Jezabel Asensio, un ejemplo de superación y perseverancia, es una de las cuatro personas de Soria que lleva implante coclear. Diagnosticada de sordera profunda a los siete meses y sin antecedentes en su familia, ha usado también petaca (desde los nueve meses), audífonos y aparatos de frecuencia moduladora (que portan alumno y profesor) en las distintas etapas de su vida hasta que optó por esta técnica innovadora que le ha permitido mejorar su vida social y laboral, aunque con gran esfuerzo y trabajo por adaptarse.
Ella fue la primera niña de integración con sordera que estudió en colegios de Soria, concretamente en Santa Bárbara y Fuente del Rey, como alternativa a un colegio especial para sordos de Zaragoza donde podía perder el hábito de hablar al usar solo el lenguaje de signos. Después pasó al Politécnico (no pudo ir al Machado) y a la Escuela de Artes y, como muestra de su tesón, estudió Biblioteconomía en la Universidad de Zaragoza y ha opositado y trabajado en Burgos y Soria. Los aparatos que llevó anteriormente le suponían estar constantemente leyendo los labios y mucho esfuerzo extra y cuando en su etapa universitaria sufrió acúfenos, que le causaban vértigos y malestar, un médico le aconsejó el implante.
«En un principio me dio miedo, porque se aconsejaban a recién nacidos o personas mayores que han perdido audición... Pero diez años después, cuando tenía 30, decidí dar el paso porque la ciencia avanzaba y porque estaba preparada para la dura rehabilitación que vendía después», comenta. En enero de 2011 le operó el doctor Santa Cruz en el Hospital Universitario de Salamanca, un centro que escogió por ser pionero, y se lo activaron un mes después.
cosquillas en el cerebro. «Veía vídeos de gente que se emocionaba al oír con implantes, pero a mí me pasó lo contrario. Noté cosquillas en el cerebro, porque el nervio auditivo estaba muerto y tenía que despertarse con los electrodos, regulados en porcentajes según los sonidos graves, medios y agudos», explica Jezabel recordando que cuando le activaron los agudos saltó de la silla por la gran molestia. Pasó un mes «durísimo» en Salamanca para la rehabilitación y tuvo que viajar allí cada quince días o cada mes para revisiones, ahora algo más distanciadas. La joven contó con la ayuda del doctor Gorospe y tuvo que comenzar, por ejemplo, a diferenciar el ruido de un coche de una voz humana, aprendiendo a oír como un recién nacido. Para ella fue difícil, «un camino de rosas lleno de espinas», pero también satisfactorio, porque ha podido, por ejemplo, no tener que leer constantemente los labios y poder hablar mejor y más deprisa. Ha contado con el apoyo de familia y amigos, que incluso dicen que es «una cotorra». El teatro, en Summa Cavea, también es su terapia.
Pero Jezabel insiste en que muchas veces se piensa que todos los sordos son mudos y que hay «mucha ignorancia» respecto a su situación y a los tratamientos, que «con solo poner el implante ya se oye bien, sin pensar en las muchas horas de rehabilitación. Tiene muchas anécdotas que contar, tanto en el aspecto positivo como en el negativo (oposiciones, administración, profesorado...).
A ello se suma que el implante es un aparato delicado y que su mantenimiento es costoso (cambio de pilas y cable). El suyo lleva dos pilas, que duran de tres a cinco días, y cada una cuesta algo menos de un euro (ahora ha bajado un poco). En Castilla yLeón no hay ningún tipo de ayudas, mientras que sí las hay para otras discapacidades y en otras comunidades. «No hay adaptación para sordos, es una discapacidad invisible», afirma.