Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Cafres

23/03/2023

Las imágenes de la tangana con la que fueron obsequiados los árbitros de un partido de fútbol sala de tercera en León han vuelto a poner de manifiesto un problema severo que atañe a nuestras sociedades: la violencia en el deporte, particularmente contra los trencillas de las categorías inferiores. El Presidente del Comité de Árbitros de Castilla y León, Javier Tejedor, acaba de decir que están hasta el silbato de aguantar a progenitores energúmenos dispuestos a llevar hasta las últimas consecuencias su emulación del hombre de las cavernas con tal de defender que a su chaval no le han pitado un penalti.

El hecho de que el VAR nos haya quitado por unos milímetros a los madridistas un gol determinante para la Liga no significa que estemos autorizados a encomendar al diablo todo el árbol genealógico de los árbitros que tomaron la decisión, pero todavía en el fútbol de alta competición se entiende la pasión que no desborde límites civilizados.

Pero que jóvenes, incluso menores de edad, sean insultados y hostigados por familiares de juveniles el domingo por la mañana mientras los hijos de los vociferantes membrillos asisten al poco docente espectáculo, no deja de ser uno de los más severos problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad: esa violencia larvada de la que se tiñe la cotidianeidad frecuentemente. Y si a ello añadimos otro tipo de violencia no verbal o gestual, como puede ser la de las redes sociales concluiremos que algo hay que hacer porque cada día es más difícil encontrar chavales que quieran arbitrar.

Algo parecido se denuncia recurrentemente en el ámbito sanitario, quejosos andan los conductores de autobuses, achuchados los que trabajan en las ventanillas… Sociedades éstas extremas y poco templadas. Desde luego que todos tenemos parte de culpa, incluidos esos políticos de ceño belicoso que se pasan el día a mamporros excitando a la base electoral. Uséase.