenta que dominan el trío domina distintas habilidades y géneros artísticos que, en general, encajan con sus propósitos.

El devenir de cada relato de Latidos del Olvido ha puesto de relieve que los proyectos «se iban quedando abiertos», advierte Javier Arribas, porque en sí mismos van creciendo. «En Soria, por ejemplo, tenemos abierto el tema pueblos o patrimonio industrial, que también está en más sitios [Salamanca, Aranda de Duero...] o la línea Santander-Mediterráneo, de la que ya tuvimos una exposición en Soria, y otros que no podemos avanzar».

En este sentido, Paye Vargas puntualiza el carácter internacional que adquieren algunas de sus acciones. «Hicimos uno sobre la Segunda Guerra Mundial en Polonia. Estuvimos dos años en Pstraze, a 200 kilómetros de Cracovia. Es un pueblo que fue polaco, alemán, soviético... tiene mucha carga histórica», señala. «Lo llevamos también a Alemania, hicimos la vuelta al Báltico, y ahí estuvimos en la residencia, en Prora, que Hitler hizo para sus altos mandos, abandonada durante muchos años y ahora parece que se está empezando a activar», apunta Javier Arribas.

independientes. Otra seña de identidad de Latidos del Olvido es que es un colectivo independiente, no recibe ayuda institucional alguna y, únicamente, realiza trabajos por encargo de forma puntual (uno de los más reciente es el de los murales del Mercado Municipal de la plaza Bernardo Robles), cuya retribución destinan a a los proyectos que tienen en marcha.

«Es sin ánimo de lucro, por amor al arte», comenta Paco Martínez; «porque tenemos esa necesidad de generar contenidos», matiza Paye Vargas. El único fin es el deseo de que determinados espacios, inmuebles, historias, elementos... «no caigan en el olvido total», subraya Javier Arribas.

La máxima de estos artistas sorianos es la provisionalidad de que cada intervención que ejecutan. No acceden a ningún sitio que esté cerrado, ni alteran el emplazamiento elegido. «No rompemos, no hacemos pintadas, somos muy respetuosos. Lo que hacemos es efímero, desaparece, no deja marca», indica Paco Martínez. «Entramos, hacemos y recogemos. No somos vándalos, ni nada parecido», abunda en el mismo sentido Paye Vargas.

El hecho de que no dependan de instituciones o empresas y no tengan que rendir cuentas a terceros les concede la absoluta libertad a la hora de desarrollar artísticamente sus ideas y, por supuesto, no se marcan plazos de finalización o ‘entrega’ en cada trabajo que desempeñan. 

«Empiezas en una antigua fábrica de carnes abandonada y eso te lleva al patrimonio industrial. Para cualquier proyecto que hacemos lo primero es la investigación. No solo es ir a los sitios y hacer las intervenciones, sino que es fundamental esa tarea previa de qué ha pasado allí, por qué se ha abandonado, en qué condiciones y, sobre todo, la primera vista es la fundamental, la que nos sitúa, cuando pensamos qué hacer», detalla Paye Vargas.

creado para el sitio. Aunque, evidentemente, pueden encontrarse similitudes entre las distintas acciones que ha llevado a cabo Latidos del Olvido, teniendo en cuenta el estilo propio de los artistas y pensadores en las modalidades que manejan, cada proyecto es exclusivo del lugar elegido. «Nunca pensamos qué hacer sin haber visitado el sitio. Todas las obras que creamos son para ese lugar concreto. Son obras por y para ese sitio», significa Paye Vargas. A partir de ahí también deciden si cuentan o no con colaboradores. De hecho, la mayoría de los participantes no se han prestado para un único proyecto y han repetido experiencia. 

«Andamos los tres haciendo muchas cosas de videoarte, música, fotografía, escultura, pintura, instalaciones... somos muy polifacético y, en realidad, la suerte que tenemos es esa. Estamos en constante aprendizaje y creciendo, nos motivamos con poco», manifiesta el músico Paco Martínez.