Habla con tu hijo. Será difícil que encuentres una tesitura más propicia en mucho tiempo: tras la pandemia letal, la guerra criminal. Y ambas, entre nosotros. Nos sentimos partícipes de la historia. O deberíamos. Se trata de que nuestros hijos no la repitan. Habla con él.

Cuéntale el dicho que se hizo popular en la Unión Soviética: "Si no robas al estado, robas a tu familia". Que sepa que cuando el gobierno cae en manos de burócratas que lesionan la libertad de los seres humanos y les privan de la información suficiente como para darse cuenta de ello, están empezando a ser esclavos.

Dile que muchos de los padecimientos que nos asolan hoy, igual que siempre, son fruto de los nacionalismos, principal causa de muerte en el mundo a lo largo de la historia. El antagonismo del "nosotros" frente al "yo". También en esta guerra, criminal ajuste de cuentas entre rusos y ucranianos en el escenario del Cáucaso.

Dile que la semilla del diablo germina en cualquier lugar y que cada individuo es responsable de modular la pulsión diabólica que reside en nuestras entrañas y que nos lleva a asistir a escenas como las que estos días nos están partiendo el alma. Explícale que la factura de Putin no la pagaremos con la vida, pero también la pagaremos en cierto modo.

Desde que hace dos años cayera sobre nosotros la maldición de la Covid vivimos con el corazón encogido de miedo, incertidumbre; la suficiencia con la que miramos al futuro por encima del hombro se ha convertido en una rebajada cabeza gacha sobre la que temenos que cualquier momento pueda caernos la guadaña.

Habla con tu hijo y explícale lo que está pasando. Porque solo en sus manos estará en el futuro que la historia llegue a ser distinta. Por ahora, se sigue repitiendo.