Fernando González Ferreras

PREDICANDO EN EL DESIERTO

Fernando González Ferreras

Catedrático


Bajó el telón

08/05/2021

Por fin ha terminado una de las campañas electorales más zafia y crispada, una campaña en que se olvidaron los graves problemas reales (la pandemia, el batacazo de la economía, etc) porque los partidos se dedicaron a lanzar lemas en vez de medidas; ha primado la mala educación sobre el debate y la bronca sobre los argumentos. Ayuso desarrolló una campaña contra el gobierno de Sánchez y ha sabido llevarse los votos de Ciudadanos y frenar a VOX. Inventó una campaña con lemas muy sencillos («libertad o comunismo») que le proporcionó el control de la agenda electoral, señalando los temas de campaña (cerrar o abrir bares, bajar o subir impuestos, etc) y obligó a los demás a ir a remolque y evitar temas incomodos (examen de la gestión). Planteó las elecciones como un plebiscito y lo ha ganado de calle.
La izquierda no encontró una respuesta eficaz contra Ayuso. Gabilondo ha desarrollado una campaña errática como corresponde a un político «soso». Ha cambiado de opinión pasando de la moderación a las proclamas antifascistas. Ha estado en una campaña que no era la suya con un discurso que no era el suyo. Le han hecho representar papeles que en nada le convenían. Y creo que fue un error el tratamiento y la enorme publicidad con que trataron las amenazas. Las manifestaciones de la ministra Reyes Maroto al recibir una navaja ensangrentada («Hoy, todos los demócratas estamos amenazados de muerte si no frenamos a Vox en las urnas») se volvieron en su contra al saberse el autor.
Más Madrid es quien mejor ha sabido contrarrestar la campaña de Ayuso. Mónica García, sin atacar a sus colegas de la izquierda y sin entrar en el juego de seguir la agenda de Ayuso, ha sido capaz de construir un relato propio y plantear una buena campaña, presentando una imagen amable que se ha traducido en vencer al PSOE.
VOX intentó ser imprescindible en el nuevo gobierno y los resultados no han correspondido a sus expectativas aunque es meritorio: ha resistido el empuje del PP; quizás algunas actitudes radicales no han contribuido a obtener el resultado esperado. Pablo Iglesias, que abandonó la vicepresidencia del Gobierno para «luchar contra el fascismo» y evitar que su partido quedara fuera de la Asamblea ha logrado una pírrica victoria. Edmundo Bal fue a una batalla imposible y su mesurada y digna campaña no obtuvo premio. 
El recuento de votos ha arrojado un claro resultado: Ayuso ha ganado a Pedro Sánchez y a Pablo Casado. Sánchez se equivocó convirtiendo las elecciones autonómicas en una pelea entre gobierno y oposición; Iván Redondo ha perdido por goleada. Casado escuchó desde el balcón de Génova: «Ea, ea, ea, Ayuso a la Moncloa». Ayuso ha desarrollado una campaña casi en solitario, al margen de la sede central del PP, sólo acompañada por Miguel Ángel Rodríguez. Quizá la actuación más llamativa del final de campaña ha sido la espantada de Pablo Iglesias. La noche electoral declaró que abandona la política y todos sus cargos porque no quiere «ser un tapón para la renovación de liderazgos» en Podemos. Curiosa decisión cuando muy pocos días antes prometió que seguiría como representante de su fuerza política «pase lo que pase» recalcando que «estaré donde me coloquen los ciudadanos». Poco ha durado su compromiso; mentiroso hasta el final. En muy poco tiempo ha dilapidado su capital político; de vicepresidente ‘macho alfa’ (salvador de la izquierda) a la salida de la política. 
Y no hablo del vergonzoso ridículo del CIS.