Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


Que no nos despiste Qatar

23/11/2022

El pasado domingo echó a andar el mundial de fútbol más polémico de la historia. En la gala inaugural, el Emir de Qatar, en presencia del presidente de la FIFA, destacó que «será hermoso dejar de lado las cosas que nos dividen para celebrar juntos la diversidad». A pesar de esa muestra de buenas intenciones, la controversia, que nace ya en 2010 cuando se designa a este pequeño país del Golfo Pérsico como sede del mundial, sigue latente entre los más detractores, extendiéndose como una mancha de aceite. Resulta ciertamente difícil entender que se elija a la carta esa sede para la celebración de un espectáculo deportivo de estas características en un país donde no se respetan los derechos humanos y, mucho menos, el de las mujeres.
Los petrodólares han conseguido que un pequeño país, sin tradición futbolística, haya sido capaz de levantar estadios de fútbol vanguardistas en tiempo récord. Una proeza no exenta de polémica ante el elevado coste en vidas humanas, unos 6.500 trabajadores migrantes, como ya constató en su día el diario británico The Guardian. Con el poderío económico que le caracteriza, Qatar enseña al mundo un excepcional modernismo arquitectónico y las faraónicas infraestructuras de las que hace gala con el objetivo de competir con el occidente más innovador. Hasta han creado aficionados de pega para simular ambiente en las calles y, por sorpresa, han prohibido el consumo de cerveza a última hora, en una muestra más de que hacen y deshacen a su antojo.
Sin embargo, el acontecimiento futbolístico acaparará durante unas semanas portadas y horas de televisión. Para muchos será uno de los bálsamos para dejar un poco al margen todo lo que en los ámbitos económico, social y político nos preocupa, que es mucho. Pero no tenemos que despistarnos de la cruda realidad, plagada de nubarrones y no sólo en lo meteorológico. Ya saben que el balón de la suerte y del bienestar social no roda igual para todos y que, lamentablemente, el dinero ejerce su pernicioso marcaje más allá del deporte. Triste, pero así es, devaluando los valores del esfuerzo y la igualdad que cualquier disciplina deportiva debe promover.