Cronenberg en estado puro

Agencias-SPC
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El afamado director canadiense firma 'Crímenes del futuro', una película protagonizada por Viggo Mortensen que tiene mucho de profética y que ahonda en el «horror biológico»

El director y guionista canadiense David Cronenberg, tras recibir el segundo Premio Donostia del 70 Festival de Cine de San Sebastián.

El canadiense David Cronenberg, creador de las películas más pertubadoras, provocadoras y orgánicas del cine de los últimos 50 años, asegura que su intención no es tanto empujar al público a ir más allá de sus límites, sino a él mismo. Y lo dice a propósito de su última cinta, Crímenes del futuro, protagonizada por Viggo Mortensen y que se puede ver en Movistar +. 

Nacido en Toronto en 1943, ya está en la historia del cine como creador del «horror biológico», un lenguaje diferente y rompedor, muy orgánico, un estilo que han incorporado seguidores como la brillante realizadora francesa Julia Ducornau, autora de Titane.

«Me satisface que me digan que soy un modelo a seguir o inspiración, pero no es por esa razón por la que hago cine. Que existan nuevos directores como Ducornau me confirma que tengo una familia nueva que no son coetáneos míos, pero sí los considero contemporáneos por su intensidad o estilo», confiesa.

El realizador de Crash (1996) y Existenze (1999) recuerda que empezó su carrera como escritor, porque su padre lo era, pero el séptimo arte le «raptó». Eso sí, asegura que, si alguna vez hiciera un guion «demasiado extremo», que no se pudiera rodar, lo convertiría automáticamente en una novela. De momento, no lo ha hecho. 

Siempre interesado por la tecnología (todas sus películas incluyen las relaciones del hombre y la máquina), sostiene que hoy, con un buen teléfono móvil, se puede hacer un largometraje. De hecho, reta a los espectadores a encontrar algunos planos de Crímenes del futuro rodados de esta manera.

Como podemos ver, pese a su edad, no deja de innovar y apostar por las técnicas más revolucionarias. Y lo dice alguien que lleva mucho tiempo con audífonos y recientemente le operaron de cataratas. «No tengo las lentes con las que he visto en los últimos 75 años. Hoy lo tengo todo tecnológico, así que soy biónico, yo soy el futuro», comenta con humor.

A su juicio, los trabajos que realiza no tienen nada de «proféticos». «Esa no es mi labor, no intento predecir lo que va a pasar ni soy político para sugerir cómo poder arreglarlo. Pero, como artista, tengo antenas que me hacen más sensible.  Solo accidentalmente predigo el futuro, pero no intento avisar a la gente de nada». 

De todos modos, en su último largometraje, muy denso, a menudo se encuentra con «cosas desestabilizadoras, perturbadoras». Son las que nutren una filmografía de medio centenar de títulos, entre los que se encuentran obras maestras como La mosca (1986) o Promesas del este (2007), donde ya trabajó con el actor Viggo Mortensen, una especie de alter ego del director, que protagoniza la inquietante Crímenes del futuro.

En ella, el actor estadounidense afincado en España es Saul Tenser, un artista que utiliza su cuerpo como materia prima para sus obras. También sus vísceras, que ha logrado tatuar. A veces siente dolor, un sentimiento olvidado por sus contemporáneos, que se fascinan con las obras de los creadores corporales como él. Todo cambia cuando un grupo misterioso desea aprovechar la fama de Saul para revelar al mundo la próxima etapa de la evolución humana.

El argumento de este filme, en el que participa Kristen Stewart, famosa por Crepúsculo, es surrealista, la fotografía claustrofóbica, la música inquietante... Todo marca de la casa, marca de un genio que ganó el Premio Donostia del último Festival de Cine de San Sebastián por su vastísima trayectoria.  

Además del arte, que Cronenberg considera que tiene, en cierto modo, «una esencia criminal, al igual que los artistas», la película es «una distopía en la que los humanos necesitan mutar para poder alimentarse de los residuos que ellos mismos producen».

No se corta el cineasta a la hora de analizar la actualidad: «Me preocupa el éxito que podamos tener para arreglar el mal que le hemos lanzado al mundo, pero con tal de que tengamos el deseo de cambiarlo, creo que algo haremos. El problema es que tenemos locuras como la guerra de Ucrania, aparte del cambio climático. No tengo respuesta sobre si lo conseguiremos, pero no soy optimista».