"Estamos para ayudar. Primero informas y luego si acaso multas"

EFE
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"Estamos para ayudar. Primero informas y luego si acaso multas" - Foto: RAQUEL MANZANARES

Cada día ve menos gente por la zona que patrulla y en la que los vecinos suelen acatar las restricciones. Es un guardia civil que tiene claro su papel en la pandemia: «Estamos para ayudar; primero informamos y luego si acaso sancionamos». Y clama: «No queremos caer enfermos, sino dar servicio». Manuel -nombre ficticio, puesto que este agente prefiere no dar su nombre- trabaja en una localidad de la sierra madrileña y describe así su labor en estos días de restricciones para evitar la propagación del coronavirus: «La Guardia Civil está para ayudar al ciudadano y somos flexibles».

Asegura que no siente desasosiego por tener que salir a la calle a sancionar si no se cumplan las normas, ya que es importante la labor de vigilancia, y además la mayoría de sus intervenciones son para ayudar o para aclarar dudas.

«Lo que me da pena y lo caótico está en los hospitales, y en las muertes de las personas mayores», opina. «Por las calles veo todo bastante tranquilo», añade.

Sí reconoce que entre sus compañeros hay «nerviosismo y preocupación» y «cada vez más miedo» porque no quieren caer enfermos, sino «seguir dando servicio», a pesar de que su riesgo es constante: no paran de relacionarse con ciudadanos y de atender avisos.

Explica que el «respeto» se ha incrementado en los últimos días, al ver que han muerto varios compañeros que no eran mayores y no tenían patologías previas, como el teniente coronel Jesús Gayoso, jefe del Grupo de Acción Rápida (GAR) del Instituto Armado.

De hecho, él no estaba usando ninguna protección hasta ahora, ya que solo les repartieron un par de guantes y una mascarilla a cada uno y «obligando a justificar su uso por escrito», y su prioridad es «intervenir rápido». Pero a partir de ahora va a llevar de su casa y a usar unos guantes, una mascarilla y unas gafas de protección, porque no se fía «de la calidad de los que han entregado».

En la última semana, ha vivido varios ejemplos de «picaresca», como el de una chica que iba «perfectamente equipada para correr», con sus cascos y su perro, y que al pararla les aseguró que solo había salido al campo unos minutos a pasear la mascota.

También tuvo que llamar la atención a tres hombres que bebían y fumaban porros en un banco. «Suelen decirnos que no lo sabían... pero sí que lo saben y hacen oídos sordos. Les informamos y, dependiendo, de la respuesta sancionamos: al final depende de los ciudadanos», cuenta.

Algo que le ha llamado la atención es que cada vez escucha por la emisora más avisos relacionados con personas que tienen trastornos psiquiátricos, «unos porque no se medican y otros porque no aguantan encerrados». Un día recibieron cuatro de estos casos en pocas horas. También se reciben más llamadas por intentos de suicidio.

Cree que desde que se decretó el estado de alarma se cometen menos delitos en general, aunque en su zona sigue habiendo robos en casas, algunas precisamente sin moradores porque se fueron a una segunda residencia al estallar la crisis del coronavirus.

Esta epidemia también le trae historias de humanidad, como la de una mujer que se cruzó con unos guardias en la autovía cuando iba a Madrid para llevar a su padre al hospital, posiblemente contagiado. Angustiada, les dijo que quería llegar al hospital cuando antes y sin dudar la escoltaron.

Al preguntarle por su trabajo, incide en que para poder hacerlo tanto él como sus compañeros tienen que estar sanos, ya que si cae alguno es probable que se contagien varios «y no se pueda garantizar la seguridad». «Es una vergüenza que guardias civiles, policías nacionales y policías locales seamos considerados de bajo riesgo... Intentas que los ciudadanos no se acerquen pero las relaciones humanas son así y acabas acercándote, y te puedes contagiar al cachear, al detener, al tocar un coche o una barandilla», explica.