José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Los ‘otros’ canallas de la guerra

28/05/2022

Yo y mi generación hemos tenido la suerte de no vivir de cerca un conflicto bélico. La guerras de cuando éramos adolescentes quedaban muy lejos y al respecto de la que aún arrastraba secuelas, la civil española, el Caudillo se encargaba de que supiéramos lo mínimo posible de las carnicerías que se perpetraron y todo lo posible, lo imposible, lo ficticio y lo mendaz de los grandes logros de ese señor bajito que despanzurró España no sin cierta colaboración de una izquierda cainita y caótica. El caso es que ahora hasta la meseta Soriana llegan los ecos y lo que es peor, los efectos de una conflagración en el Este de Europa. Mal asunto. Pero peor será si la ingenuidad a la que nos han llevado los años de paz y democracia, no impide ver cómo funciona el mundo. Dicho de otro modo, lo que ocurre más allá de tanques misiles y bombas.
Empecemos por un pequeño detalle para abrir los ojos. En un céntrico bar de Soria han subido de golpe el precio de una copa de vino de un euro cincuenta a los dos euros. Pregunto, con ironía, si es por la guerra de Ucrania. No, me responden. Es por el transporte. Mis neuronas todavía ágiles, atan cuatro cabos para echar cuentas. Una furgoneta con mil botellas de vino, de las cuales salen seis copas, suponen tres mil euros más de ingresos tras la barra de los bares. Echen la cuenta y saquen conclusiones. En el súper también hay curiosidades. Han subido el aceite de girasol por la guerra de Ucrania, cuando el que se está comercializando es de la cosecha del año pasado. Pero lo más gracioso es que también ha subido el aceite de oliva de la que España es la primera productora mundial. Y así mil detalles que también podríamos aplicar a los carburantes o al precio de la luz donde las compañías del sector son tan felices que a sus directivos se les desliza la baba por la comisura de los labios a la espera de la cuenta de resultados de este año.
Como ven las guerras, aparte de matar gente y destruir ciudades son muy útiles para muchos. Y no sólo los fabricantes de armas o los especuladores energéticos, no, también para la clase picaresca que prolifera en este país y sólo necesita una coartada para sacarle la pasta a sus vecinos. Muchos se quedan en la miseria y unos pocos se forran para el resto de sus días. Es la naturaleza miserable de los humanos en general, pero sería injusto no hacer referencia a quienes mantiene la dignidad. Me cuentan que el panadero de Gómara no ha subido el precio del pan porque tenía materia prima almacena y adquirida a precios más baratos. Muchos bares de Soria prefieren mantener sus precios y así sus clientes.
Algo bueno tenía que tener la guerra. Separa el trigo de la paja.