Cuando Soria quiso llamarse Numancia

Ana Pilar Latorre
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El periódico 'El Porvenir Castellano' promovió una campaña para cambiar el nombre de la provincia y que se mantuviera solo para la capital soriana

Cuando Soria quiso llamarse Numancia

El periódico El Porvenir Castellano promovió en 1922, bajo la dirección de Marcelo Reglero,  una campaña para cambiar el nombre de la provincia de Soria a Numancia como homenaje a la gesta de la ciudad celtíbera. A esta iniciativa que surgió a principios de año, encabezada por el catedrático del instituto soriano Pelayo Artigas Corominas, se unieron todos los rotativos sorianos. Las adhesiones se fueron multiplicando en pocas semanas con el apoyo de las principales instituciones y personalidades, además de intelectuales como Antonio Machado o Gerardo Diego. Sin embargo, la campaña no logró su objetivo y el pleno de la Diputación Provincial desestimó la propuesta en agosto.

«El nombre de Numancia, que ahora en los mapas pasa inadvertido junto al lugar de las ruinas gloriosas, crecerá por el amor de los sorianos a sus más puras tradiciones y se agrandará hasta ocupar toda la provincia, toda la Alta Meseta del Duero, de Burgos a Zaragoza, de Logroño hasta Guadalajara», proponía el artículo de presentación de la propuesta en la portada del rotativo. No era un cambio de nombre «por parecer más sonoro o más estético», sino «un homenaje de justicia a todo el suelo de la antigua epopeya».

Como ya hemos apuntado, se sumaron «de las personas más significativas de la provincia y de la capital», periódicos e instituciones como la Diputación de Soria. Médicos del Hospital Provincial, el obispo, el director del Banco de España, inspectores de educación, directivos y profesores de centros, el presidente del Círculo Amistad Numancia, alcaldes y concejales, abogados del Estado, el presidente de la institución provincial y diputados... «¡Adelante sorianos! ¡Adelante todos los que llevamos en nuestro corazón un amor infinito a las glorias de las que nuestra patria chica se enorgullece, a los hechos acaecidos en nuestro suelo venerado y que no fueron superados jamás! ¡Adelante todos los que rendimos culto a los héroes numantinos!», animaba el rotativo.

En las adhesiones había varios motivos de apoyo, como «resaltar acciones heroicas de nuestros ascendientes», destacando su arraigo a Numancia y comparándolo con el «honor nacional».

Pelayo Artigas Corominas explicaba planteaba que «esta tierra fue testigo del heroismo sin par de aquellos hombres legendarios» y «se siente verdadera y profunda admiración por la gloria indiscutible de Numancia». Le agradó la acogida «entusiasta» de su idea, que definía como «un monumento ideal, mucho más grande que otro cualquiera material que pudiera imaginarse, porque se verá desde todas partes  y su erección resultará totalmente gratis». Confiaba en que, tarde o temprano, se hiciera realidad para «enaltecer la gloria de Numancia». «Que cada pueblo de la provincia, sin perder su nombre, sin abdicar de su personalidad, pueda presumir de ser un pedazo de Numancia», insistía recordando que la Diputación envió cartas a los pueblos para que dieran su conformidad.

capital. No era un «pueril» cambio de nombre, insistían desde el rotativo, sino un homenaje por el que se mantendría el nombre en la ciudad de Soria, como «la capital de Numancia». «No se la hace desmerecer, sino que se encumbra», apuntaba en el periódico poniendo de ejemplos a otras denominaciones «enlazadas» y provincias con dos nombres, como Pamplona y Navarra, Vitoria y Álava, Bilbao y Vizcaya, Guipúzcoa y San Sebastián... Igualmente, decía que en la literatura ya se hablaba de campos numantinos, así como de las glorias y de las tierras de Numancia.

En el artículo España en el Cerro. La bandera de Numancia se decía que la iniciativa «es una deuda de honor contraída con aquellos bravos y remotos defensores de la independencia que, a buen seguro, España reconocerá y sabrá pagar». «Ese augusto símbolo nacional que flamea satisfecho en los días de gran gala o que se muestra abatido cuando pende a media asta debe ondear en Numancia», añadía el catedrático.  «Por eso nosotros, creyendo interpretar el pensamiento unánime de todos nos atrevemos a solicitar de la Superioridad una disposición ministral» que conceda el uso de la bandera nacional a las ruinas de Numancia «no solo para que ondee en todos los días laborales de la temporada oficial de excavaciones».

 Y ahora, cien años después, preguntamos a los lectores de El Día de Soria: ¿Cambiaría el nombre de la provincia a Numancia?