Navalcaballo, la ruralidad que combina con lo industrial

Ana Pilar Latorre
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La Cantina está muy concurrida, es la hora del almuerzo (¡buen provecho!) y, además, los vecinos están citados para contar a El Día de Soria sus vínculos con esta tierra y cómo es su día a día en Navalcaballo

Navalcaballo, la ruralidad que combina con lo industrial - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

El reloj del Ayuntamiento da las once con sonoros toques que se escuchan en todo el pueblo. Justo al lado, la Cantina está muy concurrida, es la hora del almuerzo (¡buen provecho!) y, además, los vecinos están citados para contar a El Día de Soria sus vínculos con esta tierra y cómo es su día a día en Navalcaballo. Todos coinciden en señalar que el bar dinamiza y es el gran punto de encuentro. Costina Alexandreu, Tina, una joven rumana que se casó con Ángel Ciria, vecino del pueblo, lo lleva desde hace cinco años (la concesión es por diez) con mucho éxito y ha creado dos empleos.  «Queríamos vivir en el pueblo porque hay más libertad y para los niños [como su hija Ángela Isabel, de seis años] está fenomenal». Van comensales de todo Soria, por lo que hay que reservar para los fines de semana porque está «a tope», y recomiendan el arroz con bogavante.

Allí están Mariano Blázquez y Jesús Sanz Peñas, que se conocen de juntarse en el bar Soria de Barcelona, que regenta José, de Langa de Duero. Jesús es de Carrascosa de Abajo pero este día le ha invitado su amigo Mariano a su pueblo. Este gran conocedor de la provincia está prejubilado de hostelería y mantiene la casa familiar. Mariano confiesa que le tira mucho Navalcaballo, al igual que a su mujer, que le animó a comprar una casa en el pueblo en la que reciben «encantados» a toda la familia. Ambos se enorgullecen de su origen, del que surgió la amistad.

Mariano emigró a los 17 años «en busca de oportunidades». «Mi padre, que vino a trabajar de carbonero de Toledo a Soria, donde se casó, tenía seis hijos. Como parte de la familia estaba en Barcelona me fui para allá porque aquí no había medio de vida. Trabajé en mi negocio de pescado y la última etapa en Mercabarna», relata animado. Marta Verde también ha regresado al pueblo de su padre, Juan Pablo, quien se fue de allí a la capital cuando tenía siete años con su familia. Hace doce años se planteó volver porque estaba buscando casa en el medio rural, «es mejor para los niños, hay menos tráfico y se vive más libremente.Además, estamos al lado de Soria». Es maestra en Almazán y tiene un niño de siete años que va al cole a Quintana. El bar, sostiene, es un punto de encuentro «indispensable».

Vemos a Juan Sánchez en la bicicleta que le lleva «a todos lados». Nacido en Serón, se marchó a los diez años a estudiar a Zaragoza, donde vivió dos décadas, y otras dos en Soria capital. Es funcionario de Correos jubilado y por «sentimentalismo» y «calidad de vida» decidió vivir en el pueblo con su mujer, Charo Ceña, que es médica. Precisamente esa mañana, al no haber cobertura, «ha tenido que salir pitando a Soria para preparar un documento». La casa en la que pasaban las vacaciones se convirtió hace un año en su vivienda habitual, «tras años de trabajo duro necesitaba paz y sosiego». Entre sus mejores recuerdos, ir en tren a Soria, «éramos 30 pasajeros en ocasiones». Ahora se entretiene paseando, montando en bici, con la barbacoa, en el jardín y el huerto (muestra divertido los callos que le han salido de cavar). A pesar de estar muy a gusto, se considera «urbanita» y echa de menos cosas de la ciudad. «Pero es cierto que en diez minutos estás en Soria tomando un café» o en el cine.

También conocemos a Mercedes Álvaro, Isabel Terroba y Emilia Menés, que van recuperando los paseos tras la pandemia. Suelen jugar a los bolos en verano pero durante el año, apuntan, les gustaría que hubiera actividades como manualidades. Mercedes y su marido, agricultor, siempre han vivido allí, y sus hijos y nietos les visitan frecuentemente. Isabel emigró a Getxo (Bilbao) cuando fue a visitar a su hermana y conoció a su marido, pero regresa a temporadas; y Emilia también vuelve en cuanto puede. 

Las tres recuerdan cuando estrenaron la última escuela, precisamente el edificio en el que ahora está la Cantina, a la que iban unos 50 niños y niñas, «al principio separados». «Había mucha unión y éramos una familia grande, ahora más esparcida», dice Isabel. Insisten en que «a la gente joven hay que apoyarla para que viva en los pueblos y pueda teletrabajar»; al tiempo que piden «una asistencia social más cercana» y que el consultorio vuelva a abrir dos días por semana. «Ahora solo atienden un día y cogen el teléfono cuando quieren». «Los pueblos hemos salido en pandemia en la televisión, pero después se olvidan...», comentan las vecinas mientras dan el paseo. Las zonas habituales de andar son los caminos de la Vega y la Estación, por el monte, la carretera de Camparañón...

JÓVENES AGRICULTORES GALLOFA Y DIVINA PASTORA

Los primos Carlos y Raúl Ayllón son agricultores, como lo fueron sus padres y su abuelo Jesús. «El año viene bueno, de momento. Aunque el tiempo no hay quien lo entienda...». Su generación ya estudió en Quintana (el colegio cerró a final de los años 70) y, después, en Soria. Aunque ellos viven en la ciudad, a diez minutos, se trasladan al pueblo en verano, cuando está «lleno hasta la bandera». Para ellos, lo mejor de Navalcaballo es la Gallofa de las fiestas de San Miguel y la Virgen de Valdejimena en septiembre, comentan mientras nos muestran imágenes de la misma que decoran la Cantina. Por cierto, el próximo fin de semana (del 29 de abril al 1 de mayo) son las fiestas de la Divina Pastora, que se han recuperado en un 60% porque «a la gente le cuesta» volver a la normalidad, apuntan el alcalde, Carmelo Ayllón, y el teniente de alcalde, Andrés Muñoz, que hacen de guías en esta interesante visita. Conforman un gran tándem desde hace varios años, impulsando el polígono, mejorando las calles, manteniendo servicios...

En el recorrido pasamos junto al almacén municipal donde está trabajando el alguacil Rubén Lázaro. Lleva desde 2011 en esta ocupación, «siempre hay trabajo de averías, mantenimiento... En primavera y verano también hay que limpiar hierbas». Él también vive en el pueblo «a temporadas». Le dejamos que siga con su tarea en esta ventosa mañana de abril.

De nuevo conversando con Carmelo sobre el pueblo, nos comenta las dificultades para que las instituciones cumplan sus promesas, la cobertura y la fibra son fundamentales para las empresas del polígono y vecinos que quieran teletrabajar. «No es posible que a nueve kilómetros de la capitales estemos así», denuncia reclamando también mejor atención médica (la farmacia de Los Rábanos acerca las medicinas a los pacientes). Hay dos viviendas municipales rehabilitadas, las dos con familias de Soria. «En el pueblo hay habitualmente 22 casas abiertas, varias en alquiler, y 50 personas durmiendo», por lo que se mantiene la población. Yfunciona una asociación cultural, fundamental en estas localidades, y hay unos 15 vecinos cazadores. Los marojaleros (el gentilicio viene de roble) más mayores son Isabel y Juana. Un punto importantes es que en breve se ofrecerán parcelas para urbanizar y que el pueblo estrenará página web.

fibra óptica ¡ya! UN GRAN POLÍGONO

El polígono El Brezal es uno de los mejores de la provincia (amplio, llano, moderno, bien comunicado con la A-15...), comentan empresarios y representantes municipales, insistiendo en la necesidad de fibra óptica porque, por ejemplo, hay máquinas que tienen que estar conectadas en tiempo real con informáticos en otras partes del mundo. La era donde se trillaba es ahora una pujante zona industrial por la que lucharon el Ayuntamiento y empresarios como Felipe Parra, Vidal Gil y Enrique Tierno, ante la falta de suelo en Soria. La crisis frenó algunos proyectos (el Cylog de la Junta, centro de formación, hotel...) pero se sigue promocionando el suelo (el precio estaría relacionado con el proyecto de inversión). Hacen un balance muy positivo de estos años, pero recuerdan que lo que iba a ser inmediato «ahora está en el baúl de los recuerdos». 

El alcalde prima que «la gente venga y cree empleo», un beneficio a largo plazo para el pueblo. El polígono es vital y trabajadores y transportistas hacen parada en el bar, por ejemplo. Andrés Muñoz  es reivindicativo con los políticos, reclama fiscalidad diferenciada y que se luche por los pueblos de Soria porque la España Vaciada tiene muchas carencias». La fibra es esencial, «nos toca ya».

Detrás del ayuntamiento hay una zona de juegos y deportiva, se va a instalar una pista de pádel y se va a arreglar el frontón. También se actuará en la plaza. Allí cerquita está el campo de tiro del club soriano, con todo electrónico y al que acuden cada fin de semana numerosas personas a competir y entrenar. Junto a Julia Romera nos muestran la iglesia de San Miguel (se arregló hace 14 años), donde están las imágenes de la Divina Pastora (con corona de plata de 1848) y San Isidro, así como estandartes y banderas (una con dedicatoria de la maestra a sus alumnos en 1896).La Virgen de los Nublados se sacaba para que el granizo se convirtiera en piedra. El lavadero rehabilitado, que aún usa alguna vecina, es otra de las paradas obligatorias. Muy cerca de allí, la fuente vieja (Julia dice que más de un cántaro rompió al ir a por agua), los huertos, el río Verde y el lago, en el que hubo patos.