Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Aprietan

16/12/2021

Está terminando el año y muchos ciudadanos apuran sus parcas opciones para zafarse del zarpazo fiscal de la primavera con la Declaración de la Renta. Pero cada día hay menos gateras. No en vano, con datos oficiales en la mano, España ha sido el país europeo donde más han subido los impuestos el año pasado con mucha diferencia sobre el segundo. Irlanda el que más los ha reducido. (Casualmente, éste es el país de mayor crecimiento, explosivo, mientras que el nuestro sigue de farolillo rojo).
Por eso, cuando leí en Diario de Burgos el otro día a un experto decir que se está incrementando la presión fiscal exponencialmente y que se espera que vaya en aumento en el futuro, particularmente porque las herramientas de control son cada vez más sofisticadas, no pude por menos que esbozar una sonrisa displicente. Actividades empresariales como las ventas a distancia a Europa, los pisos turísticos, las criptomonedas, IRPF, sucesiones, donaciones y un largo etcétera están siendo sometidos a particular escrutinio.
Nunca se ha dado tanta prisa el Gobierno en actuar como en la restitución express de la plusvalía municipal, impuesto reventado por los tribunales y resucitado en horas veinticuatro. Bien. Hasta aquí todo correcto pero a la gente no hay quien le quite la sensación de que se aprieta en los ingresos pero los gastos siguen haciéndose con la mano tonta.
Más allá del desembolso social y las infraestructuras y todo eso, los paisanos se sienten frecuentemente atosigados por el Zaqueo de turno, recaudador de un entramado de instituciones insaciables que nunca cuestionan dispendio alguno. Que las inspecciones tributarias apretasen formaría parte de su función. Pero los impuestos son tantos y tan crecientes que a los paisanos les animaría un poco de empatía, un gesto, el famoso apretón del cinturón metiendo la hebilla un agujero más.