El conflicto que envenena al mundo

Pilar Cernuda
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La violencia a ambos lados de la Franja de Gaza desencadena una nueva guerra por la recuperación de los territorios por parte de los palestinos y el empeño de Israel de no ceder ni un ápice de la tierra conquistada

El conflicto que envenena al mundo - Foto: MOHAMMED SABER

Es difícil analizar lo que ocurre en Oriente Próximo si no se conoce sobre el terreno la opinión de israelíes y árabes palestinos. Empezando porque los judíos se consideran tan palestinos como los árabes; los dos tuvieron Palestina como tierra propia hasta que la creación del Estado de Israel en 1948 por votación de la ONU recrudeció una confrontación que se prolongó durante siglos. Sobre todo, tras el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial que provocó la muerte de seis millones de hebreos, aunque para desgracia de su raza y de su religión, habían sufrido previamente la persecución y programas contra ellos en varios países en los que lograron asentarse.

Golda Meir, en sus memorias, cuenta la historia como nadie, escrita en primera persona. Nacida en EEUU, decidió trasladarse a Israel y contribuir a la creación del Estado judío. Su vida en un kibutz, modelo de socialismo auténtico inexportable, explica cómo compraron territorio a los árabes, al mismo tiempo que lucharon contra los británicos que administraban el territorio que los hebreos consideraban ya su país. 

La lucha política y las negociaciones para conseguir el reconocimiento de un Estado propio culminó cuando Naciones Unidos lo aprobó por mayoría en 1948. No hubo paz desde entonces, la lucha entre árabes y palestinos fue fratricida, en la que ambos bandos lucharon por su supervivencia, por su existencia.

Dos fechas son clave para la historia. En 1967 los Ejércitos de Siria, Jordania y Egipto, países limítrofes con Israel, emprendieron la invasión del Estado judío, que durante seis días de lucha incansablemente con un ejército mucho mayor que el propio, pero menos entrenado y con peor armamento. En Israel, el servicio militar es obligatorio para hombres y mujeres a partir de los 18 años, y se prolonga durante varias décadas más con dos o tres meses al año como reservistas para ponerse al día de los avances tecnológicos, táctica y estrategia. 

Tras esa invasión, Tel Aviv se anexionó el Sinaí, los Altos del Golán, Cisjordania -incluido el Este de Jerusalén- y la Franja de Gaza. Alegaba razones de seguridad, necesitaba blindar sus fronteras iniciales ocupando territorio con una política de creación de colonias. Comunidades judías familiares que se autoalimentaban con su trabajo agrícola o pequeñas industrias. Con colegios y centros de primeros auxilios, pero valladas, y con armas en las viviendas para defenderse. 

En 1973, otra fecha emblemática, Israel sufrió un ataque por sorpresa de Siria y Egipto el día del Yom Kippur, una fecha religiosa para recordar los muertos, y volvió a vencer a los ejércitos unidos de Siria y Egipto, pero con un gran coste en vidas. Mantuvo sus posiciones territoriales, pero Egipto recuperó parte de la orilla Oeste del Sinaí, la que circunda el canal de Suez. 

Negociaciones de paz

Desde entonces, se han producido interminables negociaciones de paz, que culminaron con la devolución de Cisjordania y Gaza a los palestinos, pero bajo administración israelí, que mantuvo sus asentamientos. 

La guerra entre ha sido constante por la recuperación de los territorios por parte de los palestinos, y su sagrada Explanada de la Mezquitas, y el empeño de Israel de no ceder los territorios conquistados. Fundamentalmente, Jerusalén Este, donde se encuentra su lugar más sagrado, el Muro de las Lamentaciones.

Las acciones militares y terroristas han sido continuadas, más aún desde que Hamás se asentó en Gaza, sin aceptar la autoridad de Fatah y la Autoridad Nacional Palestina. Hamás, financiado y promovido por Irán, busca la destrucción del Estado de Israel, es su objetivo. Teherán ayudó militar y económicamente a Hamás con un plan perfectamente diseñado: importantes medidas sociales para la población de Gaza, de manera que votó masivamente a este grupo en las pasadas elecciones.

Los datos, la historia, son indiscutibles, aunque la interpretación siempre es subjetiva. Hamás es un grupo terrorista, así lo considera la propia Autoridad Nacional Palestina. Sus acciones son tan cruentas, tan despreciables, como las del ISIS. Israel tiene, sin embargo, un papel muy discutible, y cuenta también con un número no desdeñable de actuaciones que provocan indignación generalizada, incluso, entre parte de la ciudadanía israelí. Sobre todo, por la desproporción con la que responde a los ataques, a veces utiliza misiles y bombardeos contra piedras. Pero hay un dato significativo: en los últimos años, Jordania y Egipto firmaron tratados de paz con Israel e iniciaron relaciones diplomáticas. Más recientemente establecieron relaciones Marruecos, Estados Árabes Unidos, Sudán y Bahrein, y se encuentran muy avanzadas las negociaciones con Arabia Saudí. 

Crueldad nunca vista

Si se concretan, será un duro golpe para los palestinos, pero sobre todo para Hamás e Irán. Es más, diversos analistas coinciden en que el ataque brutal hace una semana, de una crueldad nunca vista hasta ahora, pretendía provocar una reacción de Israel más allá de lo habitual, de lo aceptable, para impedir así que los saudíes mantuvieran las negociaciones que, para Irán, son peligrosas puesto que Arabia Saudí sigue siendo el árbitro de todo lo que sucede en el Cercano y Oriente Próximo.

En ese escenario, España no juega ningún papel efectivo. Abrió relaciones con Israel en tiempos de Felipe González, que se llevaron con tanto sigilo que la persona que envió Israel para iniciar las negociaciones se instaló en Madrid como embajador ante la Organización Internacional de Turismo, que tiene sede en la capital. 

Todo se llevó con el máximo secreto, precisamente para no enturbiar a una sociedad, la española, tradicionalmente amiga del pueblo palestino. Sobre todo, la izquierda, incluido el PSOE que, sin embargo, contó con figuras emblemáticas muy cercanas a Israel, como Enrique Múgica. González apostó por llevar su política exterior y se apoyó en su amigo Simón Peres para sacar adelante esas negociaciones que culminaron con la firma del establecimiento de relaciones en La Haya, casi de forma clandestina. 

Desde entonces, los gobiernos españoles, con grandes embajadores como -Samuel Hadas, aquel que llegó como embajador de la OIT- y el intelectual y político Shlomo Ben Ami, con papel importante en las negociaciones entre israelíes y palestinos cuando fue ministro de Relaciones Exteriores, han mantenido una actitud equidistante.

Sánchez ha dado la impresión de moverse de forma insegura en este  contexto bélico que se vive estos días. Inicialmente, fue ambiguo, después se alineó sin fisuras con Israel frente a la barbarie de Hamás. Pero en Podemos siguen apoyando a Hamás, que identifican con el pueblo palestino. La ministra Belarra apareció el 13 de octubre presumiendo de un chal confeccionado por mujeres palestinas. Toca esperar, pero los hechos de los últimos 75 años hacen temer que estamos ante un nuevo episodio que convulsiona, envenena, no solo a los países de Oriente Próximo sino a todo el mundo.