El mamarrachismo como espejo

Antonio Pérez-Henares
-

La telebasura ahora ya inunda todos los rincones y ha hecho cuasi dictadura de su tabla de valores vitales, estéticos y éticos, con personajes enaltecidos como ejemplos «para el pueblo»

El mamarrachismo, este sí que es un ismo muy del siglo XXI, como ejemplo de nuestro tiempo. No hay un solo mamarracho notorio, y los que aún no lo son no tardarán en serlo, en todo el territorio patrio, al que no han llamado para hacer alarde de lo suyo: o sea, hacer el mamarracho, en la tele y, por lo menos, en tres cadenas. Así, a base de día tras día y desde hace lustros y lustros, ser exhibidos y expuestos como ejemplos del «pueblo y para el pueblo», enaltecidos, jaleados, bien aceitados y perfumados con dineros y contratos, se han acabado por convertir en los referentes, en espejo en que mirarse y en algo a imitar por la masa social. Lo que un día se llamó telebasura ahora ya inunda todos los rincones y ha hecho cuasi dictadura de su tabla de valores vitales, estéticos y éticos. ¡Como para extrañarse de lo que pasa luego!

Hace muchos años, cuando esto comenzaba, el gran Francisco Paco Rabal, conversando como se hacía antes, espetó a los concurrentes. «En todo lugar y familia hay un tonto o un mamarracho, pero no veo yo que sea el que haya que sacar precisamente por la tele para que se rían todos». Lo decía el bueno de Paco, porque era de corazón bondadoso, con cierta compasión por el expuesto. Pero mira por dónde se equivocaba en ello. El hacer, ir y presumir de mamarracho iba a ser bien pronto el mejor de todos los negocios. Pongan ustedes la tele, pasen, vean y cuenten. ¡Ah! Y de tontos, poco y los que menos de todos los que manejan los hilos, los shares y esas cosas de darle al asno el pienso que quiere, o mejor dicho, acostumbrar al pollino a la paja conveniente y lo más basta y barata, y luego echársela a espuerta como si fuera el mejor grano.