Puigdemont quiere otro 'choque de trenes'

Javier M. Faya (SPC)
-

El 'president' en la sombra, que marca los pasos a Quim Torra, demuestra que su única apuesta es tensar al máximo la cuerda con un Sánchez que debe a los separatistas su ascenso al poder

El próximo viernes, Cataluña estará de luto, llorando a sus muertos un año después de los atentados de Barcelona y Cambrils, donde 16 personas perdieron la vida. Desgraciadamente, no serán ellas, como debería de ser, las protagonistas, sino que casi todos los focos se dirigirán al Rey que, pese a no estar «invitado» por el jefe de la Generalitat, Joaquim Torra, acudirá junto a la Reina Doña Letizia. El año pasado, fue objeto de abucheos por parte de cientos de personas con pancartas que habían sido colocadas muy cerca de él y del presidente del Gobierno por aquel entonces, Mariano Rajoy. Fue, sencillamente, un espectáculo bochornoso y una pésima imagen de Barcelona, Cataluña y España. 

Pero con independencia del sonrojo que pueda producirse el 17-A por el Paseo de Gracia o la Plaza de Cataluña, existe un trasfondo sumamente inquietante, y es que será la mejor forma de comprobar si el Govern persiste en su hostilidad hacia el Estado y, sobre todo, si no deja a un lado sus ansias secesionistas ahora que vive una miniluna de miel con el Ejecutivo central. 

Yes que, aunque parezca mentira, Torra lleva en el poder desde el pasado 17 de mayo y ni siquiera se han llegado a los llamados 100 días de gracia, que se producirán a finales de este mes. Tampoco Pedro Sánchez, que prometió el cargo el 2 de junio. Ambos políticos se vieron en Madrid un mes después. 

Conviene recordar que para conquistar La Moncloa, el socialista necesitó del apoyo de, entre otros, PNV, ERC, EH Bildu y PDeCAT. Y esos votos no iban a salir gratis. Habló el madrileño de «reuniones de cortesía» de hora y media con los independentistas catalanes... pero el tiempo ha demostrado que se negoció sobre el procés, las futuras relaciones de los Gobiernos de España y Cataluña, la deuda histórica y los políticos presos. Solo hay que ver que días después del encuentro entre Sánchez y Torra, y tras no pocas presiones al juez Pablo Llarena, se produjo el acercamiento de Junqueras, Rull, Turull, Romeva, Forn, Sànchez, Cuixart, Bassa y Forcadell. 

Además, se pactó una cumbre bilateral, celebrada hace unas semanas y a la que le seguirán otras en breve. Llama la atención que la representante gubernamental, la federalista Meritxell Batet, anunciara que se restituirían artículos del Estatut que habían sido declarados inconstitucionales.

Hay un dato revelador del que se tuvo conocimiento días antes del polémico congreso del PDeCAT del 21 de julio, donde fue decapitada su hasta ese momento coordinadora general, Marta Pascal. Carles Puigdemont, el president en la sombra, el hombre cuyo despacho no ha sido ocupado por su sucesor porque entiende que él es el legítimo líder del Govern, no quería bajo ningún concepto que el partido apoyara a Sánchez, y por eso mismo quiso y logró que la barcelonesa dimitiera. 

No resulta difícil saber por qué el número uno de JxCat prefería a Rajoy:quería mantener la tensión política y social, que no hubiera diálogo, mantener la división y a sus leales sin dudas.