A un Dios romano en Numancia

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De calidad extraordinaria, la pieza fue hallada en las excavaciones de Numancia

A un Dios romano en Numancia

Esta pieza, de calidad extraordinaria, se halló en Numancia en las excavaciones de E. Saavedra a mediados del siglo XIX y tiene una cronología de s. II d.C. En la Memoria de las excavaciones de 1867, E. Saavedra y A. Fernández Guerra puntualizan que fue hallada en la parte occidental del Cerro de La Muela en lo que consideraron un templo. El hecho de que apareciera acompañada de otra ara dedicada a Marte, esta fechada, por el tipo de letra, en el s. III d.C. asentó esta tesis. El templo se hallaba en una zona destacada de la ciudad.

Su tamaño, 120,2 cm de altura,  le confiere un  carácter monumental. Hemos de considerar que el conocimiento que tenemos de la religión romana procede de los autores clásicos, del estudio de los templos, de las aras y de testimonios epigráficos. 

Como aspecto destacado, significativo  y condicionante, de cualquier cultura, los indicios de la religión romana transmiten información muy valiosa acerca de la implantación y la aceptación de la romanización, de la organización ciudadana y de la estructura social a través del estudio del estatuto jurídico del dedicante. 

El ara o altar fue dedicada a Jupiter, cuyo culto, de probable origen sabino, fue introducido en Roma por Numa Pompilio aunque será a finales del siglo VI a.C. el momento en que Tarquinio Prisco siente las bases de un culto que tanta importancia tendría en la religión de Estado en Roma a lo largo de toda su historia. Cicerón, más tarde se refirió a Júpiter como numen praestantissimae mentis, «la sobrecogedora presencia de una mente suprema».

En las inscripciones votivas o rogatorias aparece con múltiples epítetos. Al igual que en el templo de la ciudad de Roma, el epíteto del ara de Numancia es IOM, Iovi Optimo Maximo, es decir, el mejor, el más grande. La inscripción de este altar o ara, donde se depositaban y efectuaban las ofrendas, libaciones, sacrificios o la quema de incienso, fue interpretada por A. Jimeno del modo siguiente:

IOVI / O M/ D D

Iovi / O(ptimo) M(aximo)/ D(ecreto) D(ecurionum)

A Júpiter Óptimo Máximo por decreto de los decuriones.

Algunos años más tarde, J. Gómez Pantoja interpretó la última línea como: 

D(onum) D(edit), es decir,

 “por el favor recibido”.

La estructura es la habitual en estos casos, en primer lugar el nombre de la divinidad a que se dedica, en segundo lugar el epíteto elegido y en tercer lugar el nombre del dedicante o el reconocimiento de gratitud por el don concedido.

En la primera interpretación se atribuye su encargo e instalación a  los decuriones. Se accedía a este ordo bien por el desempeño previo de las magistraturas del cursus honorum, lo que, atraía a aquel a individuos por encima de los treinta años y con experiencia en gestión de asuntos municipales, bien por votación en comitia entre las curias,  entre otros procedimientos. En realidad la asamblea rectora que constituía el ordo  decurionum era, de hecho, el senado local, equivaliendo en ocasiones al conjunto de la élite rectora de un municipio, es decir, al cuerpo social que mantiene relación de algún tipo con esta asamblea lo que, sin duda, acabó por convertir a aquellos en un grupo especialmente endogámico y  marcadamente elitista.

Entre otras funciones desempeñaba una labor de control de la acción del cuerpo de magistrados municipales, designaban a los patroni supervisando los ulteriores beneficia para la comunidad, eran responsables de la emisión de variados decretos para la vida municipal y supervisaban las finanzas públicas. La mención a los decuriones no es prueba por si misma de la existencia de un municipium pero si de la existencia de un acto publico en el que los magistrados ensalzaban, políticamente, el carácter romano de la ciudad. 

La segunda interpretación crea la pregunta de cuál fue ese favor recibido colectivamente.

En cualquier caso hay datos de interés en el culto a Júpiter en Hispania: la mayoría de las ofrendas a este dios se han hallado en el área céltica. Ello ha permitido a algunos investigadores considerar que su culto se introdujo fácilmente en las áreas en donde aun se mantenían pervivencias indígenas e, incluso, que escondiera bajo su advocación el culto a un dios prerromano.

Otros autores sin embargo consideran que el principal dios del panteón romano se impondría como símbolo del poder de Roma, como lo  confirmaría el hecho de que los emperadores flavios  impulsaran la religión romana a la vez que desarrollaban el proceso municipalizador  en Hispania. Más aún, el culto a Júpiter fue intenso en los lugares en donde se acumulaban tropas militares, siendo muy escasos, en el área celtibérica soriana, los testimonios en áreas rurales.

Religión, sociedad, política en un templo romano numantino que debió tener ante su espacio principal, techado,  un pórtico y un patio en donde se efectuaran las ceremonias sobre el ara.