El fiasco de los equipos sin corazón

Diego Izco (SPC)
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La imagen de un PSG desmoronado da la razón al viejo fútbol... y a la lógica a la hora de armar un conjunto. Las sorpresas (Villarreal o Benfica) son las que han hecho grande este juego

Dos días después del 'milagro' del Bernabéu, uno de los dueños más reconocibles de la banda derecha blanca, Míchel, lanzaba una curiosa reflexión. Decía que el PSG es más un equipo de exhibición que de competición. Y es posible que no hayamos encontrado un cúmulo tan variopinto de artistas de la pelota desde el partido de 'amigos de Zidane' contra 'amigos de Ronaldo'. En París hay genios viviendo en el castillo mágico de Eurodisney (no se sabe si felices habitantes o esclavos encerrados en jaulas doradas), jugando un fútbol que no es real pero lo parece. Y por eso, cuando toca discernir entre jugar y competir, el castillo de naipes se desmorona. El cuadro parisino puede ganar cosas porque tiene una calidad individual muy por encima de la media, pero en cuanto un partido «se pone cabrón», como decía Aguirre, estos equipos sin alma suelen fracasar irremediablemente: tres cuartas partes del madridismo aplaudían con las orejas cuando Pochettino decidió que los tres de arriba serían Neymar, Messi y Mbappé, dos exgenios (¿Cuál será la excusa de Neymar para serlo?) y un genio que juegan partidos aparte de los demás.
¿Milagro? La quinta palabra de este artículo es 'milagro'. Según la RAE, se trataría de un Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino. Ha pasado tantas veces algo así en el Santiago Bernabéu que lo raro o extraordinario terminará por convertirse en hábito. Pasan los años, las generaciones, los aficionados, los entrenadores y los futbolistas, pero eso inexplicable sigue sucediendo entre Chamartín y Concha Espina sin que encontremos explicación lógica a lo que sucede. Así, ver partidos de Copa de Europa en el Bernabéu es como acudir a un espectáculo de magia: si quieres disfrutarlo, no estés intentando adivinar permanentemente los trucos. Sencillamente, ocurre.  

 

Lo inesperado

Así como la primera fase, la liguilla de grupos, es un invento para que solo los más grandes sobrevivan (rarezas como la del Barça este curso son excepciones), la segunda parte de la Champions tiene que más que ver con el fútbol de verdad, con el que todavía huele a viejas Copas de Europa donde lo mismo te las ganaba el Madrid que el Nottingham Forest. Porque este juego debe mucho de su gloria a lo inesperado: que el Ajax perdiese ante el Benfica (0-1) disparando 14 veces a puerta frente a una de su rival, la del gol, solo puede pasar en este deporte; que la Juventus perdiese 0-3 con el Villarreal en Turín solo tiene explicación en las maravillosas anomalías del juego de pelota en que más veces un 'david' acaba tumbando a un 'goliat'. 

 

90 minutos

Que las eliminatorias tienen 180 minutos lo aprendimos de aquellos grandes competidores que sufrieron horrores en la ida y remontaron épicamente en la vuelta. Que algunas solo tienen 90, en aún más grandes competidores que liquidaron todo en la ida con un golpe de autoridad sobresaliente: el Sporting de Lisboa se va de la Champions con el honor de haber empatado en casa del City (donde los locales han ganado 19 de los 23 partidos del curso). Quizás el resultado de la ida tenga mucho que ver en ello (0-5). 

 

A lo suyo

Hay equipos difíciles de entender, claro. El Atlético es uno de ellos. El Chelsea, otro. Hacen lo que hacen porque funciona, sin mayor explicación. Los 180 minutos entre 'Atleti' y United han sido paupérrimos, pero uno no sabe qué hacer y el otro sabe demasiado: pasó el segundo. Y sobre el Chelsea-Lille, el campeón francés todavía no sabe cómo ni por qué ha perdido. Fue incluso más físico que el que creíamos que era el equipo más potente del continente (y por eso ganó la última Champions)… pero se fue eliminado con un 1-4 global. Los campeones son campeones por algo: tienen alma, corazón y algo más.