Castillos de Soria: Caracena

Mitxel Girón
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Pese a ser BIC, desde hace años no se llevan a cabo labores de conservación

Castillos de Soria: Caracena

Castilla (nombrada en los primeros documentos en castellano antiguo como Castella o Castiella) significa, según su etimología, «tierra de castillos». Otra definición que le robo a Wikipedia. En realidad no estoy descubriendo nada nuevo, todos teníamos más que claro que el origen de la palabra ‘Castilla’ viene dada porque en esta tierra hubo, hay y habrá (a no ser que no los conservemos adecuadamente) un montón de castillos.

¿Hay alguien sobre este planeta al que no le gusten los castillos? Yo creo que no. Porque cuando se habla de iglesias siempre hay algunos que dicen, con cierto tono de superioridad moral, «es que la Iglesia ha sido muy mala, ha vivido a costa de quitarle el pan al pueblo, tiene mucha riqueza y no la reparte, las iglesias deberían ser de todos bla, bla, bla». Señorías, (digo señorías porque parece que hoy en día todos tenemos un juez dentro de nosotros), que a ustedes no les gusten las iglesias porque han sido construidas en base a unas creencias y unas ideas con las que ustedes no comulgan, no les otorga el derecho a vetarlas para el resto de personas. Incluso hay algunos que, seamos creyentes o no, disfrutamos contemplando una buena portada románica como la de Santo Domingo de Soria. No solo es religión, también es historia y cultura.

Total, que hay gente que no disfruta con las iglesias. Vale, lo puedo llegar a entender, ellos se lo pierden. ¿Pero un castillo? No hay nadie que no disfrute viendo un castillo. Es pensar en castillos y nos viene a la cabeza Camelot, el rey Arturo, las pelis de Disney, ‘Juego de Tronos’, ‘Dragones y Mazmorras’, ‘El Señor de los Anillos’, ‘Harry Potter’...todo ese imaginario medieval con reyes, caballeros, bufones, princesas a las que rescatar, dragones, espadas mágicas, torreones y bibliotecas en las que tiras de un libro y se abre una sala secreta. ¡Si es que los castillos son lo mejor! 

Pero dejemos de lado las leyendas y la ficción. Según la RAE, un castillo es un lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones. Es decir, un edificio de carácter defensivo para poder protegerse dentro de sus muros de los posibles ataques del vecino. Dice la Wikipedia que los primeros castillos datan de la Alta Edad Media, sobre el siglo IX. La primera mención que conocemos del término ‘Castilla’ fue el 15 de septiembre del año 800, en un documento de un monasterio de Burgos. Por lo tanto, si en el año 800 esta tierra ya se llamaba Castilla, estaría plagada de castillos levantados con anterioridad a dicha fecha. La conclusión que saco con todo esto que es que los castillos son anteriores al siglo IX. Investigaré sobre ello.

Sus primeros antecedentes son los castros neolíticos, los cuales fueron modificándose según iba avanzando la sociedad y según iban necesitando nuevas medidas de defensa. Posteriormente, los romanos desarrollaron los castrum, campamento militar rectangular protegido por fuertes murallas. Y no solo los romanos, aquí también había murallas (que le pregunten a Escipión lo que les costó conquistar Numancia).

No podemos hablar de castillos sin hablar de feudalismo. Es el sistema político predominante en Europa durante toda la Edad Media. La sociedad se organizaba por estamentos, grupos sociales establecidos por la sangre, no se podía pasar de uno a otro. Imaginad una pirámide: arriba del todo estaba el rey, debajo estaba la alta nobleza y el alto clero.  Bajo estos, la baja nobleza y el bajo clero y en la base de la pirámide, los siervos y los campesinos. Los nobles o señores feudales eran los propietarios de los castillos (eran condes, duques, marqueses...). Eran señores poderosos que protegían a los más débiles (sus vasallos, los siervos y campesinos) a cambio de tierras y trabajo. Es decir, si tu padre es campesino, tú vas a ser campesino, no vas a poder ascender en la escala social. Y vas a tener que pagar al duque una buena parte de la cosecha y otra parte que es para la Iglesia. A cambio, el duque te va a proteger con su ejército de los ataques de los bárbaros del norte y de los musulmanes del sur y el clero va a rezar por ti, para que el día del juicio final no seas condenado a pasar toda la eternidad sufriendo entre las llamas del infierno.

funciones. Los castillos cumplen dos funciones, fortificación y residencia. Los hay más toscos y los hay más finos, algunos llegando a ser verdaderos palacios (pensad, por ejemplo en el alcázar de Segovia o en el castillo-palacio de Olite). Incluso existe otra variedad defensiva, las iglesias fortificadas (me encanta la iglesia de Ujué, en Navarra, o sin ir tan lejos, la iglesia fortificada de Nuestra Señora del Collado, en Valtajeros). Son iglesias que toman un carácter defensivo en tiempos de conflicto, diseñadas para incorporar características militares como muros gruesos, almenas y troneras. Las almenas son los típicos salientes verticales rectangulares en lo alto de los muros y torres. En los espacios que crean se solían meter arqueros, posteriormente cañones e incluso se utilizaban para echar agua hirviendo a los enemigos que intentaban acceder al interior. A su vez, las almenas servían para refugiarse de las flechas y cañonazos del invasor. En cuanto a las troneras o saeteras, son pequeñas aberturas dentro de los gruesos muros para poder disparar desde dentro hacia afuera sin que te alcancen los proyectiles del enemigo. Hay una bonita historia sobre las saeteras del castillo de El Burgo de Osma que otro día os contaré con mayor detalle.

Los castillos solían tener unos elementos comunes, que se repiten en muchos de ellos. Las murallas, algunas con fosos y puentes levadizos, que impedían la aproximación del enemigo. La torre del homenaje, que es la torre principal donde se alojaba el señor o noble. Se encuentra en la posición más abrigada de todo el complejo para que en caso de ataque ésta sea el último refugio. El patio de armas, espacio central abierto donde se ubica el acuartelamiento de la tropa, la armería, la capilla, etc. Hay otros elementos como la puerta fortificada o casa del guarda, que custodiaba la entrada al recinto, el aljibe donde se almacenaba el agua de la lluvia, incluso los pozos de nieve o neveras, que servían para conservar hielo y alimentos congelados.

La mayoría de castillos, como ocurre con las iglesias y otros edificios, han ido reformándose según pasaba el tiempo. No hay que olvidar que esta era una tierra de conflicto casi constante, con continuas batallas y guerras, por lo que los castillos han ido evolucionando según iban sufriendo daños y desperfectos y según iba avanzando la ingeniería. No es lo mismo defenderse de arcos y ballestas que defenderse de catapultas o de armas de fuego y cañones. Por lo tanto, quedan muy pocos castillos tal y como fueron concebidos inicialmente. La mayoría han sufrido cambios estilísticos y funcionales. Muchos se llegaron a abandonar en determinados momentos de la historia, lo que ha hecho que la naturaleza y el paso del tiempo derribe sus muros. Al estar deshabitados han sufrido hurtos y expolios. Otros se han seguido utilizando como bastiones en guerras más recientes y han quedado muy perjudicados.

un centenar. En la provincia de Soria hay más de 100 fortalezas, entre castillos, casas fuertes, iglesias fortificadas, torres y atalayas defensivas. Dentro de mis favoritos se encuentra el castillo de Caracena. Situado a la vera de un río con el mismo nombre, Caracena es un pequeño pueblo al suroeste de la provincia de Soria (cuya iglesia románica de San Pedro es espectacular) que actualmente solo tiene 14 habitantes. El castillo está situado en un alto, entre dos barrancos. Sabemos, gracias a un pleito por la propiedad de unas tierras, que en el año 1136 ya existía un primitivo castillo en la localidad (posiblemente de origen árabe). Estuvo en activo hasta el siglo XV, hasta que los Reyes Católicos tuvieron bronca con el señor de la villa, Juan de Tovar. Don Pedro de Acuña, conde de Buendía, consiguió entrar en el castillo en nombre de los Reyes Católicos y obligaron a demolerlo. Menudos tejemanejes se traían estos nobles. 

Un tal Alfonso Carrillo de Acuña obtiene el señorío de Caracena en 1491 y, por suerte, decide construir otro castillo más moderno, más adecuado para defenderse de las armas de fuego de la época. Se construye con mampostería (piedra sin labrar o de labra muy tosca, unida por algún tipo de argamasa), tiene un foso artificial, una entrada en zig-zag para dificultar su acceso y una planta rectangular con la torre del homenaje en una esquina. La muralla exterior tiene diez cubos huecos que alojaban artillería en su interior.

Se encuentra en un grave peligro de derrumbe. Pese a estar declarado BIC (Bien de Interés Cultural) no se están llevando a cabo las labores de conservación y mantenimiento que esta figura de protección conlleva. La Junta de Castilla y León se ha puesto en contacto con algunos de sus más de veinte propietarios actuales porque tienen la obligación de conservarlo o rehabilitarlo. Señoras y señores de la Junta, hagan algo, pero hagan algo ya. Compren el castillo, alquílenlo o expólienlo, me da igual, pero hay que actuar ahora, antes de que sea demasiado tarde. Ya va siendo hora de poner en valor lo que tenemos, de entender de dónde venimos y sobre todo, de darnos cuenta de que si no cuidamos nuestro pasado no podremos comprender el futuro. No podemos dejar que el maravilloso castillo de Caracena desaparezca por segunda vez.