Menas, entre los sueños y la desconfianza

Marta Ostiz (EFE)
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Los menores no acompañados que llegan a España afrontan una carrera contra el reloj para integrarse en un país que les tutela hasta los 18 años, pero luego tienen que buscar un hogar

Menas, entre los sueños y la desconfianza - Foto: F.G. Guerrero

El paraíso no existe, al menos en la Tierra, y eso bien lo saben los miles de africanos que huyen cada día de la miseria rumbo a Europa en busca de una vida mejor. Entre ellos hay menores que no vienen acompañados de adultos. Son los MENAS, unos 12.300 en España. Tienen menos de 18 años y viven bajo la tutela de las regiones, en centros, luchando contra la estigmatización y con la presión de integrarse, antes de llegar a la mayoría de edad, en una parte de la sociedad que los rechaza. Ycada vez más tras varios episodios de violencia que se han vivido en el país y que protagonizaron algunos.

Y es que a los 18 años, «como regalo de cumpleaños», se les pone en la calle con un permiso de residencia, pero sin ayudas ni contratos, según explica la presidenta de la Fundación Raíces, Lourdes Reyzabal, que lamenta la falta de programas de acompañamiento.

Antes de llegar este momento, han recorrido un largo y tortuoso camino que comienza en sus países de origen y acaba en España. «Vienen los mejores, los que más ganas tienen, los más sanos. Hay pueblos que pagan el viaje a una sola persona, que es la que va a aguantar tres años cruzando África, el Estrecho».

«Una vez en los centros, lo que más nos repiten los niños es que quieren estudiar. Nos dicen que han llegado aquí tras mucho esfuerzo y sufrimiento para formarse, contribuir y trabajar», relata Sara Collantes, especialista en políticas de Infancia y Migraciones de Unicef, que ha visitado 15 centros, y en ellos vio mucha decepción.

«En muchos casos podemos hablar de hacinamiento y de situaciones de riesgo», denuncia Collantes, que asegura haberse encontrado «demasiados chicos» que no realizan ningún tipo de actividad formativa. «El grado de frustración, rabia y tristeza de ellos era enorme». Recuerda el caso concreto de un chaval de Costa de Marfil que era costurero y que quería trabajar como fuera.

En el mismo sentido se pronuncia la coordinadora de Programas de Save the Children en Melilla, Giulia Sensini, que conoce de cerca los tres centros para MENAS en esta ciudad autónoma, uno de ellos, La Purísisma, con dos trabajadores sociales y una psicóloga para atender a 700 chicos. Hay casos de menores de 8 o 9 años durmiendo en las mismas habitaciones que adolescentes de 17. «El hacinamiento hace que el clima de convivencia sea más complicado y se dan casos de robos entre ellos, falta de privacidad e incluso de consumo de alcohol y drogas en las instalaciones».

 

Estigmas 

Para Sensini, el estigma es alto y hay muchos bulos, pero lo que realmente existe es una «violencia estructural, constante y cotidiana hacia ellos muy fuerte». «Es fundamental trabajar en la lucha contra los estereotipos porque están desvirtuando la realidad. Son niños y niñas que han tomado la decisión de viajar solos porque están huyendo de situaciones extremadamente complejas». Y darles una oportunidad, como los programas post-18 de pisos tutelados o el proyecto Cocina Conciencia de la Fundación Raíces que involucra a empresarios del mundo de la restauración que ofrecen un contrato de un año a estos jóvenes. La lotería solo le tocará a uno de cada 10.

«Es el sistema en su conjunto el que falla y por eso queremos una estrategia integral, que aborde los temas migratorios, critica Collantes, que deja una frase para la reflexión:«No hay otro camino que el de la integración y para ello es clave no abandonar a estos chicos en la calle el día de su cumpleaños».