Turismo artístico con nombre propio en El Burgo

Henar Macho
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El sacerdote Tomás Leal fue pionero en abrir las puertas del templo a los visitantes en los70 creando toda una infraestructura turística

Turismo artístico con nombre propio en El Burgo

Hace casi tres meses El Burgo de Osma despedía a uno de sus sacerdotes más conocidos y apreciados, a la par que longevos: el presbítero Tomás Leal Duque, que acababa de cumplir 103 años y casi 80 de servicio a la Iglesia. Pocas semanas después la figura de este sacerdote ha vuelto a la actualidad de la provincia con la noticia del fallecimiento de Erik ‘el Belga’,  el más famoso ladrón de arte del siglo XX y que fue detenido en El Burgo de Osma en enero de 1974 cuando intentaba robar el Beato de Liébana. Ingresó por primera vez en prisión, en la cárcel de Soria, a consecuencia de aquel robo fallido, en buena medida, gracias a la intervención del presbítero.

«Uno de los sacerdotes que más ha hecho por el turismo de El Burgo de Osma y por la Catedral», destaca Ágel de Blas, que fue uno de los monaguillos de la Catedral de la Asunción y conoce de primera mano la labor de Leal en el pueblo.

Tomás Leal nació el 24 de febrero de 1917 en San Juan del Monte (Burgos) y fue ordenado sacerdote en El Burgo de Osma en 1941. Antes pasó por las parroquias de Pedraja de San Esteban, Alcubilla del Marqués o Vildé. «El seminario de El Burgo tenía mucha influencia no solo en nuestra provincia, por eso muchos chavales venían a estudiar a este seminario, porque entonces era la única forma de estudiar interno sin tener que ir a un colegio privado que resultase muy caro», cuenta De Blas. 

ENSEÑARLACatedral. El religioso comenzó siendo el sacristán de la Catedral en los años 70. «Digamos que era el oficio más humilde. Se dedicada a preparar las misas de los otros curas». Pero Don Tomás, aprovechó sus funciones para enseñar en templo. «Tenía las llaves de todo. Antes de él prácticamente nadie enseñaba la Catedral en plan turístico, porque no estaba desarrollado en estos pueblos pero tampoco la Iglesia tenía mucho interés». 

Don Tomás empezó entonces a generar el boca a boca y creó la infraestructura turística de la Catedral contando para ello con el apoyo de sus monaguillos. «Él se metía en los museos a enseñar los tesoros patrimoniales y los monaguillos, que éramos un montón, diez o doce, estábamos por la Catedral captando a los turistas. En esa época el turismo estaba desarrollado en la costa y Canarias, y el turismo de arte interior no estaba para nada desarrollado», incide De Blas.

El sacerdote se dedicó a mimar a los turistas entendidos o que podían tener cierta influencia «porque sabía que ellos luego podían escribir o hablar a otros. De hecho, hay bastantes guías generalistas de turismo que le citan expresamente porque era una referencia». Y es que con casi 90 años le recuerda enseñándolo con la misma pasión. 

Además, fue de la mano del desarrollo de otro atractivo turístico como son las matanzas. «Como una especie de tándem, ayudó a desarrollar la parte gastronómica que tan importante es ahora. Y al revés, se ayudaban mutuamente a crecer».

Recuerda De Blas cómo su infancia y adolescencia, al igual que la de sus hermanos estuvo muy vinculada a la afición y gusto por enseñar la Catedral: ellos cobraban las entradas, vendían las guías, ayudaban con las postales... «y muchas veces llevábamos a un grupo de turistas y les guiábamos, cosa que a la gente le hacía más gracia, que lo contásemos unos niños porque lo que hacíamos era imitar a Don Tomás», comenta.

El sacerdote, además, ha pasado a la historia de la localidad por formar parte de una hecho sin precedentes, como fue el intento de robo del Beato de Liébana por Erik ‘el Belga’. «Lo más importante es el propio edificio de la Catedral pero, dentro de ella, el objeto de más valor es el Beato de Liébana. 

Cabe destacar que en esa época estaba expuesto en una simple vitrina de cristal «y los monaguillos se la enseñábamos a los turistas y el que tenía mucho interés le abríamos la urna y la gente lo tocaba lo ojeaba… era un objeto que no estaba custodiado de ninguna forma», recalca el antiguo monaguillo.

«Era una época en que había mucho robo de obras de arte y en muchos casos se robaba con la connivencia o casi con el encargo de mucha gente que eran los que tenían que custodiar las iglesias y que no siempre eran los curas, a veces también eran vecinos del pueblo». 

En 1974 Soria, como otros tantos lugares de la Comunidad, fue víctima del expolio y el saqueo de ladrones como  ‘El belga’ . «Había muy poco control y no digo que la gente no le tenga cariño a sus cosas pero no las tenía ni custodiadas ni valoradas adecuadamente y Castilla ha sido una de las zonas no solo despobladas sino desprotegidas», lamenta.

‘El belga’ había robado por toda Europa y ya era famoso pero «lo chocante de la situación es que de la banda organizada para el robo el El Burgo -que parece un chiste de un español, un italiano y un belga- al final uno de ellos terminara por hablar sobre los planes que tenían. Gracias a la relación que don Tomás entabló con el italiano, como solía hacer con la gente interesada por la Catedral, llegó a desbaratar el robo.

Estas figuras de la historia de El Burgo de Osma se entrelazan y sirven de inspiración al relato El Cicerone, con el que Ángel De Blas ha querido homenajear al presbítero. Además, con esta obras acaba de estrenar el blog literario La Fábrica de la luz. «Aunque en la novela he ficcionado muchas partes, lo que me han contado es que fue en la bodega bebiendo y bebiendo cuando el ladrón se fue de la lengua, no se muy bien si porque estaba borracho o porque le dio pena el interés que tenía don Tomás por la Catedral». 

Lo que sí es cierto, explica De Blas, es que el italiano fue el que delató al grupo y la Guardia Civil, junto con don Tomás, aguardaron el momento para detenerles durante el robo, escondiéndose incluso en los confesionarios.  Después de esa detención ‘El belga’ empezó a colaborar con la policía española para recuperar muchas de las piezas que él había robado.