Árbitro de oro

S. Recio
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Alejandro Calvo ha debutado esta temporada en LEB Oro y en Liga Femenina, siendo el colegiado soriano que más lejos ha llegado

Árbitro de oro

Han pasado muchos años desde que Alejandro Calvo era un niño que veía pitar a su padre partidos de baloncesto, pero el soriano sigue recordando con mucho cariño esa etapa en la que él ya tuvo claro que quería jugar el papel de colegiado en el mundo del deporte. Sin titubeos, con trabajo y con el objetivo claro, ha ido quemando etapas hasta llegar a esta temporada, la que le ha asentado en el deporte profesional. 

Desde septiembre ha ejercido en tres partidos de LEB Oro (Segunda División Masculina) y cuatro de Liga Femenina (máxima categoría). Lo ha conseguido a sus 37 años, una edad en la que es muy complicado ascender. «Ahora mismo hay 60 árbitros en esta categoría, he llegado el último, poder estar en ACB es prácticamente imposible», asume con realismo. «Prefiero disfrutar de lo que estoy viviendo porque esto es mi pasión», añade. Por el momento lo ha hecho en un total de siete partidos en estas ligas.

Realidad. Un árbitro de este nivel no puede vivir solo de pitar partidos. «No hay que engañarse, necesitas trabajar», reconoce Alejandro Calvo. De lunes a viernes tiene una profesión y los fines de semana coge la maleta y viaja donde toque, a cualquier punto del territorio nacional. «Es difícil porque ahora tengo un niño pequeño al que no puedo ver siempre», lamenta el soriano.

¿Compensa entonces el estar ocupado prácticamente los siete días de la semana? Esta pregunta jamás se la harían a un jugador. «Pero esto es lo que amo, disfruto mucho arbitrando, sino no estaría haciéndolo», explica con lógica. De esa visión de villano que se suele tener de ellos no tiene noticias. «Solo he vivido un incidente desagradable de un cabezazo que dieron a un compañero», manifiesta. «Pero esto no es como el fútbol», compara. «La afición y los jugadores son más respetuosos, solo quieren jugar lo mejor posible y disfrutar de un buen espectáculo», analiza. La presión nunca ha ido con él.

El cambio. La única diferencia para Alejandro Calvo de pitar en estas nuevas categorías está en lo que tiene a su alrededor. «Por ejemplo, el otro día charlaba conmigo Orenga, que ha sido seleccionador nacional», ejemplifica el árbitro. «Para todo lo demás solo consiste en hacer bien tu trabajo y en estar preparado», refleja.

La responsabilidad crece. «Es evidente que tienes jugadores que son profesionales, nombres que pueden imponer más, pero debes centrarte en llevar bien el partido», asegura. Calvo lo relativiza. «Si un jugador no está cómodo en un encuentro se pone más nervioso, a mí me sucede igual, si siento que no estoy pitando bien todo se complica, pero cuando acaba solo puedes analizar errores y pensar en el siguiente», sentencia.

Es la visión del árbitro soriano que más lejos ha llegado en el mundo del baloncesto. Una carrera fraguada a base de esfuerzo y disciplina que ahora le lleva a disfrutar de la etapa más motivadora de una vida profesional que, por el momento, apunta a seguir en ascenso.