Calatañazor, sencillez y lucha en un pueblo con mucho encanto

Ana Pilar Latorre
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En el municipio viven de continuo unas 15 personas y hay censados 48 habitantes. Como en otros muchos, en verano estas cifras se multiplican y se abren todas las casas

Calatañazor, sencillez y lucha en un pueblo con mucho encanto - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Hacemos parada en este impresionante Conjunto Histórico-Artístico desde 1962 que cautiva por su historia y tradición. Mientras contemplamos junto al castillo y el rollo las calles empedradas y las casitas de piedra con vigas vistas de madera y chimeneas cónicas, nos encontramos con los primeros turistas de este día apacible de finales de abril. «Tengo mucha afición a los pueblos con encanto y estamos haciendo un tour por Castilla y León», comenta Maricarmen, de Marbella (Málaga), en compañía de Pascual, Carlos y Maricruz, impresionados todos ellos por la belleza de Calatañazor, además de «su conservación y limpieza». «Se ve que está vaciado pero no abandonado», apuntan mientras hablamos de las posibles soluciones para estos pueblecitos despoblados.

Pronto llega Antonia Ortega, una vecina con mil anécdotas que contar. Sus padres -Ofelia y Ricardo, los dos del pueblo- se dedicaron primero al campo y después su padre cuando enviudó abrió una taberna. «A los 16 años me tuve que ir a trabajar a Barcelona y después a París y a Zaragoza. Pero decidimos volver aquí, porque siempre me ha tirado mucho», comenta. Su familia montó un restaurante y su hija Cristina lleva ahora la tiendecita Bártulos (de mayo a septiembre). 

«Antes se vivía muy bien, con médico, farmacia, veterinario, cura..., pero ahora no hay ni atención médica en condiciones (con el servicio de farmacia sí están contentos) ni cobertura para poder pedir cita o hablar con la familia», por lo que pide apoyo para los pacientes mayores, con problemas de tensión y azúcar. «Vida (apela con cariño), es lo que tienen los pueblos, prometer para no cumplir», lamenta. 

Ya jubilada, en su día a día pasea y charla con vecinos y turistas que suelen preguntar por curiosidades del pueblo, «¡Cuantos más vengan mejor!». Entre sus recuerdos de la infancia: jugar al escondite y al palo, ir a por agua a la fuente, no tener colegio cuando nevaba y hacer guerras de bolas entre los niños del barrio alto y el bajo... Además, participó en el rodaje de Campanadas a Medianoche, de Orson Welles, que recuerda como «rubio y guapo» y «siempre iba con la secretaria detrás con el puro». Ese fue el primer contacto con el cine de muchos vecinos, que luego pudieron ver el estreno en una sábana instalada en el frontón. «Iban a rodar un ahorcamiento y no sabíamos a quién le tocaría, pero al final eran muñecos», bromea. Les daban el vestuario a primera hora y tenían que estar localizables todo el día. «Un día tenía frío con el calzado que me dieron y me puse las zapatillas.Se dieron cuenta tras rodar la escena unas cuantas veces...», rememora divertida acordándose también de que les dejaron sin luz para que no se vieran los cables y que les pagaron "muy bien". Después se grabaron allí Fuenteovejuna, un capítulo de la serie El quinto Jinete, spots de moda en el castillo y, más recientemente, El Cid. «Aunque seamos pocos, no es aburrido», indica llevándonos a uno de sus lugares favoritos, la casa con rinconcito del barrio de la Judería.

En el municipio viven de continuo unas 15 personas y hay censados 48 habitantes (en el pueblo y sus dos pedanías: Aldehuela de Calatañazor y Abioncillo de Calatañazor). Como en otros muchos, en verano estas cifras se multiplican y se abren todas las casas. El panadero irá en poco tiempo cada día, mientras que el pescatero y el frutero llegarán en mayo. Los vecinos usan el transporte a la demanda (lunes y jueves) para ir en Soria a comprar o al médico. Les gustaría que el microbús les dejara en la parte alta del pueblo, por problemas de movilidad y dificultades para llevar peso.

Jaime Ucero es uno de los vecinos más mayores y a sus 95 años se apaña solo en casa, donde sigue cocinando con leña. Es bastante pesimista sobre el medio rural, que para él «está desamparado». Dice que para quedarse en un pueblo hay que tener negocio, que los que se empadronan tienen que quedarse a vivir...; y recuerda que en Calatañazor hubo 80 casas abiertas, 34 yuntas y 22 atajos de ovejas... Él quedó huérfano de madre a los seis años y en su casa aprendieron a hacer de todo y a buscarse la vida, a trabajar pronto.

Nuevo museo

PUEBLO CERCANO Y LUCHADOR

Nos acercamos a la iglesia de Santa María delCastillo (por fuera engaña, porque es impresionante) con los vecinos y el alcalde, Alfredo Pérez. Allí, el arquitecto Francisco Yusta, el delegado de patrimonio de la Diócesis de Osma-Soria, José Sala, el párroco Pedro Ignacio Utrilla y el gerente de Tierras Sorianas del Cid, Javier Martín Olmos, repasan los últimos avances del proyecto de musealización del templo (firmaban la última certificación de obra) que se estrenará este mismo verano. Centrará su contenido en el patrimonio de lo que fue la Comunidad de Villa y Tierra de Calatañazor (agrupaba a 18 pueblos). Será un atractivo más de una de las localidades más visitadas de Soria que, sin embargo, a estas alturas no cuenta con oficina de turismo. «Hay espacios disponibles», como la ermita de la Soledad, de propiedad municipal, incide el alcalde. El párroco, que lleva once pueblos, destaca la espectacularidad de la iglesia en sí, del retablo mayor y el Cristo, al tiempo que nos muestra piezas de interés, como capiteles, esculturas, cuadros y documentos. «Es un pueblo muy cercano y luchador», añade. Le gustaría oficiar allí más bodas y bautizos, no solo entierros...

Antonia muestra con orgullo el Cristo del Amparo (románico gótico), el patrón y con fiestas en su honor el 14 de septiembre. Este tres de mayo se recuperará la bendición de los campos y el dos de julio es Santa Isabel. Allí funciona la Asociación de Amigos de Calatañazor, muy dinámica y que impulsa desde hace años junto a Soria Románica un centro de interpretación en la ermita de San Juan.

En este pueblo hay viviendas municipales alquiladas a familias relacionadas con el pueblo, que van de mayo a septiembre, en fines de semana y en fiestas. El alcalde insiste en las carencias en cuanto a telecomunicaciones (las líneas track van fatal y la cobertura móvil también, mientras que con el Wi-Fi se han buscado la vida) y sanidad, por lo que no descartan movilizaciones, como en Muriel. Yesperan que el nuevo tramo de la A-11 abra en breve y se señalice Calatañazor como Conjunto Histórico-Artístico. 

Los negocios se están viendo muy perjudicados por la falta de cobertura y reclaman una solución con urgencia a las administraciones. Hay que tener en cuenta que en este pueblo que vive en parte del turismo funcionan seis casas rurales (dos de ellas de alquiler completo), cuatro bares-restaurantes y cuatro tiendas, que crean numerosos puestos de trabajo. «Para cobrar el IVA se dan prisa pero no para traer médico ni señal telefónica», denuncian. Además, hay un agricultor y dos ganaderos y un albañil. 

En nuestro recorrido por el pueblo conocemos a Carmen, la cartera, que pasa por allí desde hace tres años y está encantada. Por la parte alta pasea Luis Vinuesa, quien enseguida comenta que están «abandonados de la mano del señor»  y que no hay repetidores. Nació en Calatañazor, su vida laboral transcurrió en Cataluña y años más tarde reformó la casa de un tío y regresó. Pasamos por la zona deportiva y el frontón, junto a la muralla (el Ayuntamiento ha pedido a Patrimonio del Estado que se restaure, aunque el asunto está 'atascado' en Madrid). «Cuando jugábamos a pelota a mano la muralla hacía de grada y los chavales corríamos por arriba», recuerda. Todo el mundo era agricultor o ganadero y en la parte baja de las chimeneas cónicas se colgaba la matanza, «daba gusto entrar a las casas». 

Arquitectura característica, hostelería y comercio 

Construyendo una vivienda «para gente del pueblo» están los albañiles Raúl Ortega, de Calatañazor, y Eduardo Pérez, de Blacos, que se acercan a la jubilación y alertan de la falta de relevo en el sector. Para ellos, como para Carlos de la Orden, ya retirado, las normas de edificación que hay que cumplir es lo que aporta al pueblo ese encanto y tan solo quedan tres casas por rehabilitar. Regresamos al castillo, donde las vistas son alucinantes, tanto de los alrededores (el término tiene 6.155 hectáreas) como de Urbión y el Moncayo, incluso la sierra de Guadarrama.

Al pasar junto a los establecimientos hosteleros Calatañazor y la Casa del Cura, que lleva Carmen Hernando con sus hijos Mario y David, nos encontramos con Yoel Megolla, que llegó de La Laguna (Tenerife) con su novia soriana Irene y encontró recientemente este empleo de camarero, y a Raquel Tarao, una joven rumana que lleva ya siete años trabajando y viviendo «muy a gusto» en Calatañazor. «Cada época tiene su encanto», comenta mientras nos muestra los exteriores de este establecimiento, con vistas privilegiadas y donde ha habido más de una boda. Alfredo, el alcalde, tiene también su tienda, La Alacena, en la calle Real desde hace 22 años, con productos típicos y recuerdos de Soria. Todos se preparan para la época de mayor afluencia del año.

La visita termina con el ganadero Ernesto Ucero, quien controla su rebaño de ovejas con los perros Mora y Pinochín (un cachorro aprendiendo). «No hay ningún pastor estresado» y anima a los jóvenes a dedicarse al campo. De despoblación «mejor ni hablamos», pero coincide con sus vecinos en que «a muchos se les llena la boca y después...».