El padre Ángel, entre otras cosas párroco de la cárcel de Soria, es de los que demuestran con actos los mandamientos religiosos. Desde hace catorce años comparte piso con presidiarios y ex presidiarios en una vivienda que a él le gusta llamar hogar. Allí les ayuda a volver a encontrar un sitio en el mundo mientras comienzan a recuperar la libertad.