"Nos dirigimos a una parte de la población que es invisible"

Nuria Zaragoza
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Con humildad, pero con cierto punto de rebeldía, ha construido en su parroquia, en Camaretas, la Iglesia en la que cree.Abierta a todos. Abierta siempre. Cercana. Comprensiva. Acogedora. Por todo ello, la FCCR le concede el premio 'Valores Humanos'

"Nos dirigimos a una parte de la población que es invisible"

Su iglesia, más que un espacio de oración -que también-, es un espacio de escucha activa, de acompañamiento, de acogida, de ayuda al prójimo, de solidaridad, de dignificar a las personas. En la 'casa' de Ángel Hernández, el cura de Camaretas, caben todos pero, especialmente, «los invisibles». Tiene claro cuál es su guía, el Evangelio. Ytambién quien es el 'espejo' en quien mirarse:el santo Óscar Romero, obispo asesinado en El Salvador. Quizá por todo ello la Fundación Científica Caja Rural (FCCR) le acaba de conceder el premio 'Valores humanos'. 

La FCCR reconoce su «labor extraordinaria» en favor de los más necesitados y le considera un «ejemplo de vida». ¿Cómo recibe este premio?

Realmente no trabajas para conquistar premios y, cuando me llamó el doctor Juan Manuel Ruiz Liso, me quedé un poco sorprendido. Con el devenir de los días, te vas dando cuenta de la trascendencia que tiene este reconocimiento y lo recibo con alegría, porque va a suponer también dar visibilidad a los proyectos. También es un desafío, porque no es que hayas conquistado nada, es el día a día, y ahora públicamente abres las ventanas de algún modo. 

Llegó en 2018 a Camaretas y, a la acción pastoral propia de una parroquia, ha sumado la casa de acogida Óscar Romero, actos sociales, culturales... ¿Ha logrado hacer la iglesia que le gustaría o todavía está en desarrollo?

Cuando llegamos era un trabajo por hacer porque, aunque la parroquia llevaba constituida unos años, cada uno le pone su acento. Al principio me asusté un poco porque el edificio me superaba. También por la imagen que se daba ante los demás con una iglesia con los materiales muy nobles... Lo primero que dije es: «Aquí hay que meter a Óscar Romero», que es el santo en el que yo me miro y el que me inspira, un hombre entregado a los pobres, con esa dimensión política de la fe, con una preocupación por los derechos humanos... 

A día de hoy es un vivir en esa inquietud constante de intentar dar respuesta a las necesidades de la gente, por eso creo que no hemos llegado a la meta. Es verdad que ahora todo está rodando, pero es un desafío día a día.

Acoge en la parroquia a familias sin recursos, expresidiarios, alcohólicos, drogadictos, refugiados sin refugio, madres solas… a personas excluidas socialmente. ¿Cuántas personas conviven y cómo es esa convivencia?

Ahora somos 23. En el transcurso de los cuatro años y en una convivencia tan plural y tan diversa, en esta casa ha habido y hay de todo. Es cierto que hay algunas situaciones un poco difíciles, pero es una comunidad bastante 'cómoda' porque todos aportan. 

Esta semana hemos despedido a Valeria y a su mamá Francis, que les han dado una estancia en Salamanca. Es lo que pasa en esta casa, que coges mucho cariño y, al final, se van. 

Afortunadamente, ¿no?

Sí, afortunadamente, porque es cuestión de crecer aquí. Vivir en una habitación de una parroquia no es el fin de la vida.  

¿Hay alguna historia, alguna persona, que le haya marcado? 

Mucha gente. Lorenzo era un poco como el Guadiana, subía, bajaba, venía, se iba... pero era una persona a la que hemos querido mucho. El 13 de octubre de hace dos años falleció y son personas que te dejan huella. El tiempo de la pandemia hubo de todo también y hubo momentos muy complicados, pero también bonitos, con gente de la cárcel. Francis nos ha marcado mucho porque es una persona muy buena, activa, comprometida con la casa. El nacimiento de un niño -de Eric y Beatriz, de El Salvador- también nos ha marcado. Gael, que nos levanta todos los días con su abrazo. Los cumpleaños, los cafés... hay experiencias muy bonitas.  

El hecho de que acoja a todas esas personas ¿deja en evidencia que los recursos públicos no son suficientes o no cubren todas las realidades? 

Quizá habría que hacer un estudio. Yo de verdad creo que los Servicios Sociales a nivel de ayuntamientos, Diputación, Junta... están trabajando, pero es verdad también que hay una parte de población que es invisible, que es a la que nosotros generalmente nos dirigimos. Normalmente la gente que viene aquí es porque ha agotado ya todos los recursos y se ha quedado en desamparo o porque han llegado y, sin un empadronamiento, ninguna institución los acoge. Nosotros ahí nos la jugamos también, pero les damos esa cobertura inicial y les ayudamos en toda la tramitación. También viene gente de la calle y, por ejemplo, ahora tenemos dos varones y una familia de la calle. 

Toca llegar a esas cosas donde no hay una cobertura institucional, esa población invisible que no forma parte porque no están administrativamente registrados. 

A las puertas de una nueva crisis, ¿le preocupa lo que está por venir?

Todas las crisis son malas pero golpean más a los débiles. Como parroquia tenemos la fortuna de tener mucha gente detrás que se involucra y que económicamente nos ayuda.En la comida solidaria del otro día logramos 2.000 euros. Todo eso es un desahogo porque soy consciente de que nos va a tocar ayudar a mucha gente a pagar la luz, el gas... Ojalá la gente nos los revele, porque hay gente que por miedo, por sentirse débiles, no dan ese paso. A nivel de templo sé ya que no vamos a poder dar la calefacción, que es de gas natural, y hemos tenido que buscar otras alternativas. 

Su iglesia está abierta a todos y, se podría decir, que a cualquier hora. ¿No deberían ser así todas las iglesias?

Yo creo, y el Papa lo ha dicho, que las iglesias deberían estar abiertas, y no solo en su realidad física, sino también en la espiritual. Decir que no vengan aquí los pecadores... ¿Cómo es eso? Eso es como si en un hospital dijeran que no vayan los enfermos. 

La revolución de la ternura y el encuentro a la que nos llama el Papa creo que es la lógica que nos debería mover a todos. Yo no creo que seamos modelo de nadie y entiendo que la gente, cuando llega a una iglesia, se debe encontrar la puerta abierta y no el rechazo de eres irregular, eres pecador o eres no sé qué. Es que precisamente está justificado que vengáis, que vengamos -porque yo me incluyo en ese grupo de pecadores-, y que podamos descubrir una misericordia que nos atiende en toda la realidad, en lo humano y lo espiritual. 

Sin embargo, hay personas que tienen fe pero se pueden sentir excluidas por ser homosexuales, madres fuera del matrimonio... A veces da la sensación de que la sociedad va por un camino y la Iglesia por otro.

Creo que nos tendríamos que quitar un velo que nos atemoriza. Y creo que lo importante es el desarrollo que el Papa plantea: cultura del encuentro. Yo me tengo que encontrar con la persona y que la persona me encuentre en el relato de su vida. Yo me tengo que dejar afectar por ella, no puedo ir con el estereotipo y la etiqueta de este es homosexual o es tal. Permítele que abra el corazón.

Por eso mi concepción de la parroquia no es configurarla sobre horarios de culto, sino sobre relaciones. Es decir, la gente viene aquí y primero se relaciona con Dios pero, después, se relaciona también con la gente. Y por eso aquí hay mesas camilla, espacios para hacer un abordaje desde lo que cada uno vive...

Es verdad que muchas veces damos la impresión de sectorizar la tarea de la Iglesia, lo espiritual, pero el sueño de Dios es que el hombre viva y que viva en la realidad que vive. Además, es que no creo que nosotros tengamos que etiquetar a la gente, sino abrir un espacio para que tengan un encuentro personal con el Dios que les ama. 

¿Yno cree que sería necesario hacer autoanálisis en la Iglesia? Es evidente que hay cierto desencuentro, ¿no?

Totalmente. Ycreo que ahí tenemos que hacer efectiva la autocrítica. El análisis que hacemos es:el mundo es el que está en el problema, y nosotros vivimos una realidad humana muy compleja en una cultura que está cambiando, y nosotros tenemos que poner el oído. El Concilio Vaticano II ya hablaba de que la Iglesia tiene que estar abierta a esa realidad, a las angustias, a las tristezas de la gente en la realidad que vivimos. Entonces, yo sí veo que a veces hemos favorecido un desencuentro, hemos puesto aduanas. Y el Papa lo dice claro, la Iglesia no es una aduana, la Iglesia es un hospital de campaña donde cada uno viene con su mochila, con su realidad, y es ahí donde tenemos que provocar ese encuentro personal. 

Obviamente en la Iglesia hay unas realidades y no es una 'barra libre' pero, si hay que generar un encuentro con la realidad de la persona, no puedo estar poniendo etiquetas, analizando los papeles que me traes... 

Los argumentos desde ciertos sectores más conservadores, los casos de abusos, de pederastia, no ayudan...

Eso es terrible y entonamos el mea culpa. Es verdad que no nos podemos quedar solo en esto porque seríamos injustos también, pero a los miembros de la Iglesia, y a mí como sacerdote, esto me avergüenza. 

Evidentemente, la Iglesia es mucho más y más grande. Y también es verdad que la Iglesia ha hecho un abordaje de este tema públicamente, y no es que no nos lo estemos planteando. José Luis Segovia, Julián Ríos Martín... están publicando al respecto, e incluso en cada diócesis hay una oficina a las víctimas. Hay una posición activa por parte de la Iglesia, pero evidentemente ha hecho daño.  

La Iglesia debería estar limpia de todo esto. Pero también es cierto que somos muchos más los que no estamos con esas manos manchadas.

Con mucha humildad, pero también con un punto de rebeldía, ha derribado algunas barreras. ¿Ha pedido permiso para todo lo que ha hecho? 

Es mejor pedir perdón que permiso  [risas]. Algunas cosas sí que las he hablado con el obispo o he solicitado ese permiso pero, al final, en las cosas que hacemos es el Evangelio el que me da esa posibilidad. Ha podido haber incomprensiones pero, al final, cuando me voy a la cama me tengo que ir tranquilo. Y me voy tranquilo. 

Es capellán también del centro penitenciario. ¿Cuál es la realidad que ha encontrado en la cárcel?

La realidad con la que me encuentro es la humana, una realidad de gente muy herida, muy limitada, de algunos que reconocen -y otros no- la realidad que han vivido... Es una realidad rota de humanidades rotas, y ahí el Evangelio tiene cabida absolutamente.A mí es una de las realidades que más me ha ayudado. 

Conociendo de cerca esa realidad, ¿cree que es posible la reinserción? 

Yo creo que sí es posible, pero es verdad que las cifras nos hablan de lo imposible. Muchos de los internos que hay son la continuidad generacional, los hijos, nietos... de gente que ya ha estado en la cárcel. Entonces, creo que hay que tocar la realidad familiar, la educativa... 

Creo que el tema de la educación es donde hay que invertir en gran medida. El Papa habla de un pacto educativo mundial donde eduquemos la cabeza, el corazón y las manos. No solo el conocimiento es importante, también actitudes, también valores, y la forma de llevarlos a la práctica. 

El fin de semana celebramos un congreso de pastoral penitenciaria y ahí se han planteando algunas alternativas, no de encerramiento, sino de semilibertad. No solo se trata de pagar una deuda con la sociedad, se trata de adquirir también actitudes y hábitos que te ayuden a establecerte como persona en la realidad social. Creo que es posible pero hay que bucear mucho más en este tema. 

Y en el lado de las víctimas, ¿cómo trabajar el perdón? Entiendo que no debe de ser fácil cruzarse en la calle con el asesino de un ser querido.

Eso se ha abordado desde la pastoral penitenciaria, la justicia restaurativa desde la mediación. Son programas que están ya en varias cárceles. Hay que acercar víctima y agresor, incluso de ETA. [Recomienda el libro Arando entre piedras, de Julián Ríos Martín]. 

La mediación se está haciendo ya porque, al final, la verdadera libertad nace de una reconciliación interior. Contigo mismo pero, también, con la posibilidad de que te puedas restaurar con la gente a la que has dañado. 

¿Y cómo se lleva la fe y la esperanza a un sitio donde falta algo tan importante como la libertad?

Yo compro Biblias y se las llevo, porque es una forma de llevarles la Palabra. No todos, pero la gente está muy abierta a esa realidad. Cada día que voy estoy con ellos, hablamos, jugamos al ping-pong... y luego toda esa gente viene a misa el domingo, y son muy momentos muy muy intensos. Ellos están abiertos, aunque es verdad también que a muchos de ellos, cuando salen, se les olvida [risas] porque la inercia, los hábitos, la estructura personal de muchos está rota, pero la Palabra de Dios tiene eco.

¿Alguna vez ha sentido miedo?

Miedo, no;pero sí hubo una vez con un interno muy concreto que me sentí incómodo. Sí ha habido momentos de frustración, de decir me he equivocado. Es ensayo-error todo el rato. 

Hay veces que te dejas llevar por un paternalismo de «te voy a cuidar», y tienes que ir aprendiendo que son ellos quienes tienen que ir descubriendo su capacidad para crecer y desarrollarse. Es trabajar muchas veces entre la compasión y la indignación, porque a veces dices: «Estoy contigo porque te quiero desde la Palabra de Dios y desde el Evangelio y porque reconozco en ti a Cristo, pero te merecerías un cachete» [risas]. 

¿Cree que no hay personas malas?

Siempre he sido de la idea de que no y, de hecho, creo que en toda persona siempre hay un resquicio de bondad;pero entiendo que hay personas muy heridas y hay actitudes malas. 

Me cuesta creer que no hay algo bueno en una persona, pero es verdad que las experiencias negativas, los callos de la vida... marcan, y por eso es bueno llevar el Evangelio, la buena noticia. ¿Creo que no hay posibilidad?Yo eso no lo creo, pero es verdad que en muchos casos es muy muy difícil. 

Es evidente que hay una crisis de vocaciones al sacerdocio. En su caso, ¿qué le llevó a elegir este camino?

Vas descubriendo. Yo estaba viviendo una adolescencia -una 'borrescencia'- tremenda. No estaba a gusto ni conmigo mismo ni con mi entorno. Estaba repitiendo, tenía problemas con mis padres, con mi hermana, con los profesores, estaba en una rebeldía muy grande, y mi madre me planteó un retiro. Yo no iba ni a misa, pero me fui al retiro y ahí sentí el sentimiento de vacío interior, de no estar a gusto con lo que hacía. Fue un viraje, que yo veo como la acción de Dios. 

El sacerdote que daba el retiro, media hora después de conocerme, me preguntó si me había planteado alguna vez ser sacerdote. Yo pensé... este señor no sabe lo que dice [risas], pero esa pregunta fue trabajando en mi corazón. Cuando volví del retiro no di un cambio radical, pero ya pensaba que quería eso. La gente que estaba a mi alrededor (que estaban en  plena adolescencia, en plan fiesta, fútbol, chicas...) no daba crédito. Al año siguiente me planteé ya ir al seminario. Poco a poco vas descubriendo por donde te dirige Dios. 

¿Nunca ha dudado de su decisión?

En primero de Teología me fui del seminario [risas]. ¿Crisis? Claro que las he tenido. Yme he enamorado. Y hay momentos donde dudas. Pero, al final, hay algo como muy fuerte en tu vida. Yo sé donde he puesto el norte.  ¿Meter la pata? Yo soy pecador como todos, pero decir:«Lo voy a dejar»,  no me ha pasado. Claro que ha habido momentos con experiencias difíciles o crisis, pero eso creo que ocurre en cualquier lugar donde estés. 

¿Los curas también pecan?

También, también, y además lo hacemos fenomenal [risas].

En los templos cada vez se ve menos gente y más mayor. En sus misas, sin embargo, hay jóvenes, familias con niños... pero ¿habría que trabajar más en el seno de la Iglesia por conectar con las generaciones jóvenes?

Totalmente. Yo a las familias no les obligo a venir el domingo, pero sí les digo que creo que tienen que venir. Trabajo cómo llegar al corazón de esta gente, pero no soy tonto y sé que mucha gente está a otras cosas. 

Yo trabajo mi creatividad y mi cercanía, y por eso muchas veces me juego todo no en la decisión que ellos tienen que tomar, sino en ayudarles a que la tomen desde una comprensión, una ayuda a vivir la fe, darles oportunidades y no encuadrar todo en «tienes que pasar por aquí sí o sí». Les das oportunidades para que puedan también por aquí, o por allí o por allá. Creo importante abrir caminos, abrir espacios donde la gente se sienta querida en la realidad que vive. 

Lo que hablábamos antes de los homosexuales... yo soy consciente de que no ha habido una expulsión oficial, pero muchos creen que no les quieren en la Iglesia. Y eso no es verdad. Yo no me voy a meter en tu orientación sexual y a nadie se le voy a negar que pueda crecer o alimentarse en la Iglesia.

Dentro de la Iglesia ¿hacen falta cambios, evoluciones, algunos avances?

Constantemente. El Papa en Evangelii Gaudium habla de conversión personal, conversión pastoral y conversión estructural. Hay estructuras que ya no valen, planteamientos pastorales que tenemos que modificar, y la conversión personal debe ser la primera. Antes hablábamos de abrir las puertas... no son solo las puertas físicas, hay que abrir las puertas de los sacramentos. 

[Lee parte de Evangelii Gaudium] «Todos pueden participar en la vida eclesial». El Papa dice todos, el divorciado, el homosexual, el pecador... [...] «La eucaristía no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y alimento para los débiles». A veces tenemos la idea contraria, no comulgo porque estoy mal, pero ¡es al revés!

Laicos y mujeres ¿se deberían integrar más en la labor evangelizadora?

Creo que es una tarea pendiente todavía, aunque ya se está dirigiendo todo en esa línea. 

Lo sustancial no es el orden sacerdotal, lo sustancial es el bautismo, y el bautismo nos configura a todos en igual dignidad. Luego, sí hay unos ministerios que en este momento están reservados a varones. No sé si llegará un día en que eso cambiará, pero lo cierto es que se está haciendo hincapié en que el bautismo sea lo sustancial. Ahí se está caminando, y creo que hay que estar muy pendientes al sínodo de obispos el año que viene.

¿Quien es el sujeto de autoridad en la Iglesia? ¿El sacerdote? ¿O la comunidad? Yo creo que es una de las metas a las que ójala lleguemos. Es decir, el sacerdote es un miembro muy importante con unas tareas que no son delegables pero es la comunidad.

Cree que, si se pudieran casar los curas, ¿habría más?

Ocurre en otras confesiones y no es simétrico que, por poder casarse, haya más vocaciones. Yo creo que no es determinante. Vivimos en una sociedad muy cerrada a lo trascendente y yo creo que la clave está ahí. Un joven cerrado a lo trascendente es difícil que se plantee una vocación en términos espirituales. 

Y, luego, hay otro tema, a mí el celibato me da mucha libertad. Yo, como hombre, puedo sentir muchas veces la necesidad del cariño de una mujer, de un abrazo, de un beso;pero la libertad que me da el celibato es impagable, porque yo no tengo una carga familiar que atender. 

Terminamos como empezamos. Le califican «ejemplo de vida» pero, ¿qué retos se pone usted para ser ejemplo?

Tengo muchos retos en mi vida. El otro día lo pensaba... Yo no soy pobre, soy desprendido y generoso, pero me gustaría ser pobre, tener esa capacidad de no tener tanto y que me sobre, sino de vivir en una necesidad. En Francia un sacerdote pidió vivir con los presos. Ese nivel de encarnación superior me gustaría. No digo que me tenga que ir a vivir a la cárcel, pero sí tener una capacidad de encarnarme más y de querer a la gente, de no poner barreras, no poner etiquetas, o juzgarles, porque en el mundo en el que yo vivo muchas veces eso es casi espontáneo. Pero hay muchos más retos. El pararme, el dar prioridad a las personas, el mirar a los ojos... a veces las prisas me matan. Me gustaría vivir la gratuidad y que la gente vea en mi algo cercano, no solo de proximidad, también de tiempo, de corazón.