Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Triste

24/06/2021

Visto en perspectiva, da un poco de pena. España es, de nuevo, un país hipertenso. Los indultos extreman el enconamiento. La entente queda para mejor ocasión.
A poco que se revise la historia de España (en especial, la del siglo XIX) nos daremos cuenta de cómo de lesivo ha sido para el país el encontronazo entre los dos grandes bloques: la dialéctica conservadores contra liberales agostó los brotes modernizadores, acarreó enfrentamientos bélicos y nos costó la caída del régimen y con él, de su riqueza colonial, para terminar en la gran depresión del 98.
El problema catalán no es nuevo ni lo son sus consecuencias. El estaribel autonómico se montó para encauzarlo, pero no se ha podido. Desde hace unos años, una manada de «hooligans» convertidos en políticos han llevado a Cataluña a uno de sus peores momentos reputacionales, callejón sin salida que sólo se justifica por principios alimentados por la testosterona que a base de causas de prosperidad.
Pero el desencuentro entre el PSOE y el PP está incrementando las dificultades. Es urgente que ambos partidos se pongan de acuerdo sobre materias esenciales, como el embate independentista sobre la región que supone del 19% del PIB nacional.
Los españoles no necesitan tener en Casado y Sánchez dos machos alfa cuya victoria acarree todas las demás derrotas. Al contrario, necesitamos un liderazgo prescriptor de soluciones sincopadas que le garantice a los españoles que la nave está en manos de gente equilibrada. El PSOE ganó las elecciones en Cataluña mientras el PP obtuvo un resultado irrelevante, pero no gobierna porque los perdedores se atrincheran en las desavenencias de los grandes.
Es el momento de la grandeza y de la visión a medio plazo, pero ésta no puede imponerse por decreto gubernamental ni por la permanente apelación a las elecciones para darle la vuelta a la tortilla.