La doma clásica soriana galopa al éxito

S. Recio
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La hípica a través de la disciplina y el amor por los animales recoge ahora sus frutos en forma de triunfos

La doma clásica soriana galopa al éxito - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Hace 17 años José Ángel Romera iniciaba su idilio con la doma clásica en el Centro Ecuestre El Robledal, «en esa época era el único que competía y me dedicaba a ello», recuerda. Rocío Martín fue su primera alumna y desde entonces unos 25 jinetes han pasado por sus manos.

Sus instalaciones se han convertido en un lugar de culto para esta disciplina de la hípica, «son muchos años ya trabajando y logrando buenos resultados». El mismo José Ángel Romera cuenta con varias medallas regionales y ahora en la Copa Federación tres de sus alumnos lo han conseguido. Gwendolyne Raveraud,Rodrigo Moreno y Arán López conseguían un oro, una plata y un bronce respectivamente, consolidando un trabajo que en el Centro Ecuestre el Robledal va más allá del entrenamiento.

José Ángel Romera ha creado una filosofía de trabajo que busca crear una cultura entre caballo y humano, un binomio para que el mundo de la hípica entre en la sangre de sus alumnos.

El Entrenamiento. 10 alumnos componen la escuela de doma clásica del Centro Ecuestre El Robledal. Van desde los 12 hasta los 30 años, «el modelo de entrenamiento va adaptado a todas las edades y niveles», explica José Ángel Romera, «un trabajo que se basa en el día a día y en la cultura del esfuerzo», matiza.

En esas edades de 12 años se comienza a educar al jinete en una disciplina técnica y de movimientos estéticos como es la doma clásica, «realmente en los inicios es muy sencillo, enseñamos a montar al jinete, a que se acostumbre a las dimensiones de la zona de los ejercicios y ha realizar círculos y diagonales que después  serán la tendencia que se marque en las competiciones». A través del día a día y de la inercia se logra «que estos movimientos sean los más naturales posibles y que la postura del jinete también sea la adecuada».

A  los 14 años comienza a entrar la técnica, «esta disciplina requiere de un ejercicio pero también de una posición correcta del jinete y del cuerpo del caballo». Ese trabajo conlleva más tiempo «para lograr después en competición la máxima puntuación posible». Cada error de este tipo resta puntos y la concentración juega un papel básico.

La única forma de conseguir resultados lleva también a que el jinete sea consciente de la importancia del animal, «son un binomio y su responsabilidad es muy alta». La cabeza y el corazón juegan un papel muy importante.

Filosofía. La complicidad entre caballo y humano no se consigue solo montando, «deben convivir y el animal tiene unas necesidades que hay que cubrir», recuerda José Ángel Romera. Aunque el centro se hace cargo de la alimentación, «debe ser el jinete en que asuma el cuidado del animal, el cepillado, el salir a dar paseos en su momento», en definitiva, una convivencia que genere confianza.

En edades tempranas asumir esta responsabilidad genera disciplina, «un niño asume algo tan importante como el cuidado del caballo, debe ser el responsable de su bienestar y eso produce una madurez que no se consigue en otras facetas de la vida». Al igual que se gana en autoridad, se hace también en amor por la hípica, «son muchas horas con tu caballo cada día, muchas vivencias y eso inevitablemente lleva a un cariño que después se ve reflejado en la competición».

Porque aunque es cierto que la decena de alumnos es menos de la mitad de los 25 que han competido, «muchos de ellos vuelven una vez han completado sus estudios o tienen una vida que les permite compaginarlo». Aunque no compiten «son usuarios de ocio habituales». Regresos que reflejan que la esencia del Centro Ecuestre El Robledal cala en todos ellos. La hípica en su más pura esencia.