Sin brillo, pero sí con eficacia, Francia arrancó ayer la Copa del Mundo con una ajustada victoria sobre Australia (2-1), ayudada por la tecnología -se pitó el primer penalti con VAR en un Mundial- y la fortuna.
Se cumplieron los pronósticos en Kazán y Didier Deschamps, poco amigo de las revoluciones, movió de arriba a abajo el once, apostando por la juventud y por el tridente formado por Griezmann, Mbappé y Dembélé.
Tolisso le ganó finalmente la partida a Matuidi para intentar aportar una dosis de creatividad en un centro del campo con mucho músculo, con Pogba y Kanté.