Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Volando voy, volando vengo

08/04/2022

Tiro de hemeroteca para recordar cifras y fechas (no románticas ni poéticas como las de Machado) del ATI, el aeroparque tecnológico industrial, el proyecto estrella de la Diputación de Soria. Si no fuera porque hay de por medio dinero público, sería un no parar de reír. Mi reacción hilarante se debe a que los argumentos que aparecen en la última noticia de la escuela de pilotos no coinciden con los que se publicaron en enero. El gerente de Flyby, la empresa que forma a los pilotos, dice ahora que no pueden sostener durante más tiempo la escuela, porque el alojamiento es muy caro. En enero, el director del ATI, José Antonio De Miguel, explicó que la escuela no ofrecía servicio de manera temporal porque como consecuencia de la pandemia la matrícula, con alumnos mayoritariamente extranjeros, había bajado mucho en este curso. Digo que me da risa primero porque no se ponen de acuerdo, segundo porque la escuela empezó a impartir sus clases ya en plena pandemia, en septiembre de 2020. Parece obvio que en esas fechas sería mucho más complicado tener una matrícula alta que ahora que ya estamos en fase de gripalización. Pero tengo otra tercera razón que me ha hecho reír al leer la noticia del alto coste del alojamiento. Yo no soy emprendedora pero imagino que antes de poner en marcha cualquier negocio se diseñará un plan de viabilidad en el que se contemplará el coste del proyecto. ¿No sabía Flyby lo que le iba a costar el alojamiento de sus alumnos?

No es el único despropósito del ATI. Hace unos días también se despidió la Escuela Internacional de Vuelo Acrobático. Dice la empresa, Airpull, que no les queda otra por las quejas por ruidos de los vecinos. También me da risa, para qué lo voy a negar. Me parece inverosímil. Total que me pongo a pensar y ¿qué queda en el aeródromo? Los cuatro Hércules que nunca supe cuál era la aportación a mayores del "Bienvenido Míster Marshall" que vivimos cuando aterrizaron como si los sorianos nunca hubiéramos visto un avión.

Desde que en junio de 2020, en plena pandemia, la Junta concediera los primeros 125.000 euros para impulsar el ATI hasta hoy, la Diputación se ha gastado en el aeródromo de Garray la friolera de 3,8 millones de euros entre materiales de obras, reformas, vigilancias y adquisiciones de parcelas (expropiación de por medio). Por cierto que siguen atascados en las expropiaciones por la resistencia de algún propietario y por las dificultades para declararlas de utilidad pública.

A la espera de que la Junta (Vox mediante) cumpla el compromiso de terminar las cúpulas de la energía vinculadas también al ATI con una inversión de cinco millones de euros; me pregunto: ¿qué empresa podría sostener un proyecto con un gasto de casi cuatro millones de euros en dos años y beneficio cero? Y me pregunto también: ¿Soria está gafada?