Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Vox sí-Vox no, he ahí el dilema (no solo de Feijóo)

13/04/2022

Quienes acudieron el lunes a la sesión de investidura de Alfonso Fernández Mañueco como nuevo/viejo presidente de la Comunidad de Castilla y León estuvieron muy atentos a las reacciones de Vox, el nuevo socio de gobierno regional, tras la relativa victoria --quedó finalista, pero no puede ganar-- de Marine Le Pen en Francia. En privado, más de un militante del partido de 'derecha radical' de Santiago Abascal, aunque muy cautos todos en público, no se cortaba a la hora de decir que la buena aceptación del electorado francés a Agrupación Nacional (ex Frente Nacional) es un indicio de que en España, país que agarra la gripe cuando Francia estornuda, ocurrirá más o menos lo mismo. Y no les falta razón: Vox ha acaparado casi tantos titulares estos días como el PP, cuando lo que parece que se juega es el futuro del Partido Popular tras el giro copernicano experimentado en su seno con la sustitución de Pablo Casado por Alberto Núñez Feijóo.
Y es que 'Vox sí-Vox no' se ha convertido en el nudo gordiano que afectará, no lo dude nadie, a la gobernación futura de nuestro país. Casado se oponía a un acuerdo con Vox y salió disparado de la sede de Génova tras su confrontación con Isabel Díaz Ayuso, la pugnaz presidenta de la Comunidad de Madrid, que actúa "sin complejos" --parece el eslógan oficial en este caso-- sobre el espinoso tema de pactar o no con el partido al que nadie en el PP quiere ya calificar como "de ultraderecha".
Cuando visité a Casado, ya dimitido, en el despacho que abandonaba en la sede 'maldita' de Génova, el ya ex presidente, a quien yo, equivocándome por poco, vaticiné, cuando no era nadie, que llegaría a La Moncloa, parecía no entender nada de lo que le había ocurrido. Opiné que todo radicaba, quizá, en aquella intervención suya cuando la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez, en octubre de 2020, donde Casado lanzó un auténtico misil contra Vox. Había mucha gente, y bastante poderosa, que quería afianzar el posible acuerdo entre el PP y Vox de cara a una coalición nacional de gobierno que desplazase a Sánchez, cuando tocase --¿finales de 2023?-- de La Moncloa. Y Casado se había convertido en una piedra en el camino.
Así Casado, por otros motivos, sufrió la misma suerte que Cristina Cifuentes: un pretexto, en este caso los negocios del hermano de Isabel Díaz Ayuso y un presunto espionaje, no bien certificado, contra la presidenta, sirvieron para defenestrar a Casado. El 'caso Vox', junto a las torpezas en la gestión del secretario general, Teodoro García Egea, empeñado en una batalla casi personal contra el entorno de la 'superpresidenta' madrileña, propiciaron el desastre de Casado y la aceptación, por fin, del presidente de la Xunta de Galicia para 'cruzar el Miño'. Y Feijóo no va a cometer el error de enfrentarse con la poderosa 'lideresa' madrileña: de momento, ya ha transigido con adelantar el congreso del PP en Madrid y en facilitar que Díaz Ayuso sea la presidenta regional, algo que García Egea (y Casado) trataban, incomprensiblemente, de dificultar.
Ahora, la clave es saber cómo Núñez Feijóo va a asumir el dilema 'Vox sí', con todas sus consecuencias, o 'Vox no', con todo lo que de eso se pueda derivar. De momento, en Valladolid, la sesión de investidura registró una reafirmación del candidato de Vox y ahora vicepresidente del Gobierno regional en sus postulados: hay que acabar con el Estado autonómico, vino a decir el vicepresidente autonómico Juan García Gallardo en su discurso en las Cortes castellano-leonesas, ante el gesto de circunstancias de los 'populares', entre los que no estaba, cuestiones de agenda dijeron, Feijóo.
Porque las encuestas aseguran que, sin Vox, el PP no puede soñar, de momento y a menos que el 'efecto Feijóo' se desboque, con situar al gallego en el principal sillón de La Moncloa. Ciudadanos parece definitivamente desaparecido y las pequeñas formaciones que pueblan ya la 'España vaciada' no garantizan, aun en el caso de que todas apoyasen la 'opción derecha', una mayoría suficiente para que esta llegue a gobernar. Ni siquiera en Andalucía, donde el ambiente ya huele a elecciones ligeramente anticipadas y donde la popularidad de Juan Manuel Moreno Bonilla es grande, pero lejos, parece, de igualar el fenómeno Díaz Ayuso.
A Núñez Feijóo, en sus últimas declaraciones, le hemos escuchado un tono algo displicente hacia Vox. A él, lo sabemos, no le gusta nada la formación de Abascal y, si hubiese estado en Francia y no hubiese pasado el 'corte' de las primarias, sin duda hubiese aconsejado dirigir el voto hacia Macron y no hacia Le Pen, por mucho que la hija del durísimo fundador del 'Frente Nacional' haya dulcificado sus posiciones antieuropeístas, antiinmigración y, en cierto modo, antisistema. Vox no va a caer en esos errores, pienso, aunque ya ha empezado a disparar contra el Título VIII de la Constitución, dedicado a regular el estado autonómico.
Yo creo que, más que una aproximación del PP hacia Abascal, habría que pregonar lo contrario, una aproximación de Vox hacia las tesis más templadas --y ahora, con Feijóo, más que nunca-- del Partido Popular. ¿Lo entenderán así quienes tengan que entenderlo? No lo sé. De momento, al señor García-Gallardo le pediría que rectificase aquellas primeras declaraciones, en la noche electoral, en las que, eufórico, a los periodistas nos llamó "lacayos", lo que confío que no sea una especie de declaración de intenciones.