Pereza, la madre de todos los vicios

Agencias
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CaixaForum Barcelona propone un «viaje de la hiperactividad a la contemplación» a través de medio centenar de obras de 15 autores

Una cincuentena de piezas integran la exposición ‘Sooooo lazy. Elogio del derroche’. - Foto: Alejandro Garcia

Un «viaje de la hiperactividad a la contemplación» en una exaltación irónica de la pereza como «la madre de todos los vicios». Eso es lo que propone CaixaForum Barcelona en la exposición Sooooo lazy. Elogio del derroche, en la que se integran más de 50 piezas de una quincena de artistas como Ignacio Aballí, Francesc Abad, Ángela Ferreira o Priscila Fernandes. 

La muestra se enmarca dentro de la convocatoria destinada a comisarios de arte menores de 40 años y todos los artistas expuestos son jóvenes y del contexto barcelonés, con excepción de Fernandes.

Los responsables de esta colección, Beatriz Escudero y Francesco Giaveri, que trabajan juntos desde 2017, coincidieron ayer en cuestionar la «hiperactividad constante en la sociedad contemporánea» y en la necesidad de ofrecer una crítica irónica y utópica al consumo a través de las obras de arte.

El mito de paraíso, según la portuguesa Priscila Fernandes. El mito de paraíso, según la portuguesa Priscila Fernandes. - Foto: Alejandro GarciaEscudero reflexionó en torno al hecho de que, en apenas una década, según advierten muchos expertos, la mitad de los actuales puestos de trabajo desaparecerán, «lo que obliga a replantear el orden actual y a repartir mejor la riqueza y la actividad». Giaveri apuntó, por su parte, que, aunque la pereza sea vista como «la madre de todos los vicios», si se ahonda en las teorías del comunismo o del mismo capitalismo, «todas tienden a que no se haga nada», a la vez que vaticinó que, si no se consigue «separar renta de trabajo, esto va a ser una hecatombe».

Influenciados por lecturas de teóricos, que pueden ir de Paul Lafargue a Kazimir Malévich, Marcel Duchamp o Georges Bataille, los comisarios de la muestra invitan al público a un recorrido por varias salas en el que «contraponen vida activa con vida contemplativa».

La primera de las obras es Fábrica derrumbable, de Ángela Ferreira, unas esculturas de madera que evocan las dinámicas de trabajo de una gran fábrica textil, ubicadas junto a la proyección de Aernout Mik Pulverous, en la que unos personajes, con cara de pocos amigos, se dedican a la destrucción metódica de los bienes de un supermercado.

El gallego Misha Bies Golas muestra una colilla sobre una peana blanca. El gallego Misha Bies Golas muestra una colilla sobre una peana blanca. - Foto: Alejandro GarciaIgnasi Aballí, en Malgastar, crea una composición con seis cubos de pintura, con el líquido dentro, porque, según ha apuntado Escudero, mientras «pensaba qué hacer con la obra se le secó la pintura» y el resultado fue esta obra.

También llama la atención en una de las paredes, la obra Nóminas, de Francesc Abad, quien opta por colgar todas sus nóminas, desde el año 1973, cuando todavía se cobraba en pesetas, hasta 2003, cuando le pagaban poco más de 1.000 euros, como profesor, en lo que quiere ser una suerte de autorretrato, representado por una actividad al margen de su trabajo creativo.

La norteamericana Sharon Lockhart exhibe cuatro fotografías de gran formato de unos montadores de la Scottish National Gallery of Modern Art durante la pausa de su almuerzo, que se confunden con las esculturas hiperrealistas de una exposición de Duane Hanson.

La obra ‘Silla Zaj’, de Esther Ferre. La obra ‘Silla Zaj’, de Esther Ferre. - Foto: Servicio Ilustrado (Automático)Las imágenes se encuentran justo delante de una escultura minimalista del gallego Misha Bies Golas, en la que sobre una peana blanca se encuentra la colilla de un cigarrillo, que se ha consumido sin que nadie se lo haya fumado, con ceniza incluida en el suelo. De la veterana Esther Ferrer es Silla Zaj, una obra de 1974, que invita al visitante a sentarse en ella «hasta que la muerte les separe», mientras que del colectivo Agustín Parejo School se puede ver Por favor estamos parados.

En otra de las salas, la portuguesa Priscila Fernandes, con un vídeo filmado en Sao Paulo, alude al mito de Jauja, un «paraíso» en el que no hay que trabajar, y coloca delante unas tumbonas con las que disfrutar de la filmación, pero debido al coronavirus no se podrán utilizar en esta ocasión.

La exposición se complementa con algunos bocetos de New Babylon, proyecto de Constant, que proponía un modelo de vida lúdica, así como con las fotografías de la serie Domingos, de Xavier Ribas, con polígonos y descampados que ve como «espacios de libertad», o con los dibujos de Samuel Labadie de Just Do Nothing.

Camila Cañeque presenta unas inquietantes pestañas en el suelo.
Camila Cañeque presenta unas inquietantes pestañas en el suelo. - Foto: Alejandro Garcia
La última sala expone la obra de la joven Camila Cañeque, unas pestañas en el suelo, como dos ojos cerrados, y en la pared, un código QR, que lleva al visitante a una playa desierta, en lo que quiere ser «una invitación a la huida y la contemplación sin fin».