Ni menos listos ni más vagos

Noemí G. Gómez (EFE)
-

Ni confundir derecha con izquierda es un síntoma de la dislexia, ni los niños disléxicos escriben al revés. Esta es una dificultad específica en el aprendizaje de la lectura que todavía arrastra mitos en la actualidad

La dislexia no es una enfermedad, sino un trastorno caracterizado por una serie de dificultades en el reconocimiento preciso y fluido de las palabras y por problemas de ortografía y decodificación -relacionar sonidos con letras y palabras-. No se cura, pero un diagnóstico temprano y una intervención adecuada son claves para el buen desarrollo académico y personal de los niños.

La ciencia la conoce bien, pero aún investiga y debate sobre la o las causas que subyacen este trastorno. Queda tarea por hacer también a nivel social, donde hay que desterrar algunos mitos.

La dificultad a la hora de leer y escribir se traduce en problemas de aprendizaje, explica Beatriz Gavilán, neuropsicóloga y profesora colaboradora de los estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya, para quien esto puede afectar a la autoestima del niño, que ve cómo el resto de la clase aprende más rápido y con menos esfuerzo.

Por eso, insiste, es importantísimo un diagnóstico y una intervención temprana, lo que puede cambiar radicalmente el desarrollo de estas personas, pero también la conciencia sobre la situación en su entorno: padres, familiares o profesorado. «Hay que evitar a toda costa pensar que ese niño no hace las cosas porque no quiere. No hay que sumar problemas al problema base porque eso al final impacta emocionalmente al menor», subraya Gavilán, también de la unidad de rehabilitación infantil del Hospital Beata María Ana de Madrid.

Precisamente un error común es concluir que los niños con dislexia son vagos. Frases como «es un poquito vago» o «ves como si te esfuerzas lo consigues» son especialmente peligrosas porque transmiten al niño que de alguna forma es culpa suya, apunta. De ahí la importancia de la concienciación, recalca esta experta, quien recuerda que los niños con dislexia no tienen un cociente intelectual más bajo que la media. Quizás no lleguen a leer a la misma velocidad que sus compañeros, pero con intervenciones adecuadas sí van a poder cursar sus estudios.

La dislexia tiene un origen neurobiológico y afecta a 0zonas del cerebro que procesan el lenguaje. Tiene además un componente hereditario/genético importante: se estima que entre el 30 y 50 por ciento de los casos tienen antecedentes familiares.

Aunque la idea más extendida es que detrás de este trastorno hay una sola causa, la fonológica, «la  ciencia lleva tiempo diciendo que es mucho más complejo», indica Marie Lallier, del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL). La dislexia parece tener causas multifactoriales, como problemas de atención visual o auditivos, y esa heterogeneidad es la que se investiga.

Según Lallier, los niños con dislexia presentan perfiles muy distintos que ahondan en esa falta de homogeneidad. Por ejemplo, hay menores en edad escolar con problemas fonológicos que efectivamente no pueden jugar con sonidos o presentan dificultades para recordar secuencias de cosas, pero también los hay que, aun no teniendo problemas fonológicos, sí tienen un nivel de lectura muy por debajo de lo que se espera para la edad.