Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


La madre que me parió

11/03/2022

Se llama Felisa. La madre que me parió se llama Felisa. En esta semana en la que hemos celebrado el Día de la Mujer yo quiero ensalzar la labor de mi madre y de tantas mujeres de su generación gracias a las cuales las de la mía somos como somos y tenemos las inquietudes que tenemos. Yo soy como soy en gran medida por la educación que me ha dado y lo mucho que han calado en mí los valores y los consejos que a lo largo de mi vida me ha ido obsequiando. Y aunque viviera mil vidas, no viviría lo suficiente para agradecerle todo lo que ha hecho para que yo sea una mujer vitalista, liberal, libre, feminista, inquieta y, sobre todo, luchadora y fuerte. Ella, como todas las mujeres nacidas en su década, la de los 30, es una mujer que recibió una educación machista, de auténtica sumisión primero al padre y luego al marido. Una sumisión articulada en el servilismo a los demás, siempre un paso atrás para complacer a los hombres de la familia y a los hijos. Una sumisión y un servilismo de los que mi madre y el resto de mujeres de su generación apenas pueden escapar. Solo consiguen la huida a través de sus hijas, de sus hijos, de sus nietas y nietos a los que inculcan los principios feministas que no son capaces de integrar en sus vidas. Ella no puede liberarse de ese lastre porque lo tiene impregnado casi como una carga genética, pero no tolera que le ocurra lo mismo a su prole, sin hacer diferencia entre hijos e hija.  La madre que me parió, que no pudo estudiar porque su familia era humilde, me repitió, constantemente, en la infancia y la adolescencia, que estudiara para tener una cultura que me permitiera desenvolverme en la vida. Que trabajara para ser independiente y no tener que supeditarme jamás de nadie. Mi madre, desde su inconsciente servilismo para hacer la vida cómoda a la familia que formó, siempre les insistía a mis hermanos que cuando tuvieran una pareja tendrían que hacer las mismas tareas domésticas. 
Si hay una máxima que siempre escuché a mi madre fue la del nadie es más que nadie. Desde que tengo uso de razón se lo he oído decir. Tantas veces afloraba en su boca que el día que descubrí que el autor de la expresión era Antonio Machado, me sentí entre frustrada y orgullosa. Frustrada porque la frase no era de mi madre como yo pensaba, pero orgullosa por comprobar que ella tenía a Machado tan interiorizado probablemente sin saberlo. Nadie es más que nadie. Los hombres no son más que las mujeres. Ni tampoco las mujeres son más que los hombres. Pero si hay una frase de mi madre a la que me agarro como a un clavo ardiendo es la de «vive, hija, vive». Todas sus enseñanzas se resumen en ese «vive, hija, vive» que se convierten en la varita mágica para seguir celebrando año tras año el Día de la Mujer rindiendo homenaje a la madre que me parió.