Les pongo en antecedentes; mi padre es paciente oncológico. En marzo se contagió de COVID-19. Afortunadamente y después de pasar un mes ingresado con pronóstico grave, lo superó. Pero desde entonces todo ha sido un despropósito. Lo mandaron a casa y nadie le hizo seguimiento. Hasta tal punto, que cuando vinieron a traerle el oxígeno nadie nos explicó cómo o cuánto oxígeno tenía que recibir. Nadie vino a verle. Todas las consultas eran telefónicas, nadie se preocupó de saber si lo que estaba recibiendo era lo correcto, hasta que después de mucho insistir, vino el médico de cabecera y tuvo que corregir la cantidad de oxígeno ya que era insuficiente para su estado de salud. Vergonzoso e indignante es que, en cuatro meses, no se le haya realizado ninguna revisión neumológica desde que le dieron el alta en el mes de abril y, debido a eso, permanezca en casa sin poder salir y sin saber el estado real de su salud. 
Mi padre está enganchado al oxígeno durante absolutamente todo el día. Lleva desde entonces sin salir de casa por depender de la bombona. Necesitaría disponer de una mochila portátil, pero para realizar los trámites para solicitarla es imprescindible la autorización de un neumólogo que compruebe su estado. Pero esa cita no llegaba. Llamábamos y llamábamos y no nos daban respuesta. Tras poner una queja en Atención al Paciente se nos dio cita, ¿y para qué? Para callarnos la boca porque en menos de quince días se la retrasaron y posteriormente se la cancelaron. 
Nos dijeron que a la doctora le habían surgido temas personales y no sabían cuándo se incorporaría, y evidentemente entendemos que es su derecho atenderlos, pero también tiene derecho el paciente a ser atendido. Por lo que hay un problema que solucionar. O se ponen los medios suficientes para sustituir y reforzar el equipo médico o se acelera la burocracia para poder acceder a los recursos necesarios para poder mejorar la calidad de vida de los pacientes o, lo más acertado, ambas cosas. Pero los que tienen que solucionarlo miran para otro lado. Finalmente nos han dado cita para el día 23 de agosto. Lo que supondrá que, si todo va bien, hasta finales de septiembre no podrá salir mi padre a la calle. Es inhumano tener a una persona seis meses en casa con la incertidumbre de si su enfermedad mejora o no.