"No hay Gerardo sin Soria, ni se concibe Soria sin Gerardo"

Lucia Sánchez (Ical)
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La hija del poeta, Elena Diego, y el profesor de Lengua del Machado y escritor César Ibáñez París reivindican la necesidad de volver a editar 'Soria sucedida'

“No hay Gerardo sin Soria, ni se concibe Soria sin Gerardo”

Gerardo Diego es para los amantes de la lírica uno de los más grandes sonetistas de la literatura española. Ordenado, metódico, viajero, católico, silencioso y humilde, abogaba por liberar a Soria de la arqueología, pues “no era un ‘mitificador’ de asuntos que databan del año de la polca. Como buen creacionista apostó por la vanguardia y encontró en la ciudad del Duero un lugar para dar musicalidad a sus poemas más bellos”. Como él mismo dijo muchos años después de haber vivido en Soria, medio en broma y medio en serio: “No hay Gerardo sin Soria, ni se concibe Soria sin Gerardo”.

Su hija, Elena Diego, que a pesar de su elevada edad acude a Soria cada vez que una institución reclama su presencia para rendir tributo a su padre, afirma que Gerardo Diego siempre llevó a la provincia en su corazón. El vínculo afectivo por la ciudad y por los amigos que aquí encontró duró toda su vida. Un aspecto ratificado por el profesor de Lengua y Literatura del Instituto Antonio Machado César Ibáñez París, quien recuerda que es el único poeta español que tiene un libro de poesía dedicado a la provincia -‘Soria sucedida’, 1977- y muchos de sus poemas los escribió varias décadas después de estar en la ciudad.

El profesor recalca que, sin duda, Soria marcó la vida de este poeta vanguardista. Es más, apunta a que el poema al ‘Ciprés de Silos’ fue escrito en 1924 cuando Gerardo Diego regresó a Soria para conocer las fiestas de San Juan y fue días después de excursión con Mariano Granados, Bernabé Herrero y Ángel del Río hasta el monasterio, lugar donde lo escribió y cuya primera versión alberga el libro de visitantes.

“No hay Gerardo sin Soria, ni se concibe Soria sin Gerardo”“No hay Gerardo sin Soria, ni se concibe Soria sin Gerardo”

Gerardo Diego fue amigo de muchos intelectuales y escritores de la época. Ibáñez París, que se ha encargado de estudiar la obra del escritor de la Generación del 27, recopiló en un artículo de la revista ‘Celtiberia’ extractos de las cartas que Gerardo Diego remitió, durante los dos años que residió en Soria para impartir clases en el Instituto General y Técnico de Soria (hoy Instituto Machado) a: Vicente Huidrobo, José María de Cossío, Antonio Machado, Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez, Manuel de Falla, José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno, entre otros. A estos, Gerardo Diego los llegó a denominar “los mayores espíritus”. “El autor en 1920 no era nadie y fue después de estar en Soria cuando adquirió cierta relevancia. Es sorprendente que todo el mundo le respondía a sus misivas sin ser un personaje relevante”, explica.

Elena Diego, por su parte, alude a la relación que su padre mantuvo “siempre” con los intelectuales sorianos de la época, y sobre todo con el escritor y abogado Mariano Granados (‘Las novias’), y su amigo íntimo Bernabé Herrero (‘Emociones Campesinas’), ambos exiliados durante la Dictadura de Franco.

La Guerra Civil española marcó sin duda a cada uno de los grandes. Elena Diego reniega de poner etiquetas a su padre por el mero hecho de haberse quedado en España durante la Dictadura. Recuerda cómo sus padres estaban el 18 de julio de 1936 de veraneo en la casa de su madre en Francia y regresó a Santander, su ciudad natal, en 1937, cuando “se liberó” la ciudad. Gerardo Diego era catedrático del Instituto de Santander y regresó para ocupar su puesto de trabajo, para el cual tuvo que pasar “el proceso de depuración”, que consistía en demostrar que no se había implicado en política y que no era sospechoso de militar en ninguna formación.

“Cuando recuperó la plaza, mi madre volvió de Francia, con mi hermano Javier y conmigo”, describe, para rechazar la idea de que su padre fuera un poeta del régimen, ya que para Gerardo Diego la contienda española supuso “tal dolor” que jamás hablaba de ella. La hija del poeta manifiesta que su padre siempre huyó de abanderar cualquier causa relacionada con la política. “Vivimos en un país que pone etiquetas y se guía por ellas y esas etiquetas no corresponden con la realidad o corresponden parcialmente”.

“ La política utiliza a escritores, poetas y músicos según sus intereses. El Archivo de la Fundación Gerardo Diego alberga las cartas que mi padre se cruzó con amigos de un bando y otro y se refleja una gran angustia y preocupación por saber de unos y otros”, reivindica.

Por su parte, Ibañez París muestra una foto de 1935 en la que aparecen “sonrientes y felices” Gerardo Diego, Pedro Salinas, María Zambrano, Pablo Neruda, Leopoldo Panero, Miguel Hernández y Luis Rosales, entre otros muchos, y recalca cómo pocos meses después “podrían haberse matado a tiros a cuenta de la Guerra”.

“La foto es algo terrible porque aparecen comunistas, falangistas y los que no eran ni una cosa ni otra y estaban todos tan contentos. Meses después de haberse tomado la foto estaban pegándose tiros. Para ellos fue muy duro y la Guerra Civil les partió a todos en dos. Gerardo Diego se quedó en el bando franquista porque era muy católico y él, seguramente, no quería una España que tuviera una continuidad con lo anterior ni una guerra”, reflexiona.

Este profesor del Instituto soriano, dónde casi hace un siglo también practicó la docencia Gerardo Diego y un poco antes Antonio Machado, describe al poeta cántabro que llegó a Soria en 1920 como una persona joven, activa, que daba recitales de piano, editaba libros de vanguardia (‘Imagen’) e incluso organizaba representaciones teatrales (‘Historia del Teatro Español’), y agrega que tras la Guerra Civil se refleja cómo le “marcó o machacó”, pues se volvió una persona menos activa.

‘Soria sucedida’

Tanto César Ibañez París como Elena Diego aluden a que no es necesario que Soria y sus instituciones rindan tributo y conmemoren centenarios de Gerardo Diego, tal y como hacen con Antonio Machado. El pasado año se conmemoró el 30 aniversario de la muerte del poeta y Soria no hizo tributo alguno, si bien sí celebró la llegada del poeta Antonio Machado a la ciudad.

En opinión de César Ibáñez París, en Soria durante el centenario de la llegada del poeta andaluz a la ciudad, explotaron de forma “desmesurada” su figura, es más, cree que “se pusieron muy pesados”, aludiendo a los representantes políticos.

Ambos, hija y profesor coinciden en señalar que lo importante es que la obra sea accesible y, sobre todo, se lea, pues es el mejor tributo que se puede hacer a uno de los grandes de la lírica española. César Ibáñez París, autor de siete poemarios premiados y del libro de relatos ‘Los árboles de Petia’ , insta a las editoriales e incluso a las instituciones a editar de nuevo ‘Soria Sucedida’, ya que el poemario“está agotado”.

Por su parte, Elena Diego se manifiesta comprometida “con la causa cultural soriana” y promete, como su padre, regresar a Soria tantas veces como se lo requieran. “A mi padre le encantaba ir a Soria y eso que, durante mucho tiempo, ha estado aislada y en aquella época era difícil llegar a la ciudad. Recuerdo la última vez que estuvo en Soria; nos llevó a la Dehesa y a la casa de las Isidras dónde él se alojaba en su época de profesor del Instituto Machado. Tengo un recuerdo muy grato”, rememora con añoranza.

Elena Diego reconoce que tardó mucho en ser consciente de lo que significaba su padre para los demás, ya que jamás se vanaglorió de ello. Es más, insiste en que empezó a percibir que su padre era más que un padre y catedrático cuando ingresó en la Real Academia de la Lengua. “Mi padre era sencillo, creyente y decía que lo que tenía era porque se lo había dado Dios. A sus espaldas tenía mucho trabajo pero él lo consideraba un deber”, recuerda para recalcar, sobre todo, que a Gerardo Diego le acompañaba siempre un largo silencio, que, sin duda, él aprovechaba para crear su obra.