Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El político

13/03/2020

Hace unos meses, se pensaba que Joe Biden sería el candidato perfecto para derrotar a Donald Trump al ser un vivo ejemplo de la moderación política, activo tan raro en estos tiempos convulsos. Esa aureola de invencibilidad empezó a romperse cuando su partido inició el proceso de destitución del presidente. Básicamente se quería echar a Donald Trump por creer que había chantajeado a Ucrania para que investigara los turbios negocios del hijo de Joe Biden en Ucrania. Por suerte para él, el proceso descarriló rápido porque los republicanos y los votantes nunca creyeron que la actuación fuese legítima; más bien parecía una cacería política.

Después, vino el terremoto Bernie Sanders, la explosiva Elizabeth Warren y el resto de políticos desconocidos, aparentemente moderados que acompañan al circo de las primarias. A lo lejos se intuían las ganas del millonario Michael Bloomberg por entrar en escena si se daban las circunstancias correctas; las cuales se concretaban en que Sanders tuviera tal ventaja que fuera creíble su nominación. Después de 500 millones, Michael ha visto que no tenía nada que hacer, Joe Biden ha tenido un magnífico resultado en el supermartes donde todos los moderados del universo demócrata le han votado para frenar al idealista y profundamente de izquierdas Bernie Sanders.

En Estados Unidos la palabra socialista no posee la misma resonancia que en Europa, allí lo asocian con el comunismo más fiel y les recuerda a la época soviética; a la dictadura y mucho más cercana al ideario podemita. Bernie a sus 78 años es un radical sin matices para una gran mayoría del electorado y se puede permitir el lujo de afirmar que no se ha molestado en calcular el coste económico de sus propuestas.

Siguiendo esta lógica, los demócratas pragmáticos habrían escuchado las reflexiones de Mark Lilla y habrían decidido apoyar una victoria del jovenzuelo Biden, el cual solo tiene 77 primaveras. Joe destrozaría sin despeinarse al impresentable de Donald Trump.

Mucho me temo que ambos candidatos no son rival para el republicano, porque nunca cinco años más joven supusieron tanto. La realidad es que el presidente ha desplegado una política aislacionista, políticamente incorrecta, comercialmente muy nacionalista y directa. Su gestión agrada más a las bases demócratas de lo que sus dirigentes quieren reconocer. Para ganar en la vida hay que respetar siempre al oponente y conocer sus fortalezas, porque Trump no tiene solo puntos débiles. Salvo una implosión económica las elecciones parecen decididas de antemano.