Achille o Aquiles en Madrid

Ilia Galán
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La obra, una pieza singular del barroco español, cosecha el aplauso unánime del público en su estreno en el Teatro Real

Plano general de la función, que ha regresado a la capital de España con una calurosa acogida por parte de los espectadores. - Foto: Javier del Real

'Αχιλλϵύς , en griego antiguo, si quieren decirlo en extranjero, ha vuelto con esplendores nuevos. Ridícula la moda de desdeñar la lengua española: hasta en mi universidad nos escriben oficialmente con vocablos en inglés, habiéndolos en castellano. Aquiles y no Achille; Ulises y no Ulisse, Alemania y no Deutschland, y deberíamos decir Lérida y no Lleida, pese a nacionalismos periféricos y gobiernos esclavos de lo ajeno, propio de países acomplejados, fascinados por todo lo anglosajón, mientras mantenemos ocultos muchos tesoros de los que otros ya quisieran un destello. Las pantallas del Teatro Real se empeñan en escribirlo en italiano; otras veces titulan en inglés o en diferentes lenguas. Las traducciones no suelen ser completamente literales o fieles al original, aunque en lo esencial transmiten el fondo, sea alemán, francés o toscano...

Nuestro Teatro Real fue el primero, único en reabrir mientras la Covid seguía azotando al mundo y la magnífica obra que ahora se representa, Aquiles en Esciros (Achille in Sciro), quedó colgada un día antes de su estreno, preparada en el escenario durante los tres meses en que duró el estado de alarma; la población encerrada, arrestada en sus casas. Pero ha llegado una hermosa revancha, que con gran gloria el ánimo nos levanta, pues de glorias y grandeza de España, en alianza con Francia, el libreto nos habla. Texto recuperado y que hoy podemos disfrutar en las tablas, después de una investigación del Instituto Complutense de Ciencias Musicales. Esto sucede gracias al deseo expreso del director musical, Ivor Bolton, un inglés que como los grandes hispanistas, John Elliott, Preston, Gibson, etc., tienen más interés en rescatar lo nuestro que los académicos españoles, mirando idiotizados -catetos- hacia lo ajeno. Bolton quiere recuperar las principales obras del barroco español, período de imperial esplendor con grandísima riqueza musical.

Es muy divertido contemplar a Bolton dirigiendo, transmutado, la Orquesta Barroca de Sevilla con sus gestos convulsos y rostros de expresividad singularísima (como Muti al dirigir la quinta sinfonía de Beethoven, pero en cómico); las manos, sin batuta, como mariposas neuróticas, para lograr una sonoridad exquisita, perfectos ritmos, resonancias maravillosamente logradas, con el fenómeno estéreo típicamente veneciano que se hacía en San Marcos, y otras delicias, ora con mandolina, carpa, tiorba, salterio, trompas, trompetas en un excelente juego de contrapunto de un compositor del que pocos tienen noticia.

El contratenor Gabriel Díaz.El contratenor Gabriel Díaz. - Foto: Javier del RealFrancesco Corselli, como Farinelli o luego Boccherini, Domenico Scarlatti y tantos otros, se hizo hispano por la acogida de la corte de modo similar al caso actual de Vargas Llosa, como fueron Haendel en Inglaterra; Lully, Samuel Beckett o Ionesco en Francia, etcétera. Las grandes naciones atraen a los mejores talentos del extranjero y potencian a los propios. Nacido en Parma, de origen francés, Corselli estrenó sus primeras óperas en Venecia -tan apreciado por Haendel que le copió dos arias para un pastiche estrenado en Londres-. Vino a España con Isabel de Farnesio y compuso música para tres de nuestros reyes: Felipe V, Fernando VI y Carlos III, durante casi medio siglo.

Su Aquiles fue una de las tres óperas que compuso para bodas regias y permitieron consolidar la instauración de la ópera en España. Estrenada en el Coliseo del Buen Retiro bajo la dirección de Farinelli, hace casi tres siglos, en 1744, para el enlace entre la Infanta María Teresa Rafael con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV, formó parte de la política de alianzas borbónicas que, como cantan al final con explosión coral y gran aparato, honrarían al mayor imperio del mundo, «el tallo francés con el lirio español». Todavía no censuran esta mentalidad imperial, de aquella época esplendorosa.

No es la primera vez que se utilizaba el tema y el libreto es el mismo de Metastasio, utilizado antes, en 1736, para celebrar en Viena otro grandilocuente enlace, con música de Antonio Caldara. ¿Qué jefe de Estado celebra ahora así sus esponsales? Los tiempos han cambiado y el ornato que antes tenían las artes y la música ya no es apreciado por los dirigentes de un Occidente sin duda decadente.

El clásico tema de un Aquiles travestido como mujer, junto al enredo de roles varoniles interpretados por mujeres -en su estreno ocuparon todos los papeles principales, menos el bajo- parece recordarnos las leyes trans que han hecho caer a la primera ministra de Escocia, pues mientras en Europa las corrigen al ver sus efectos patógenos, aquí se imponen por necios y contra el criterio de los expertos. El resultado, una divertida comedia, que se desarrolla escenográficamente en una cueva de estalagmitas junto al mar; uterino símbolo con juegos de intercambiados sexos, vestidos de griegos usos mezclados con barrocos figurantes de empolvadas pelucas, simbolizando a los monarcas.

Nuestro coro, como suele ser siempre: excelente. El papel de Aquiles, el contratenor español, Gabriel Díaz, sustituyendo a Fagioli -enfermo-, comenzó con la voz algo apagada, pues es de tesitura opaca, sin embargo, en seguida se desarrolló espléndido, muy aplaudido por el público, con un papel casi omnipresente y siete arias.

 Si bien también fue muy adecuado el de Ulises, interpretado por el contratenor Tim Mead; el bajo Palazzi (Licomede), correcto pero de poca potencia, sobre todo en los más bajos; mas las sopranos, tanto Aspromonte (Deidamia) como la navarra Puértolas (Teagene) deslumbraron. Gran expresividad gestual. Los asistentes -muchos famosos- en pie, emocionados, estallaron en grandes aplausos y vítores de entusiasmo.