Vidal Martínez, el último morador de Fuentes de Ágreda

Ana I. Pérez Marina
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Este octogenario es el único habitante en invierno de Fuentes de Ágreda, donde reside con su perra y sus cuatro burros. Recibe la visita semanal de los agentes de la Guardia Civil, que velan por su bienestar

Vidal Martínez, el último morador de Fuentes de Ágreda - Foto: Eugenio Gutierrez M

Si este reportaje versara sobre los devastadores efectos de la borrasca Gloria, diríamos que el único poblador de Fuentes de Ágreda, Vidal Martínez, se quedó aislado en su pueblo como consecuencia de la copiosa nevada que dejó esta semana prácticamente intransitable la carretera de acceso desde Ágreda. Con los mimbres de la sociedad del bienestar en la que nos movemos, seguramente pensemos que este vecino de 88 años estuvo atrapado, preso en los confines de su localidad. Solo hacen falta pocos minutos de conversación con él para entender lo que significa ser libre. Ser feliz. Pasa el invierno solo en Fuentes de Ágreda, una de esas aldeas espejo de la España vaciada, ejemplo también de las poblaciones que se llenan de veraneantes en agosto. Porque Vidal es el «jefe» del pueblo unos 300 días al año, pero comenta entre risas que pierde los galones en el octavo mes, cuando las casas se ocupan para las fiestas de la Virgen y conviven «130,140 personas» durante esos días estivales.

Le acompaña en su sencilla rutina Pinta, su pequeña perra, y a pocos metros de su casa habitan sus cuatro burros, Bienvenido, Bienvenida, Pablo y Lucía. Y recibe la visita semanal de los agentes de la Guardia Civil del puesto de Ágreda, que en coordinación con los trabajadores del Centro de Acción Social (Ceas) y con el personal sanitario, velan por las necesidades del octogenario.

Acompañamos a los agentes Víctor Mouco, Enrique Martínez y al brigada del cuartel agredeño, Vicente Granados, en su visita ordinaria, aunque excepcional en esta ocasión por las condiciones meteorológicas. Los cuatro kilómetros de carretera que comunican Ágreda con esta pedanía están cubiertos por la nieve y únicamente es posible circular con un vehículo todoterreno. 

Vidal Martínez, el último morador de Fuentes de ÁgredaVidal Martínez, el último morador de Fuentes de Ágreda - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.«Tenemos un plan de coordinación para las pequeñas poblaciones con pocos habitantes e intentamos visitarlos, como mínimo, una vez a la semana, además de las rutas definidas para ir a todos los pueblos de la demarcación», cuenta Víctor Mouco, que trabaja en el puesto de la Guardia Civil de Ágreda desde hace siete meses. También aplican las pautas del ‘Plan dirigido a la prevención y mejora de nuestros mayores’.

El agente pone el acento en que la Guardia Civil no es solo una policía «reactiva», que acude a solucionar los problemas, sino que desempeñan una persistente tarea «preventiva». «Es una labor humanitaria y social», sostiene.

Aunque no es mucho el tiempo que lleva este guardia civil en la comarca moncaína, es palpable el cariño que siente hacia Vidal Martínez. Un afecto recíproco, que se nota en seguida en el recibimiento del único morador de Fuentes de Ágreda. 

Vidal Martínez, el último morador de Fuentes de ÁgredaVidal Martínez, el último morador de Fuentes de Ágreda - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.Porque Vidal ni es huraño, ni reservado, ni hosco, ni esquivo. Nada de lo que se le pueda presuponer a alguien que pasa en soledad los días más cortos y las noches más largas del año. Abre la puerta de su hogar sonriente, complacido por la esperada visita semanal de los agentes de la Guardia Civil. No se olvida de mencionarles que ya les avisó semanas atrás de que caería esta nevada. «¡Buenos días! Ya os dije que iba a haber nieve. Anoche había mucha por aquí y lo he limpiado», explica señalando el sendero que ha abierto con la pala desde la puerta de su casa en dirección a la plaza.

«¿Y cómo está Vidal?», preguntamos. Responde, simple y llanamente: «Aquí estamos, aguantando [ríe]. Estoy de primera. No me asusta porque tengo mucha costumbre de estar aquí solo». Ha vivido 83 de sus 88 años en su pueblo, donde también nacieron sus padres y sus seis hermanos. Hasta no hace mucho, eran tres los habitantes de Fuentes de Ágreda, un hermano de Vidal, que falleció hace cuatro años, y su vecino Inocencio, que murió al año siguiente.

Hubo un paréntesis de cinco años en los que trabajó como pastor en Peralta (Navarra), donde tuvo una novia con la que viajó «por media España» en el coche de la mujer, recuerda. «Aquello se terminó». En 1999 regresó a Fuentes de Ágreda. Admite que antes tuvo la oportunidad de casarse, que cuando era mozo hubo quien lo pretendió, pero él no aceptó. También confiesa que la chica que le gustaba en su juventud no le hizo caso. «Soltero y ¡enhorabuena!, porque con todo lo que se ve en la tele... mejor solo que mal acompañado», suelta espontáneo y divertido. 

autosuficiente. «Siempre le preguntamos por sus necesidades, pero es muy autosuficiente, está como un roble. De momento, no hemos tenido que llevarle medicamentos o comida. Hay unos servicios de taxi establecidos con el Ayuntamiento de Ágreda. En la puerta del bar tiene los números de teléfono, también los de la Guardia Civil», detallan los agentes. 

Una vez a la semana «o tres veces al mes, depende», Vidal se acerca a Ágreda a hacer la compra de la comida y el único medicamento que toma, una pastilla diaria para el estómago. «Compro chuletas, solomillo, costillas falsas, filetes de lomo, de magro... cosas de freír», relata. A Soria capital también se desplaza en el coche de línea, para hacer gestiones, más o menos una vez al mes.

Camina ágil y con firmeza por la nieve. Nos conduce hasta la majada donde residen sus cuatro burros, que esperan la llegada de su dueño provisto de pan duro. «Me he criado siempre con burros, caballos... Desde los once años tenía que ir con el ganado», asegura.

De regreso a su casa, señala que el menú para la comida será «un poco de picadillo que me sobró ayer» y pasará el resto del día viendo la televisión, las «novelas» y el «parte». La nieve le impide en esta jornada cumplir con el trabajo cotidiano como cortar leña, atender el huerto o acometer alguna reparación.

El termómetro apenas supera los cero grados a mediodía, pero Vidal aún no ha encendido la calefacción de leña de su casa. «Hoy no hace falta», asegura. Los agentes le advierten de que tenga cuidado con los cubos con las cenizas y ascuas que saca de la caldera.

hasta los 160 años. El 5 de julio Vidal Martínez cumplirá 89 años. Está «mejor ahora» que cuando tenía 60 años. Hace tiempo pasó una larga temporada en el hospital aquejado de una bronconeumonía y se ha sometido a tres intervenciones quirúrgicas. «Ahora no tengo nada, ni dolores ni nada», sostiene. «Quiero llegar a los 160 años», bromea, «ya veremos si va la cosa bien, pero si se tuerce...».

No es de dar consejos, no hay más consigna que «vivir al día», apunta mostrando el día del mes en el calendario de taco de sobremesa que tiene junto a su particular cuaderno de bitácora en el que apunta con pulcra caligrafía sus quehaceres diarios.

Vidal se despide con un efusivo apretón de manos, con el mismo entusiasmo con el que nos ha recibido. «Cuando vienen pues me alegran, claro», confiesa sonriendo afable a los agentes de la Benemérita.