La gran familia ucraniana y burgense

A.I.P./S.A.
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38 ciudadanos de Ucrania residen en el albergue municipal, gestionado por Cruz Roja. La hospitalidad del pueblo y la ayuda de los voluntarios son claves para la convivencia en armonía conseguida entre todos

Voluntarios de Cruz Roja y refugiados ucranianos en el albergue de El Burgo de Osma este verano - Foto: Eugenio Gutiérrez

El verano, con una larga ola de calor y el drama de los incendios forestales, ha arrinconado la guerra en Ucrania. Este domingo se cumplen cinco meses de la invasión rusa y miles de personas continúan fuera de sus hogares. Lejos de su familia. Y no saben cuándo y en qué condiciones podrán regresar. En el albergue municipal de El Burgo de Osma viven 38 ucranianos, 21 adultos (17 mujeres y cuatro varones) y 17 menores. Han conseguido, gracias a la ingente tarea de la Asamblea local de Cruz Roja y a la hospitalidad burgense, construir un gran familia. Aunque así lo constatan tanto el personal de la organización que gestiona el programa como ellos mismos, la tristeza, la preocupación y la desesperanza se descubren en sus miradas, también en sus palabras, incluso en sus sonrisas de agradecimiento. La incertidumbre ante un futuro a corto y medio plazo y la distancia de miles de kilómetros que los separa de sus seres queridos y de su país se transforman en una pesadumbre que, bien es cierto, no les impide esforzarse en conseguir una convivencia en armonía y en algo imprescindible como es aprender el idioma que les abre las puertas del mercado laboral.

Cada martes por la tarde se reúnen para perfilar cuestiones de organización e intendencia. Es un buen momento para recibir a El Día de Soria y contar cómo es el día a día de este núcleo familiar compuesto por madres, hijos, abuelas, nietos... y el personal de Cruz Roja de El Burgo de Osma que siempre está cerca.

«La primera acogida fue el 24 de mayo, cuando llegaron 25 personas. Tres unidades que vinieron al principio se marcharon a primeros de junio, dos a otras viviendas y otra se fue Ucrania. Después llegaron otras once personas», resume Gervasio Antonio Palomar, coordinador del albergue.

Pone de relieve la ayuda que han recibido a través de donaciones, contrataciones... por parte del vecindario, el propio Ayuntamiento, que ha cedido sus instalaciones de forma gratuita así como servicios, campamentos o piscinas, y de las empresas. «Marta de Óptica Escorial regaló gafas a todos los que lo necesitaban. Máximo Hernanz atendió como dentista a quien lo precisó. Duero Natura ofreció una tarde en sus instalaciones. La familia Pascual Valverde reservó el alquiler de sus viviendas. Gracias a Turisocio, Gormática, José María de Rembur, Dulces El Beato, Hotel Ucero, Droguería Agustín Alonso, Hotel Don Marcos, residencia El Carmen, Del Pino y Mateo, Castilla Termal, Bar La Estrella, Nufri, Eroski... por ofrecer oportunidades», enumera Palomar.

Igualmente, el presidente de la Asamblea Local de Cruz Roja en El Burgo de Osma, David Crespo, coincide en que la acogida ha sido «increíble». De hecho, ambos, Gervasio y David serán los pregoneros de las fiestas de Osma, a cuya paella popular están invitados los refugiados ucranianos.

Así las cosas, el programa de ayuda a refugiados de Ucrania que desarrolla Cruz Roja en El Burgo de Osma es de primera acogida y en el mismo están implicados 33 voluntarios, puntualiza Crespo. Una tarea que está resultando definitiva para lograr que la estancia sea lo más llevadera posible. «La principal barrera es el idioma», admite el representante de la organización. Por ello, se han organizado cursos de español que se imparten tres días a la semana, tanto para adultos como para los niños. También se han celebrado varias excursiones con el fin de estrechar lazos y de que conozcan el entorno que les rodea.

Mientras los responsables de Cruz Roja describen los pormenores del programa que desarrollan, el comedor es un hervidero de ir y venir de mayores y pequeños. Acaba de terminar el encuentro habitual de los martes y continúan reunidos en pequeños grupos.

Valentina es una de las dos traductoras. Hace 18 años llegó a Valdemaluque y en mayo se incorporó al grupo de Cruz Roja. Sintetiza cómo percibe esta experiencia: «Somos como familia [...] El mundo ya se ha acostumbrado a que exista esta guerra, que rompe las vidas y el futuro. Cada familia que está aquí tiene allí hijos, padres, amigos... Y todos los días hay bombardeos». Ella misma tiene en Ucrania a sus padres y abuelos.

La traductora nos permite comunicarnos con Svitalana (44 años). Llegó a El Burgo de Osma con su hijo pequeño y su madre. Es cocinera, tenía su propio negocio en una ciudad de la región de Kiev, en la que continúan su hijo mayor, su marido y su padre. Decidió huir para salvar al pequeño de la guerra, pero confiesa que quiere volver a su casa, cuanto antes, aunque no sabe cuándo podrá ser. «Aquí estoy bien, todos somos amigos. Y el niño está protegido, que es lo principal», asegura.

Por su parte, Polina llegó a Barcelona con sus dos hijas pequeñas, de siete y diez años, procedente del sur de Ucrania, cuando empezaron los bombardeos en su lugar de origen, donde sigue su hija mayor. Estuvo un mes en Barcelona, en casa de una hermana, y después viajó hasta el albergue burgense. Es psicóloga y entrenadora de mindfulness, y está interesada en trabajar en estas disciplinas en otra ciudad más grande y, en particular, le gustaría formar parte de la plantilla de Cruz Roja para poder ayudar a otros refugiados ucranianos.

Septiembre está a la vuelta de la esquina y, por consiguiente, el inicio  del curso escolar. Es presumible que los menores tengan que retomar la enseñanza en El Burgo de Osma, aunque las familias conservan la esperanza de viajar antes a su país. «Está nerviosa [Polina] porque no sabe cuándo volverán, porque las niñas tendrán que ir aquí al colegio», cuenta Valentina. Y pone de relieve el panorama en el que han quedado las mujeres con la guerra, perdiendo su independencia. «Tienen una situación muy complicada», advierte.

A pesar de la preocupación persistente, en las estancias y pasillos reina el buen ambiente, el clima de amistad y el sentimiento familiar.

Medio centenar de refugiados continúan en el hotel de Abejar  
Soria es tierra de acogida de refugiados ucranianos desde las primeras semanas que siguieron a la invasión rusa del país el pasado 24 de febrero. Además de las familias asentadas en el albergue de El Burgo de Osma, hay otros 50 ciudadanos ucranianos (en su gran mayoría mujeres y niños) residiendo actualmente en el Hotel Puerta de Pinares, en la localidad de Abejar, que fue abierto específicamente para acogerles.

Cuentan, en este sentido, con el apoyo de la Fundación Apip-Acam. Llegaron en torno a principios del pasado mes de abril a través del programa de la acogida que puso en marcha el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones del Gobierno de España para atender la crisis humanitaria desatada por la invasión rusa.

Del medio centenar de ucranianos que permanecen en Abejar, dos de ellos están actualmente trabajando, según confirman desde Apip-Acam.

En Noviercas

Continúan también en Noviercas las familias que llegaron a la localidad a través de Paco Egea, responsable de la gestión del teleclub.

Las dos mujeres están trabajando a tiempo parcial en la nueva fábrica de elaboración de tortillas ubicada en la localidad de Ólvega. Ellas, sus hijos, así como la madre de una de ellas se encuentran bien de salud aunque muy preocupadas por la situación en la que se encuentra su país y los familiares y amigos que están sufriendo la guerra, máxime cuando en las últimas semanas han tenido noticias de bombardeos y ataques en zonas muy vinculadas a su entorno familiar.

Por otra parte, las dos ucranianas y el bebé de una de ellas que en marzo recalaron en la localidad de Duruelo de la Sierra regresaron a su país el pasado 12 de mayo.