Soledad Cañavate convivió durante meses con la ELA, esclerosis lateral amiotrófica, sin saber que la padecía, especialmente en los meses previos a la llegada de la pandemia del Covid-19. "En el trabajo me decían que había adelgazado y yo decía que no, que notaba que me estaba consumiendo, como si me secase". Así es que, consulta tras consulta, sin obtener un diagnóstico claro, decidió asistir a fisioterapia, pilates o incluso yoga, hasta que "en una de las clases me tendí en el suelo y ya no me pude levantar, y ahí sí que me asusté".
El momento en el que le comunicaron el diagnóstico lo recuerda bien. "Me quedé tan tranquila, por fin supe lo que tenía, y me fui a comer a un restaurante Michelín, con mi marido y con mi hijo, porque por fin podía ponerle nombre a lo que me pasaba, no era una histérica", recuerda Soledad, que advierte: "Es una enfermedad muy dura; ver que alguien a quien quieres se está agotando o acabando es muy difícil, y la enfermedad afecta a cada paciente de una forma diferente. Yo tengo suerte porque mi ELA es lenta, y puede tardar años en evolucionar".
Por eso, ahora su único plan es "vivir, que es maravilloso". Y sobre el avance de la enfermedad, no teme. "Los médicos me empezaron a contar cómo podía avanzar la enfermedad, pero yo les dije que conforme fuera llegando cada problema, lo iríamos afrontando", afirma.
Hoy se celebra el Día Mundial de esta enfermedad y en el último año la Asociación ELACyL ha registrado 13 nuevos casos de esta enfermedad en toda Castilla y León, donde actualmente hay 164 enfermos que padecen este trastorno, que a su vez, afecta a 217 familiares, encargados de cuidarlos y hacerles la vida más fácil.