Ágreda, la villa de las tres culturas

Mitxel Girón
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A los pies del Moncayo, puede considerarse un museo gratis y al aire libre

Ágreda, la villa de las tres culturas - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Hace unos meses que escribí en esta misma sección una reseña dando mi opinión sobre la primera temporada de la serie El Cid de Amazon Prime Video. Recibí varias críticas, la mayoría de buenos amigos, diciéndome que el guion era muy flojo, que tenía muy poco de serie histórica, que los actores son muy malos y que claro, qué podemos esperar de una serie española...

La verdad es que vi la primera temporada por curiosidad. Quería ver las localizaciones sorianas que salían en la serie y enorgullecerme un poquito (aparece el Castillo de Almenar, la iglesia románica de San Miguel y las murallas de Almazán, la calle principal de Calatañazor...). Y bueno, seamos honestos, no es la mejor serie de la historia (¿quizás sea Breaking Bad?) pero tampoco es tan mala como dicen algunos. Sí, algunos actores mariocasean un poco (dícese de aquel actor que actúa regular, que no acaba de entrar en el papel, que se le entiende poco al hablar y que está en el elenco de la serie por guaperas. Ojo, que me acabo de inventar el término 'mariocasear'). Y sí, el guion tiene más de telenovela de después de la siesta que de histórica, pero a mí me gustó, me entretuvo un montón.

Así que cuando terminé de ver otras series que tenía pendientes (el aburrido final de Vikings, la sobrevaloradísima El Juego del Calamar y la maravillosa Hilda) me puse con la segunda temporada de El Cid. Empieza floja, pero al segundo o tercer capítulo arranca el Rocknroll. Os lo voy a contar un poco la trama. Se muere el rey y decide repartir su reino entre sus hijos: a uno le deja Castilla, a otro le deja León, a otro Galicia, a su hija mayor le deja Zamora y a su hija pequeña le deja Toro. Y ocurre lo que pasa siempre con las herencias, que se arma la de San Quintín. Si la gente normal termina dejándose de hablar con sus hermanos por la herencia de un simple piso o un cacho de tierra donde plantar tomates, con abogados e historias de por medio, imaginad la que se liaría si en lugar de un piso en el Calaverón lo que está en juego es un reino.

Sí, me ha gustado la segunda temporada, mucho más que la primera. Deja de ser tan telenovelesca y es más cañera. Más batallas, más acción. Me ha recordado a las primeras temporadas de Vikings. Quiero destacar la batalla de Zamora (junto con Soria, uno de los mejores lugares para disfrutar de la arquitectura románica) donde la actriz Alicia Sanz hace muy buen papel como Urraca, con esa actitud entre buena y mala que tenía Cercei Lannister (Juego de Tronos). Por cierto, esa Urraca de Zamora es la que da nombre al cáliz de Doña Urraca, una pieza de orfebrería románica del siglo XI que se encuentra en la colegiata de San Isidoro de León. Es una pieza única y excepcional, hay teorías que apuestan por que es el auténtico Santo Grial, la copa usada por Jesucristo en la Última Cena.

Recomiendo ver la segunda temporada, de verdad. Sin ser una obra maestra, es muy entretenida. Y por favor, dejad de decir frases como «no está mal para ser una serie española». Anda que no me he tragado yo series malas en Netflix y no eran de aquí precisamente. Así que ya basta de denostar todo lo que se hace aquí, ¡copón! Mucho llenarnos la boca con el tema de comprar en el barrio, apostar por el pequeño comercio y los productos locales, pero luego solo vamos al cine a ver pelis de Marvel y únicamente vamos a conciertos de Maluma o del artista internacional de turno. (Lo siento, me sale el músico reivindicativo y underground que llevo dentro).

Algo similar ocurre con el románico. Muchas veces viajamos a grandes ciudades y nos metemos en los museos de arte contemporáneo un poco por cumplir, por decir aquello de «yo he estado allí». No hace falta poner el MoMA o la Tate Modern de ejemplos. Yo mismo he ido al Guggenheim de Bilbao o al Reina Sofia de Madrid y he salido aburrido y sin entender gran cosa. ¿No sería mejor darnos un paseo por la provincia, aprender nuestra historia y comprender nuestro arte a través de yacimientos, ermitas y castillos?

¿Queréis ver un museo? Os ofrezco uno gratis y al aire libre. Se llama Ágreda, conocida como la Villa de las Tres Culturas. Ostenta el título de 'villa', título que el rey entregaba junto a ciertos privilegios, entre los cuales estaba la potestad de poder aplicar justicia en su mismo territorio y tener mayor autonomía respecto a las localidades más poderosas de la comarca. Hoy en día el título de 'villa' es de carácter simbólico, carece de valor administrativo, pero es un buen reflejo de lo importante que fue Ágreda en el pasado.

Está situada a los pies del Moncayo, la montaña más alta que tenemos en la provincia de Soria (y en la de Zaragoza). Fue un antiguo castro celtíbero posteriormente romanizado. En el año 415 llegaron los visigodos y en el 713 ya tenemos constancia de presencia musulmana. En el año 1119 reconquista la villa el rey aragonés Alfonso I el Batallador. A su muerte, la villa es anexionada por el rey castellanoleonés Alfonso VII y repoblada con castellanos de Tierras Altas de Soria, los cuales convivirán con judíos y moriscos hasta 1492 (expulsión de los judíos) y 1610 (expulsión de los moriscos). De esta convivencia viene el nombre de Villa de las Tres Culturas. ¿Fue realmente una convivencia pacífica? ¿Es correcto el término 'reconquista' o 'moro'? 

Yo no me atrevo a posicionarme (no por cobardía, sino por ignorancia), pero lo que tengo claro es que tanto una respuesta como la otra van a ofender a algún colectivo, eso seguro. Parece mentira que en los tiempos que vivimos haya casi más censura que en los tiempos de la tele en blanco y negro. Y lo peor de todo es que somos nosotros mismos los que nos convertimos en nuestros propios censores con tal de no ofender al prójimo con nuestras palabras. Se ha puesto difícil hablar con libertad sin molestar a nadie. Menos mal que a todos nos gustan los castillos.

Pero no he venido aquí a hablar de mi libro, sino de la maravillosa Ágreda. Imaginad lo importante que era que todos los reyes castellanos la dotaron de privilegios para que se mantuviera fiel a Castilla. ¡Incluso tuvo su propio fuero! (Un fuero es un conjunto de derechos y privilegios que dota un rey a un territorio, ciudad o persona). Al ser una villa tutelada por el monarca, se asentaron en ella numerosas familias nobiliarias que construyeron palacios como el de los Castejón (renacentista, con un espectacular y premiado jardín).

Pero lo que más me gusta de Ágreda es su Barrio Moro. Desde el siglo VIII fue una medina (ciudad) protegida por una muralla de la cual se conservan dos espléndidas puertas con arco de herradura, la Puerta Califal y la Puerta del Agua. Se conserva parte de la muralla, el torreón bereber de La Muela y la fuente árabe. Junto a la morería encontramos la judería, reconocible por sus estrechas y enrevesadas calles, cuya sinagoga (que es un discreto edificio románico) aún se conserva.

En cuanto a la parte cristiana, hay hasta diez iglesias y conventos, siendo la Iglesia de la Virgen de la Peña la más antigua, con una bonita portada románica. El resto de iglesias son posteriores, de estilo gótico, renacentista y barroco (que conste que también me gustan, pero hay tantas que me quedaría sin tinta al enumerarlas). Como arquitectura civil quiero destacar su Ayuntamiento, un palacio renacentista de comienzos del siglo XVI.

Ágreda no solo fue importante por su ubicación estratégica entre Aragón, Navarra y Castilla, ni por las tres culturas que convivieron en ella durante siglos. En el año 1602 vio nacer a María de Jesús de Ágreda, una de las más grandes místicas de la historia de la Iglesia Católica. Fue consejera de uno de los reyes más importantes de España, Felipe IV. Ambos se escribieron más de 600 cartas donde la monja aconsejaba al rey sobre temas financieros, bélicos y cortesanos. Pero aún hay más. Sor María estuvo evangelizando en Nuevo México y Texas (Estados Unidos de Ámerica). Bien, hasta aquí todo es normal, era algo habitual. Lo que no es normal es que ella nunca abandonó Ágreda. Tenía el don de la bilocación, un don divino que permite a una persona estar en dos sitios diferentes al mismo tiempo. Fue algo tan impactante que estuvo investigada por la Inquisición. En 2008, Ágreda y el Estado de Nuevo México se hermanaron gracias a la devoción que dicho Estado profesa por Sor María. Su cuerpo descansa incorrupto en el Convento de las Concepcionistas de la villa.

Me encantaría tener un don similar para poder visitar todos los maravillosos lugares que esta provincia esconde. Estar paseando por el Barrio Moro de Ágreda mientras me asomo por el arco califal de la fortaleza de Gormaz. Disfrutar de las pinturas de San Baudelio de Berlanga mientras recorro Tiermes. Pero, lamentablemente, a veces pienso que tengo el don contrario, cuando es importante que esté en dos lugares a la vez, no estoy en ninguno. ¿Y por qué no? Pues porque estoy en casa viendo series.