Echenique, el guardián de Podemos

Lourdes Velasco (EFE)
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El hispanoargentino, la nueva voz de los morados, pasó en un año de ser de los más críticos con Iglesias a convertirse en 'azote' de rebeldes

El político, de 41 años, fue militante de Ciudadanos. - Foto: Eduardo Parra

Casi cuatro años después de iniciar su camino como escudero fiel de Pablo Iglesias, el argentino y aragonés Pablo Echenique traslada su rol de guardián a la Portavocía de Unidas Podemos en el Congreso, ante el reto de situarla al servicio del Gobierno progresista mientras dure la legislatura.

Aunque vive en Zaragoza desde los cuatro años, Pablo Echenique Robba nació en 1978 en Rosario (Argentina) con una atrofia muscular espinal que lo mantiene en una silla de ruedas y que lo convertirá en el primer portavoz parlamentario con esa discapacidad.

Ajeno al laboratorio morado de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, Echenique se incorporó a Podemos al poco de su fundación y encontró acomodo en el sector crítico liderado por la andaluza Teresa Rodríguez, desde el que se enfrentó a Iglesias a cuenta del modelo organizativo del partido.

Entró en la dirección ampliada de Podemos -el Consejo Ciudadano- en febrero de 2015 como líder en su región tras haber ganado las primarias al sector del vallecano, y en solo un año se labró la confianza del secretario general, con quien ha trabajado sin fisuras desde que en abril de 2016 lo puso al frente de Organización.

También asumió con lealtad su cese, motivado por la necesidad de revitalizar un partido esquilmado tras años de batallas internas, una purga de la que llegó a bromear en Twitter con una imagen viral de Heidi tirándolo por un precipicio con su silla de ruedas.

«No creo que en Podemos tenga que haber pablistas, carolinistas o errejonistas, hacen falta compañeros que debatan de todo apostando por la lealtad», dijo de él Iglesias el día en que, como sucesor de Sergio Pascual, lo convertía en secretario de Organización y gran aliado contra el errejonismo.

Desde la portavocía de Podemos disparó cuantos dardos pudo contra Íñigo Errejón, pero ninguno como el «de algo tendrá que vivir hasta mayo» que le espetó ahora hace un año cuando se fue a Más Madrid sin haber dejado de inmediato el acta de diputado, algo que hizo cuatro días después.

Sonados fueron también los enfrentamientos con su antigua amiga Teresa Rodríguez, a la que llegó a acusar de querer disolver el partido en Andalucía.

Si Echenique llegó al cargo con la tarea de descentralizar Podemos, dedicó más tiempo a «extirpar las malas hierbas» y acabar con «los cortijos y los reinos de taifas» de la organización con una estrategia que sus críticos consideran autoritaria y sus allegados un ejemplo de la lealtad que faltaba en Podemos.

Además de los problemas en la dirección estatal, el partido se rige ahora por gestoras en seis comunidades -Madrid, La Rioja, Cantabria, Castilla-La Mancha, Murcia y la Comunidad Valenciana- como consecuencia de luchas de poder a las que no fue ajena Madrid.

Lo territorial, secundario 

«El desarrollo y el apoyo a lo territorial siempre quedó en un segundo plano frente a lo estatal», señala un exdirigente de estos territorios que mantuvo en lo personal una relación cordial con Echenique.

En su etapa como jefe de Organización ha llevado a cuestas, aunque con el apoyo cerrado del partido, no haber dado de alta ni cotizado en la Seguridad Social por su asistente personal entre marzo de 2015 y abril de 2016, un asunto por el que fue sancionado en 2017 y que el año pasado ratificó el Tribunal Superior de Justicia de Aragón.

Un fallo que pretendía recurrir porque lo considera «injusto» y argumenta que «abre la puerta a sancionar a miles de familias».

Una vez fuera de la Secretaría de Organización, Echenique pilotó las fracasadas negociaciones con el PSOE para formar Gobierno en julio desde la Secretaría de Acción de Gobierno e Institucional de los morados, y allí mantuvo esa fama de negociador duro labrada en Aragón cuando pactaba los Presupuestos con Javier Lambán.

Porque Echenique fue diputado autonómico desde 2015 hasta 2019, cuando se mudó al Congreso, donde tendrá que aquietar a los versos sueltos de su grupo -si es que los hay- y manejarse en un contexto de colaboración con el PSOE.

Quizás el borrón y cuenta nueva que hizo en Twitter en diciembre le ayuden a restablecer los puentes que ha roto en más de una ocasión con su lengua afilada, que también le ha llevado a decir sin tapujos lo que piensa de los periodistas o el sistema mediático español.

Echenique se mofa hasta de sí mismo -«como sigas así me levanto y me voy», ha bromeado en alguna ocasión sobre su discapacidad- y, aunque sonó como ministro, asume con «honor» ser la voz de Unidas Podemos en un Congreso que aún debate si adaptará sus instalaciones para que pueda subir a la tribuna el primer portavoz en silla de ruedas.

Donde dije digo...

La frase es para enmarcar: «El tiempo de los reproches pasó, hay que darle una oportunidad». Con estas palabras que parecen sacadas de una canción de los años 80, el flamante portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, echaba pelillos a la mar sobre Dolores Delgado, la exministra de Justicia que tiene el dudoso honore de haber sido reprobada tres veces en el Congreso no hace mucho y que es la nueva fiscal general del Estado. Y en una de ellas por, entre otras cosas, cierto comentario homófobo sobre su excompañero y titular de Justicia Fernando Grande-Marlaska. 

Tras recordar que la madrileña pidió disculpas por el insulto grabado por Villarejo y anunciar que propondrían una ley para la elección de ese cargo, no tuvo empacho Echenique en aceptar este polémico movimiento de Sánchez. 

Pero no queda ahí la cosa. Cuando se le recordaron las ácidas críticas de Iglesias a la exalcaldesa de Madrid Ana Botella por ser «esposa de» cuando su novia, Irene Montero, es ministra, dijo: «No voy a entrar en nuestras contradicciones».