Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Los mejores ministros, 'quemados'

11/06/2022

La 'crisis del Pegasus', que es, en el fondo, la crisis del Sáhara con aditamentos peculiares, ha servido, entre otras cosas, para 'quemar' a tres ministros del círculo de confianza de Pedro Sánchez: la titular de Defensa, Margarita Robles; el de Presidencia, Félix Bolaños, y el de Exteriores, José Manuel Albares, que es el que sale más ennegrecido del lance. Tres ministros esenciales para el desarrollo de la próxima 'cumbre' atlántica en Madrid y que yo creo que, pese a todo, no entrarían en una próxima remodelación del equipo de Sánchez, si es que finalmente la afronta, como se dice en algunos círculos, antes de las vacaciones agosteñas.
No quisiera recrearme en el lance, pero parecía difícil hacer las cosas peor: traer clandestinamente al jefe del Polisario, Ghali, esperando que no se enterasen los servicios secretos marroquíes, que operan a placer y en abundancia en territorio español; después, meses más tarde y con cambio del titular de Exteriores, y sin encomendarse, ni informar, ni a Dios ni al diablo, volantazo en la posición española respecto al Sahara, tratando de complacer a Marruecos, enfadado siempre por cualquier cosa que se haga en España sin rendir pleitesía al monarca alauita; luego, no enterarse de que Puigdemont tenía en la manga el as del espionaje 'Pegasus' contra independentistas; a continuación, negar que el Gobierno sepa a quién controla el Centro Nacional de Inteligencia; Inmediatamente, patinazo máximo, salir casi de madrugada en jornada festiva en Madrid para, desde La Moncloa, informar de que gente desconocida --no podía ser otro que Marruecos, por cierto, pero eso el Gobierno no puede decirlo-- había controlado también mediante el sistema 'Pegasus' los teléfonos de nada menos que el presidente del Gobierno, la ministra de Defensa y el ministro del Interior.
Y, por fin, ante el previsible cabreo de Argelia ante el cambio de posición española sobre el siempre arduo tema del Sáhara, nueva falsedad gubernamental asegurando que Argelia había sido informada del viraje, restando importancia a la reacción de Argel. Un vecino del sur al que deberíamos conocer mejor, porque suele ser previsible y con el que manteníamos unas bastante buenas relacionen que incluían un trato favorable en el suministro de un bien estratégico como el gas. Con lo cual ahora están enfadados Argelia y los espiados 'indepes' catalanes a los que prácticamente ninguna explicación se ha dado tampoco. Y los marroquíes no es que se hayan echado en brazos de España precisamente tras el cambio de posición en el tema del Sahara. Así que el el negocio ha sido pésimo.
Todo lo dicho ha derivado en una pérdida de credibilidad del Gobierno tan grande que incluso han comenzado a aventarse especulaciones acerca de si el viraje sobre el Sahara fue una imposición de Marruecos tras conocer Rabat el contenido de las conversaciones telefónicas de Sánchez y espiadas (presuntamente) por los 'servicios' marroquíes. Simplemente, rechazo tales especulaciones, muy abundantes estos días en tertulias y columnas, que carecen de la menor prueba o verificación oficial: me niego a creer que el presidente de mi país dé un giro tan complicado --como se está viendo-- a la política exterior chantajeado por Marruecos simplemente para ocultar alguna conversación embarazosa.
Y creo que los medios de la oposición que alientan estas tesis deberían tener más prudencia; claro que mejor hubiese sido que, desde el comienzo, la transparencia gubernamental hubiese funcionado mejor y hubiesen compartido con la oposición, y hasta con sus propios coaligados, las razones --¿presiones de Estados Unidos?-- que han movido a este giro en la política norteafricana. Y que, de paso, hubiese el presidente evitado abrasar a sus ministros ordenándoles acciones que cualquier párvulo hubiese podido calificar como equivocadas. Muy, muy equivocadas.