"En Soria mantenemos la filosofía de amor al monte"

A.I.P.
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En plena temporada de riesgo alto de incendios, Soria encara esta campaña con más medios: seis profesionales a mayores (539 en total), 22 cámaras, 32 torres de vigilancia (una más, habilitada en Santa Inés), más los recursos aéreos y terrestres

"En Soria mantenemos la filosofía de amor al monte" - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

En plena temporada de riesgo alto de incendios, el jefe del Servicio Territorial de Medio Ambiente de la Junta, José Antonio Lucas Santolaya, repasa los efectivos del operativo y hace un balance de los avances que se han producido en la materia en las últimas dos décadas. Sin duda, la tecnología y la profesionalización del personal han sido los mejores aliados para que Soria sea  referente en prevención y extinción. La plantilla del servicio se ha reforzado este verano y se ha incorporado el puesto de vigilancia de Santa Inés. 

Más de 500 profesionales forman parte del operativo de incendios en Soria. ¿Cómo está organizado?

Hay que recordar que es un operativo regional, aunque tenemos medios provincializados. En el caso de un incendio grave pueden acudir los efectivos de todas las provincias. El operativo es secuencial, estamos en la época de peligro alto (del 1 de julio al 30 de septiembre) y es cuando están los 539 profesionales. A lo largo del año se va dimensionado, hay una etapa de peligro medio, desde mediados a finales de junio o de primeros a mediados de octubre, y el resto es peligro bajo, vamos reduciendo medios. Hay dos retenes todo el año y dos motobombas están durante nueve meses.

¿Cómo se ha reforzado este año?

Hemos incrementado en seis trabajadores, profesionales de apoyo tanto lo que es en la gestión de incendios en el Centro Provincial de Mando (CPM) como en la de campo. Son tres agentes medioambientales nuevos y tres técnicos de apoyo tanto tareas de campo como en el CPM.  

Hemos habilitado un nuevo puesto de vigilancia en Santa Inés, en la parte más alta del valle del Revinuesa, que tiene una vista impresionante y hemos ganado en el control de la zona hasta Urbión. Es importante el aumento del tiempo de dotación de las motobombas, ya que la que menos está son cuatro meses y medio. Ahora tenemos un periodo más dilatado de motobombas en servicio, dos están nueve meses al año. También se ha instalado un control operacional de la aeronave de Garray mediante cámara de vídeo para el control de las operaciones desde la base.

¿Con qué medios se cuenta?

Seguimos con el sistema de vigilancia automatizado de incendios con cámaras térmicas (19), divisan el horizonte a 35-40 kilómetros (dos) y una de detección de humo. En total son 22 cámaras, 32 torres de vigilancia, 12 autobombas propias, convenios con los cinco parques de bomberos provinciales (San Esteban de Gormaz, El Burgo de Osma, Almazán, Ágreda y Ólvega) y con cinco ayuntamientos (Quintana Redonda, Arcos de Jalón, Cabrejas del Pinar, Duruelo de la Sierra y San Leonardo de Yagüe).

Luego tenemos doce retenes (cuadrillas terrestres) y dos cuadrillas aéreas que están a turnos de mañana y tarde con el helicóptero de la Junta en Garray y los dos helicópteros y cuadrillas de la BRIF de Lubia. También contamos con dos buldozer de maquinaria pesada, uno de los cuales está de guardia cargado con una góndola para urgencias y otro trabaja en los montes, repasando cortafuegos, caminos, etcétera.

Lleva dos décadas al frente del servicio, ¿se ha profesionalizado la plantilla dedicada a la prevención y extinción de incendios?

Bastante. Tenemos una metodología y una organización casi militar en cuanto a personal y medios contra incendios. Cada uno tiene perfectamente delimitadas sus funciones y lo que tiene que hacer cada día. Está delimitada la cadena de mando. En los incendios forestales grandes hemos mejorado mucho, se ha adoptado una estructura organizados en cabeza, flancos y cola. Al ir aumentando los periodos de trabajo de los distintos medios, la gente que repite de un año para otro no hay que volver a formarla. Los nuevos trabajadores reciben su formación de manera disciplinada y académica  en el Centro para la Defensa contra el Fuego (CDF) de León.

Y en cuánto a los recursos materiales, ¿cómo ha cambiado?

No tiene nada que ver. Hemos mejorado mucho en silvicultura preventiva, cuando antes los retenes estaban tres o cuatro meses al año, ahora ya hay dos todo el año y el que menos está son cinco meses. Están haciendo limpiezas, entresacas, desbroces... se dedica mucho esfuerzo a limpiar los montes. Y la segunda parte es la detección precoz de incendios, pues instalamos el sistema de vigilancia automatizada en 2006, se ha ampliado en tres fases hasta las 19 cámaras actuales y, últimamente, con la cámara de detección de humo, que indica coloraciones distintas de tonos grises en el horizonte. Y tenemos dos cámaras Domo de detección automatizada, que conseguimos en base a un proyecto internacional, que están en Vinuesa y en Almazán. Nos permiten hacer seguimiento de incendios hasta 50 kilómetros, perfectamente.

Antes teníamos nuestro panel magnético y ordenadores convencionales, y ahora todos los medios tienen GPS y geolocalizador, sabemos dónde está cada uno en cada momento y disponemos de aplicaciones donde los estamos viendo. Hay un registro formal con una aplicación de entrada y salida de medios para saber las horas que lleva cada uno. A nivel de cartografía hemos avanzado muchísimo nuestro sistema, tenemos toda la información en formato digital. Por ejemplo, un medio que viene de fuera que tiene que cargar agua en un punto determinado, le das las coordenadas UTM geográficas con el GPS y lo localiza. La cartografía digital nos permite un manejo del territorio mucho más eficiente.

¿Cómo se traducen estas mejoras en la dimensión de los incendios?

Con la prevención por tratamientos selvícolas y con la detección precoz del fuego, en primer lugar, se evitan incendios. Al estar los montes limpios, la virulencia es menor, el fuego tarda más en propagarse si el monte está limpio. Hasta 2007 tampoco estaba la BRIF de Lubia y es un medio superpotente. Tenemos ahora mismo tres helicópteros, por lo que estamos muy bien dotados en cuanto a medios aéreos. Nos lo merecemos por nuestra superficie forestal arbolada y el valor de nuestras masas. La mejora ha sido sustancial, lo que no quita que tengamos riesgo y un día nos puedan venir mal dadas, nunca estamos libres. Hay que ser precavidos y no hay que relajarse.

Aunque la dotación en Soria ha mejorado, ¿qué más se necesita en el operativo contra incendios?

Creo que tenemos lo que es racional para lo que es la provincia de Soria. Todo lo que sea a mayores, bienvenido sea. Hay que tener una dimensión del gasto. Siempre hemos preferido gastar más en prevención, casi dos terceras partes, que en extinción. Optamos por tener los montes limpios, llegar cuanto antes a los incendios, que gastar luego el dinero en apagar el fuego. Esa es la filosofía en Soria y en Castilla y León.

Soria ha sido históricamente una referencia en la conservación de sus montes. Las nuevas generaciones, ¿continúan con esta implicación?

Creo que sí, aunque hay más desvinculación del ciudadano, en general, del monte, no solo en Soria, es a nivel mundial. Nos hemos convertido en una civilización urbanita. Aunque estamos en un mundo globalizado, en Soria mantenemos la filosofía de amor y protección al monte, porque nos originan beneficios directos y el que no es propietario o tiene suerte de pinos, de alguna forma se ve beneficiado por la caza, la pesca, las setas... se ha potenciado mucho el uso social del monte. Somos las provincia que más áreas recreativas tiene de la Comunidad, 180 de las cerca de 800 que tiene Castilla y León. El uso del monte nos lo inculcaron nuestros padres y se ha potenciado con la micología. A nadie en Soria le interesa que se queme el monte. Los agriculores, no me canso de decirlo, están totalmente identificados  con el problema y colaboran al máximo.

Estamos en plena cosecha de cereal, se incrementa el riesgo...

Claro, el riesgo ahora es alto. Los agricultores están siendo muy cuidadosos y las organizaciones profesionales agrarias (OPA) están también ayudando mucho. Llevan sus extintores y batefuegos en las cosechadoras y en cuanto hay cualquier conato ponen a disposición sus tractores.

Cuando hay un incendio, ¿sigue yendo la gente del entorno a extinguirlo?

En Pinares se siguen tocando las campañas de los pueblos cuando hay fuego. En general, la gente va a colaborar, pero hoy en día las exigencias de seguridad y salud laboral son estrictas. Cuando va una persona en alpargatas y pantalón corto, hay que  decirle que ayude en labores de apoyo, pero no puede estar en primera línea de fuego. Es difícil decírselo a alguien que va con su buena voluntad a apagar un incendio, pero tenemos que ser conscientes de adónde vamos, hacer caso al jefe de extinción y ponerse a las órdenes de quien tenga el mando en ese momento. Dentro de que somos una civilización más urbanita, vivimos menos el pueblo que antes y puede haber más desvinculación con el monte, pero interés por protegerlo lo tiene todo el mundo.

Aún es pronto para hacer una valoración, ¿qué balance hace de lo que va de campaña estival y cuál es la previsión inmediata?

Aparentemente, hasta ahora hemos tenido un mes de julio fresco, bastantes lluvias a finales de primavera y hay muchas zonas de monte que están verdes, cuando otros años ya estaban agostadas y secas. También ha crecido más la vegetación. Si acompaña alguna tormenta y se refresca el ambiente, es lo mejor que puede pasar. Pero no se puede aventurar. Hasta ahora no ha habido nada relevante [al cierre de la edición].

Se cumplen 21 años del incendio del río Izana (2.450 hectáreas) y seis del de Barcebalejo (570 hectáreas). ¿Están recuperadas estas zonas?

Las dos zonas van muy bien. En la comarca del río Izana el monte está totalmente restaurado y hay árboles con alturas de tres, cuatro y cinco metros. Nos está costando mucho esfuerzo porque es una superficie muy grande y estamos intentando meter distintos proyectos de silvicultura para reducir la peligrosidad por exceso de combustible. Esta zona está perfectamente regenerada, ahora mismo es un repoblado o monte bravo de masa joven. Barcebalejo también va muy bien, se terminó la última parte de sabina y hemos tenido suerte estos dos últimos años que han venido muy buenos para las repoblaciones jóvenes. Tardaremos en ver las masas que teníamos, pero el monte se recupera más rápido de lo que pensamos.

¿En qué proyectos de gestión forestal participa Soria?

Nos acaban de conceder un proyecto Life para silvicultura de Rebollo. Y la estrella, en el que más estamos trabajando desde octubre del año pasado, es en el Life Soria Forest Adapt, que viendo el análisis de la meteorología, de lo que ha pasado en las últimas décadas, y cómo se han comportado las distintas especies forestales, haremos un análisis de ocho diferentes. En los próximos tres años tenemos que ver hacia dónde tenemos que tender, qué tenemos que cambiar en la forma de gestión de nuestras masas arboladas, cuadernillos de zona, pautas nuevas de ordenación... hay que dar herramientas a los propietarios, tanto públicos como privados para que tengan más margen para luchar contra el cambio climático. Es un proyecto piloto que se exportará a Castilla y León, donde se está redactando la ‘Estrategia de Lucha contra el Cambio Climático’, también a otras zonas de España y Europa.