Hoy es Santiago. Creo que sigue siendo el patrón de España. Aunque con semejante distinción no le honramos como se merece. Es fiesta en un par de comunidades autónomas y en un puñado de localidades por las que atraviesa el Camino. Ni siquiera el calendario de Castilla y León tiene marcado en rojo el 25 de julio y eso que de ruta jacobea tenemos un rato. En los municipios donde sí es un sábado feriado habrá misa y el personal se pondrá sus mejores galas, pero nada de verbenas en la plaza. Ni siquiera para echarse una jota o bailar de lejos. En la vecina Extremadura, su gobierno regional sí que autoriza el bailoteo festivo, pero nada de agarraos, a metro y medio de la pareja y con la mascarilla de rigor.
En nuestra región no tendremos verbenas este verano pero sí ocio nocturno. La Junta no se ha puesto en plan cierra bares, a pesar de los excesos del ímpetu juvenil que está ocasionando la mayoría de rebrotes de las últimas semanas. Se pone firme, eso sí, con las sanciones si no se cumplen las normas sanitarias. La consejera de Sanidad animaba a los jóvenes a divertirse con condicionantes para ayudar a evitar la propagación del virus. Es difícil divertirse con condicionantes, sobre todo cuento eres joven. Pero puede ser muy costoso hacerlo de otra manera. O contraproducente. La nueva normalidad también era esto, buscar alternativas a las juergas veraniegas o moderar las muestras de efusividad.
Hemos consumido parte de este extraño verano y no parece que lo que nos queda vaya a ser muy diferente. Seguirán proliferando los rebrotes, las comarcas que tengan que retroceder a las primeras fases de la desescalada. Crucemos los dedos para que no regresen las tinieblas y que un nuevo confinamiento nos encierre de nuevo y paralice la actividad. El golpe sería demasiado duro y entonces, más que la ayuda europea y el beneplácito de los países frugales, necesitaríamos la intervención divina para salir del hoyo. Tengamos verbenas, pero con prudencia.