Los poemas dedicados de Pérez-Rioja

Sonia Almoguera
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Juan Manuel Blas Aparicio ha decidido donar losmanuscritos a la Biblioteca Pública para ayudar apreservar esta obra de valor «sentimental»

Los poemas dedicados de Pérez-Rioja - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Aurelio Pérez-Rioja (1888-1949) fue uno de los más destacados fotógrafos sorianos del siglo XX y publicó sus obras en prestigiosas revistas de la época como La Esfera, Mundo gráfico o Blanco y Negro y trabajos realizados para el Museo Arqueológico Nacional o el Consejo de Patrimonio durante la II República Española (1931-1939). Sin embargo, su faceta como poeta es menos conocida a pesar de que en 1948 publicó un libro con sus poemas de juventud, Soria canta, 63 poesías dedicadas a la capital soriana. Y, precisamente, en esta faceta literaria acaban de hacerse públicos unos inéditos de Pérez-Rioja, unos poemas que tuvieron un destinatario muy concreto y especial: Juan Manuel Blas Aparicio, el nieto de dos de grandes amigos Juan Aparicio Lapuerta y Emilia Longares Martínez.

Son dos poemas, Carta sin ir a la escuela para mi Petarda Abuela y Hoy 22 de diciembre, que escribió con motivo de su nacimiento y su bautizo en el año 1941, cuando ambas familias residían en Madrid. Blas Aparicio ha atesorado los manuscritos con cariño a lo largo de toda su vida, pero ahora ha decidido donarlos para su conservación a la Biblioteca Pública de Soria. «Ya soy mayor», comenta al tiempo que destaca que su objetivo es que estos escritos se conserven para dar testimonio de la vida y la obra de Pérez Rioja, un hombre «muy inteligente y muy simpático», recuerda. Es consciente de que estas poesías tienen un valor más «sentimental» que literario. «Pero cuando tienes una determinada edad, piensas que lo mejor es que las cosas no se pierdan», insiste. De ahí que haya decidido donar estos poemas, escritos por Pérez-Rioja de su puño y letra en varias cuartillas ya amarillentas por el paso del tiempo. 

Ambos poemas destilan muchísimo sentido del humor y gracejo. Pero, sobre todo, son la prueba del gran cariño y la intimidad en el trato que unía a las dos familias. «Abuela del corazón/ que estás desasosegada/ entre criada y criada/ en la calle de Bretón», comienza una de las obras. Aunque sus abuelos se establecieron en Madrid, como también Pérez Rioja y su esposa Irene García, durante algunas décadas, Blas Aparicio nunca se ha desvinculado de sus raíces sorianas y suele visitar periódicamente la capital soriana. 

Su última visita fue, precisamente, con motivo de la celebración de la fiesta pre sanjuanera del Catapán. Juan Manuel era un niño muy pequeño cuando conoció a Aurelio Pérez-Rioja, «yo tendría como unos seis o siete años cuando murió», apunta, pero le recuerda como una persona «muy vital, muy viva». Y, en este sentido, rememora una graciosa anécdota que dice mucho de su ingenio. «El padre de Irene, con la que después se casaría [en febrero de 1916], no quería que fueran novios», relata. «No quería saber nada de Aurelio porque creía que era un bohemio». Y, de hecho, prosigue, había impedido cualquier tipo de comunicación entre ellos... o eso creía el que después sería suegro del fotógrafo. Porque Pérez-Rioja que, entre los años 1908 y 1915 mantuvo su estudio fotográfico en los soportales de la céntrica calle El Collado de la capital soriana, se las ingenió para conseguir mandar notas a su novia en secreto. 

Y lo hizo utilizando a su propio padre como emisario sin que éste lo supiera. «El padre de Irene iba al Casino de Numancia a tomar café y Aurelio aprovechaba y metía en el forro del abrigo las cartas. Así se comunicaban los novios», recuerda con sentido del humor. Era una de las muchas anécdotas que se contaban en familia sobre este singular artista del que el Archivo Histórico Provincial atesora una buena colección de su valiosa obra gráfica.

toda la vida. Los poemas que Pérez-Rioja le dedicó siendo una recién nacido le han acompañado a lo largo de su vida incluso en sus periplos por distintas ciudades como Almería, Valencia o Madrid, donde ha residido. «Me he vuelto un poco loco buscándolos», señala con sentido del humor, pero al final ha conseguido localizar estos manuscritos que dan fe de la creatividad y el ingenio de Aurelio Pérez-Rioja. 

El fotógrafo, al que el Archivo Histórico Provincial dedicó una exposición en el año 2015, desarrolló también su trayectoria profesional tras su periplo inicial en la capital soriana  donde realizó, entre otros muchos trabajos, una conocida colección de tarjetas postales sobre Soria, en Granada. Allí mantuvo abierto su estudio entre 1916 y 1919. Fue en ese último año cuando se trasladó con su familia a Madrid donde permaneció hasta el año 1942 y se convirtió en un gran retratista.