Sanidad enferma

Óscar del Hoyo
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El futuro del sistema exige una profunda reflexión y la principal premisa que debe decantar la balanza son las personas

Ninguna edificación bañada por las tierras del Nilo se puede asemejar a esa tumba sagrada desde la que el cuerpo embalsamado del faraón Zoser iba a trasladarse al otro mundo. No existe nada igual en ese gran mar de arena. La construcción, imponente y majestuosa, impresiona tanto como el ritual del sepelio del máximo representante de la tercera dinastía. La primera pirámide del antiguo Egipto -Saqqarah- se ha levantado en su honor cerca de la capital, Menfis, y su marcado carácter escalonado servirá de modelo años más tarde para erigir  Keops, Kefrén y Micerinos. Piedra hecha arte. Monumentos en pleno desierto. ¿Qué mente está detrás de la ejecución de este fabuloso mausoleo? Todo el mundo lo sabe. Su nombre: Imhotep.

Considerado durante siglos como una auténtica deidad, sus facultades y conocimientos son únicos, sobresaliendo en todo lo que se refiere a arquitectura, astronomía, escritura y, sobre todo, por su capacidad y destreza para curar heridas y enfermedades. Imhotep, el que vendrá en paz, es descrito como el primer médico de la Historia. Su familiaridad con el embalsamamiento le permite descifrar algunos de los mayores secretos de la anatomía humana, descubriendo y analizando órganos como el corazón, el hígado o los riñones, llevando a cabo intervenciones que lograban devolver la dignidad y la calidad de vida a un sinfín de personas desahuciadas. Metódico como nadie, describía los casos que atendía, la gran mayoría lesiones traumáticas, con diagnóstico, pronóstico y tratamiento; una revolución que sentó las bases de lo que hoy se conoce como las ciencias de la salud. Sincero, jamás dio falsas esperanzas a aquellos a los que no podía ofrecer una solución a sus dolencias;y certero, su técnica para corregir una dislocación de mandíbula ha permanecido inalterable hasta la fecha, algo asombroso si se tiene en cuenta que su nacimiento se remonta a hace más de 5.000 años.

Hoy, 50 siglos más tarde, el Sistema Nacional de Salud, ejemplo para muchos países, se encuentra en una encrucijada. Esta misma semana salía a la luz un informe que desvelaba que en sólo seis años -desde 2010 hasta 2016- se habían perdido cerca de 5.000 camas en los centros hospitalarios públicos, con descensos pronunciados en algunas regiones. Es indudable que existen serias dudas sobre la tan cacareada equidad entre comunidades a la hora de recibir atención médica, un mal endémico, tan antiguo como el hilo negro, que resulta vergonzoso. Las diferencias entre las listas de espera son abismales. Mientras en Canarias el 34,2 por ciento de los pacientes debe aguantar un mínimo de seis meses para someterse a una intervención quirúrgica, en Madrid, el País Vasco o La Rioja el tiempo se reduce a los 50 días. Desde que las competencias de Sanidad se transfirieron a las comunidades autónomas lo que ya era un problema se ha acabado por convertir en una discriminación sonrojante en un país en el que se sigue sacando pecho por un sistema que da síntomas evidentes de colapso, y que acaba de volver a apostar por la universalización de la sanidad.

¿Cuál es el modelo que queremos? ¿Qué opción es la más adecuada y viable en estos momentos? El Instituto para el Desarrollo e Integridad de la Sanidad (Fundación IDIS) ha puesto de manifiesto la necesidad de impulsar un sistema sanitario único con doble titularidad, pública y privada. Sus argumentos se fundamentan en que el modelo español es considerado como el tercero más eficiente del mundo y el primero del Viejo Continente, según se desprende de los datos que incorpora el Informe Bloombergerg, gracias a la aportación que se hace desde el ámbito privado, que da cobertura a más de 11 millones de usuarios y coopera, a través de conciertos y concesiones, con determinados servicios -pruebas diagnósticas, procesos de rehabilitación o intervenciones quirúrgicas- que se encuentran saturados en los centros sanitarios autonómicos. Este sistema mixto choca frontalmente con los defensores de una sanidad pública y de calidad, que denuncian con vehemencia el desmantelamiento del mismo y el fomento de un sector privado que busca fundamentalmente la rentabilidad. Y es que ya se sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores. Las cifras están ahí. Los pacientes de la Seguridad Social esperan una media de 104 días para ser intervenidos, mientras que este plazo se rebaja a los 29 si lo hacen a través de un seguro privado. Un enfermo para enfermos. La diferencia es tan desproporcionada como inhumana.

1862. Luxor. El egiptólogo Edwin Smith adquiere un  llamativo papiro con escritura hierática que simplifica los complejos jeroglíficos, cuya traducción se ha desvelado hace cuatro décadas. Smith fallece sin saber que ese manuscrito recoge las técnicas y los conocimientos que más de 20 siglos atrás descubre Imhotep y que el egipcio quiso transmitir a las generaciones venideras con el único propósito de sanar. El futuro del sistema exige una profunda reflexión y la principal premisa que debe decantar la balanza son, por encima de todo, y aparte de la calidad del servicio y de su viabilidad, las personas.