Consumo de alcohol, el riesgo de una práctica social permitida

S.Ledesma
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Javier Díez, psicólogo de Areso (Alcohólicos Rehabilitados de Soria) alerta de la «gran tolerancia en el entorno: se consiente su consumo y, a veces, se impulsa a ello»

Consumo de alcohol, el riesgo de una práctica social permitida - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

El alcohol es la droga psicoactiva más extendida en nuestro país y es una de las principales causas evitable de mortalidad prematura, de enfermedad y de discapacidad. La edad de consumo se sitúa, de media, en los 16 años, según el último informe publicado por el Ministerio de Sanidad de la encuesta sobre alcohol y otras drogas en España (EDADES) 2019-2020. Pero la media es sólo una aproximación, pues se sabe que hay menores que se inician en la bebida a una edad más temprana. Otros estudios la rebajan a la mitad, a los ocho, y eso arroja un panorama muy cuestionable: niños bebiendo alcohol porque, en realidad, es una práctica social permitida e, incluso, arengada por los adultos. 

Pero, ¿dónde empieza esa permisividad social? «En el caso de los jóvenes y en los niños es la gran tolerancia» del entorno adulto más cercano: la familia. «Les permitimos beber y, a veces, les impulsamos a hacerlo», asevera el psicólogo de Alcohólicos Rehabilitados de Soria (Areso), Javier Díez, quien incide en otra circunstancia que lleva aparejado el consumo de alcohol: que todos los que componemos la sociedad «deberíamos ser tolerantes y permisivos con los que no quieren beber». Al tiempo, el especialista considera que se educa a los menores «en hábitos poco sanos porque muchas veces nosotros mismos los tenemos». 

A edades tempranas también acecha la convicción de creerse inmune, añadida al «desconocimiento» del peligro en general y de los propios «hábitos de riesgo», como el consumo de bebidas alcohólicas. Cabe recordar que el alcohol inhibe progresivamente las funciones cerebrales. Afecta a la capacidad de autocontrol, produciendo inicialmente euforia y desinhibición, por lo que puede confundirse con un estimulante por parte de quien lo ingiere. Su principal componente es el etanol o alcohol etílico y su consumo tiene repercusiones en casi todo el organismo, con manifestaciones en todos los aparatos y sistemas. Tomarlo en grandes cantidades y de forma muy rápida puede afectar la respiración, a la frecuencia cardíaca, a la temperatura corporal y al reflejo de náuseas y, potencialmente, causar un coma y la muerte en el caso más extremo. 

abordar este problema. El problema del alcohol no se ha abordado de una forma tan clara como sí se ha hecho con otras sustancias adictivas, como el tabaco. Existen leyes «necesarias» de prevención del consumo de alcohol en menores, pero cuyo efecto «es limitado y pueden estar en conflicto con los derechos de otras personas si seguimos haciéndolas más restrictivas», considera Javier Díez. Para el psicólogo de la organización de alcohólicos rehabilitados sorianos, estas normativas «forman parte de lo que hay que hacer, pero no son suficientes».

Una de las consecuencias más inmediata de la tolerancia social del consumo de alcohol en menores es el fomento de alcohólicos potenciales y, pese a ser la más grave, existen otras muchas más. Díez pone de ejemplo «que haya personas que no saben divertirse sin beber». «Esto es especialmente triste entre los jóvenes -destaca-, porque no experimentan alternativas de ocio más acordes con su edad y sus necesidades de desarrollo». En su opinión, esta circunstancia «nos empobrece como sociedad», al tiempo que también se depauperan «los entornos en los que nos relacionamos». La normalización de la ingesta de bebidas alcohólicas también tiene impacto más allá de quienes lo ven como su única diversión, una coyuntura de la que no siempre se es consciente y que también tiene un importante impacto en las relaciones sociales: «La exclusión de los que no beben».

enriquecimiento personal. Los botellones son desde hace décadas las reuniones sociales de los más jóvenes. Para Díez «una de las claves (para evitarlos) es que puedan tener un ocio sano que les permita relacionarse», porque «si no tienen otras alternativas terminarán haciendo lo más fácil». Así, opina que actividades como «el deporte, el baile, el contacto con la naturaleza, la participación en tareas de voluntariado, así como potenciar las habilidades e inquietudes personales, entre otras cosas, debe ser tenido en cuenta para ofrecer un ocio alternativo».

Pero no es tan fácil cuando enfrente tienen a adultos que consumen alcohol de forma habitual o incluso en grandes cantidades y no lo ven como un problema. Todo lo contrario, lo perciben como lo más natural del mundo. Así, al igual que sucede con los más jóvenes, para los adultos la clave está en el enriquecimiento personal a través de otro tipo de ocio. «Hay mucho que hacer con el alcohol, el tabaco y las adicciones en general, pero también hay avances y es básica la concienciación social», admite el psicólogo de Areso. No hay que obviar la existencia de «intereses en contra -admite-, pero el aspecto clave es la educación y el enriquecimiento de la vida de la persona, de sus intereses, de su ocio, etcétera». «Hay un largo camino por recorrer, pero eso no debe desmoralizarnos», insiste para inmediatamente echar la vista atrás y ver el positivo avance en materia de tabaco:«Cuando yo era niño el profesor fumaba en clase, el médico te recibía fumando... En los autobuses, en las cafeterías, al lado de los niños en sitios cerrados se fumaba, no se respetaba a los no fumadores. Ha habido un progreso pese a que había personas que decían que eso era imposible». Y en esa línea es en la que se supone que se debería enfocar un menor consumo de alcohol. 

Cómo abordar esto en un país en el que el sector tiene un gran peso económico y turístico es una cuestión que empieza por «distinguir entre formas de beber y costumbres dañinas». «Un bebedor compulsivo no disfruta cuando bebe. Un grupo de 14 personas que bebe 14 bebidas alcohólicas para poder pagar una ronda cada una es una costumbre de alto riesgo que, con el tiempo, sin duda, generará personas adictas. Disfrutar de un buen vino en compañía no tiene por qué ser nocivo y, sin duda, es sano y agradable, siempre y cuando la persona no sea alcohólica o no tenga alguna otra contraindicación».

mitos. Quizá, comenzar a derribar mitos ayudaría a dar un paso hacia la consecución de un menor consumo de alcohol. Porque todavía se mantienen en pie creencias tan absurdas como que beber alcohol sólo los fines de semana no produce daños en el organismo;que ayuda a salir de las horas bajas, a superar el cansancio y a estar más animado, o que contribuye a combatir el frío. Mitos que nos alejan de su real efecto dañino. 

Pandemia y soledad, situaciones «muy duras» que propiciaron la adicción en algunos sorianos

El psicólogo de Areso confirma que durante la pandemia «hubo personas que se iniciaron en su adicción», pues para muchos «las situaciones de aislamiento fueron muy duras». En cuanto a los jóvenes durante este período, insiste en la «falta de percepción de riesgo importante, un ocio muy basado en el alcohol y la irrupción de nuevas formas de consumo y drogas». «El panorama es difícil», considera.